Durante muchas noches, cuando el dormitorio se empañaba de silencio, a Dani Molina le despertaba el mismo sueño: correr. En ese paréntesis dulce y somnoliento sentía que volvía a acariciar la libertad. Enseguida se sumergía debajo de la manta y les daba salida a sus pensamientos. ¿Y por qué no intentarlo?, se preguntaba. Con 22 años le amputaron su pierna por debajo de la rodilla tras un accidente de moto y se alió con la natación para salir adelante. Pero la piscina era insuficiente y encontró en el triatlón un nuevo desafío. En más de una década de trayectoria se ha erigido en un ‘rey Midas’, todo lo que toca lo convierte en oro.
Pentacampeón del mundo y hexacampeón europeo, quiere ponerle el colofón a su palmarés con una presea dorada en París en su regreso a unos Juegos Paralímpicos 20 años después. “Llevaba mucho tiempo esperando este momento, trabajando en silencio, con esfuerzo, siendo competitivo en cada prueba, sobreviviendo sin becas pese a mis resultados y, por fin, llegó la recompensa. Es la mejor manera de reivindicarme”, recalca. En su diccionario no tiene cabida la palabra rendición, ha sudado cada escalón en su carrera y ha tenido que recorrer caminos nublados para alcanzar la cima, pero nunca ha claudicado pese a los obstáculos. El alcarreño es un ejemplo de resiliencia.
Nació en Madrid, aunque se siente muy arraigado a Guadalajara -vive en Pareja-, y en sus primeros tres años de vida pasó por Zaragoza y Las Palmas de Gran Canaria -su padre era militar- antes de instalarse con la familia en Alcalá de Henares. En las islas empezó a nadar en el Club Metropol y luego continuó en la piscina en el municipio madrileño: “No me gustaba, iba obligado por mi madre y gracias a su empeño e insistencia he llegado tan lejos”. A los 18 años dejó el deporte a un lado, se sacó el título de delineante y montó un bar de copas con su hermano.
El 28 de mayo de 1997 su rumbo dio un giro radical. Se dirigía a casa en moto tras un día de trabajo y un coche que salía de una gasolinera, se saltó un ceda al paso al incorporarse a la carretera y lo arrolló. “Salí volando. Llegué medio muerto al Hospital de Guadalajara, allí me estabilizaron y me trasladaron al Ramón y Cajal de Madrid, en el que me operaron 14 veces. Desde entonces celebro cada 28 de mayo como mi segundo cumpleaños, volví a nacer ese día, tuve mucha suerte. Perdí la pierna derecha, pero me cambió la vida a mejor, me abrió la puerta para ser un deportista profesional”, relata.
Pasó cuatro meses hospitalizado, mirando hacia el techo de la habitación y sin poder moverse, con la principal inquietud de si volvería a practicar deporte. Tras un año de recuperación, la natación volvió a la rutina de Dani por casualidad. Un día paseando por un centro comercial se topó con Conchi Aponte, su entrenadora de siempre, y le invitó a que retomara la piscina. “Empecé por salud porque engordé mucho, pesaba 100 kilos. Volví a engancharme, aunque el primer día nadé 25 metros e iba a echar un pulmón por la boca”, rememora riendo.
Ganó medallas en campeonatos de España, acudió a pruebas internacionales y se clasificó, sobre la bocina, para los Juegos Paralímpicos de Atenas 2004. “Conseguí el billete el 28 de mayo, cuando se cumplían siete años del accidente. Era la última posibilidad que tenía e hice 1:06.87 en la prueba de 100 espalda S10. Disfruté la experiencia, pero me quedó una espinita porque el resultado fue un desastre. Estuve malo con fiebre en los días previos y no salió bien”, comenta. Tras la cita en territorio griego decidió probar otros deportes como windsurf o esquí alpino, llegando a ser subcampeón de España.
Y en 2012 surgió el flechazo con el triatlón, animado por un amigo con el salía en bicicleta de montaña, poco después de dar sus primeras pedaladas en el garaje de casa con su mujer guardándole las espaldas por si se caía. “Nadaba y montaba en bici, me quedaba correr y cada noche soñaba con ello, me levantaba con la sensación de que lo había hecho. Mi ortopeda, Jens Muller, me diseñó una prótesis y el primer día no aguanté ni 200 metros, pero me atrapó por la libertad que sentí”, afirma.
Ese mismo año debutó en una Copa del Mundo con un bronce en la Casa de Campo de Madrid y unos meses después fue subcampeón mundial en Auckland (Nueva Zelanda). Al principio competía ante rivales con menor discapacidad y lo pasó mal durante una etapa, hasta que en 2016 se puso en manos de Dani Rodríguez, el entrenador que ha sabido exprimir sus virtudes. “Él supone el 50% de todo lo que he logrado, formamos un gran tándem. Me ha convertido en un triatleta muy bueno y completo. Sé que puede sonar pretencioso, pero soy el mejor en el agua y corriendo en categoría PTS3 (discapacidades significativas), fallo un poco en la bici, pero lo compenso en la carrera a pie. Sin él no sería quien soy”, asegura.
Su reinado empezó con un oro en las Series Mundiales de Yokohama en mayo de 2017 y desde entonces no hay quien le arrebate el trono. Cuenta con cinco títulos mundiales y seis europeos: “Habrá gente que piense que es fácil, pero casualidad no es cuando ganas tantas veces. Nadie me ha regalado nada, trabajo y entreno más que nadie para ser el mejor”. Dani Molina acumula 26 victorias en las últimas 29 pruebas internacionales que ha disputado. En su exitoso periplo también ha tenido decepciones. Su categoría se quedó fuera de los Juegos de Río de Janeiro 2016 y también de Tokio 2020, aunque sí peleó con triatletas de una clase superior para intentar ir a la cita de Japón. Aquel sobreesfuerzo le pasó factura: “Me aferré a esa remota opción y fue duro mentalmente, me machacó y me frustró durante meses. Peleé con adversarios a los que era imposible vencerles”.
En cada prueba, la respiración se le atascaba en la garganta y la ansiedad ejerció de implacable demonio que, posado en su hombro, le susurraba que parase. Hizo borrón y cuenta nueva. Se le escaparon lágrimas cuando anunciaron que en París 2024 si entraba la categoría PTS3. Tuvo la suficiente luz para enfocar la oscuridad en el desierto y voló como ave fénix. Tras un ciclo repleto de triunfos, selló su pasaporte en el Mundial de Pontevedra el año pasado con el oro más especial, arropado por su mujer Carolina y sus hijos Gonzalo y Luis. Como si hubiese estado acumulando pacientemente toda aquella rabia, tras cruzar la meta la descargó a borbotones.
“Fue el más espectacular de todos, el que me daba el billete para unos Juegos 20 años después. Han sido más de diez años de trabajo, es un sueño cumplido”, confiesa. Todo le salía a pedir de boca, estaba en la mejor etapa de su carrera, siendo muy rápido en los tres segmentos, sin embargo, llegó una lesión en el mes de abril. Un día se despertó con una grave infección en la rodilla. “Parecía un balón de rugby, me asusté mucho. La herida tardó en cerrar y pasé de hacer ritmos impensables a parar del todo durante casi dos meses, a ir de la cama al sofá y al revés. El plan se torció en el año que tiene que salir todo bien y en orden”, lamenta.
Este curso solo ha competido en las Series Mundiales de Swansea en junio, llevándose la plata. “No estando bien quedé segundo, así que hay que creer”, añade. Llega a París rozando los 50 años y con la firme convicción de que puede ser campeón si despliega su mejor versión. “He tenido dudas, pero me siento fuerte. El alemán -Max Gelhaar- está a un buen nivel, sobre todo, en la bici, pero si me bajo a 30 o a 40 segundos de él, sé que le cogeré en la carrera a pie porque mi idea es correr por debajo de 19 minutos los cinco kilómetros. Está difícil, pero no imposible, quiero el oro paralímpico, sería la guinda a mi carrera. Y después, ahí estaré hasta que el cuerpo aguante”, concluye Dani Molina.
DANI MOLINA
Daniel Molina Martínez (Madrid, 1974). Triatlón. Cinco veces campeón del mundo y seis de Europa. En Atenas 2004 participó como nadador. En París disputa sus segundos Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Constante, trabajador y humilde.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
Las lentillas.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
El único talento que tengo es el de ser triatleta -ríe-.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Volar.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
Tengo miedo a no triunfar, a no ganar, a no hacerlo bien.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
Una buena hamburguesa y una cerveza después de competir.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A mi chalet en Sacedón, cerca de Pareja (Guadalajara), donde vivo.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
Algo para hacer deporte y las gafas de nadar.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un delfín.
10.- Una canción y un libro o película.
‘Human’, de The Killers. Un libro, ‘El Médico’, de Noah Gordon. Y película, cualquiera de ‘El Padrino’.