Su caso es atípico, un camino nada habitual. No aparecía en las quinielas, pero gracias a su porfía, talento y determinación inquebrantable, Fiona Pinar ha tomado el atajo más directo hacia la élite. Su carrera todavía está en la rampa de lanzamiento, apenas lleva ocho meses esprintando con una prótesis y se ha convertido en una atleta exprés para subirse al tren de los Juegos Paralímpicos de París. Un revés, un accidente en la nieve mientras esquiaba ha impulsado a esta joven de Ripoll (Girona) al lugar dónde siempre soñó con estar, aunque no de la forma que hubiese imaginado.
Al despertar del coma, entre una maraña de cables, tubos y máquinas, lágrimas silenciosas rodaron por sus mejillas al levantar la sábana y comprobar que le habían amputado la pierna izquierda por debajo de la rodilla. Después de cuatro operaciones y tres baipases, era la opción recomendada que los médicos le dieron para salvarle la vida. Su cuerpo no habría aguantado más intervenciones quirúrgicas. “Lloré solo diez minutos, jamás he vuelto a hacerlo. Les dije a mis padres que iba a ir a unos Juegos. Y desde ese instante he sido mucho más feliz de lo que había vivido anteriormente”, asevera. En la UCI del Hospital Trueta libró una dura batalla y salió victoriosa en el pulso a la muerte.
Su rumbo viró el 29 de enero de 2022 mientras se deslizaba sobre el manto blanco en la estación de esquí de La Molina. “La pista no me gustaba, era dura, helada y empinada, el año anterior la bajé andando porque me daba miedo. En esa ocasión decidí recorrerla esquiando y acabé dando volteretas. Fue un shock cuando vi que no tenía la bota, el pie hacia un lado y la rodilla hacia el otro. Sentí mucho dolor, tenía fracturados tibia y peroné. Pero algo en mi interior me decía que era más grave. De hecho, tuve un mal presagio, sentada en la nieve llamé a mi madre y le comenté que me amputarían la pierna. No me equivoqué, el 1 de febrero, día de mi cumpleaños, me desperté sin ella”, relata.
Lejos de flaquear, estaba decidida a no perder más tiempo del necesario, en sus entrañas se había desatado un torrente de voluntad y había demostrado una capacidad fuerte para soportar las heridas y la adversidad. “No necesité la ayuda de un psicólogo para digerirlo, fui práctica, no iba a malgastar ni cinco minutos en pensar en lo que había perdido. No soy como la lagartija, a la que le vuelve a crecer la cola, mi pie no lo iba a recuperar, así que cuánto antes lo asimilara, mejor”, expresa. La amputación le abrió las puertas para dedicarse al atletismo y perseguir el sueño de la infancia. De niña hizo judo, pádel, tenis, baile y carrera de montaña, modalidad en la que cosechó algunas medallas. Aunque a ella lo que más le atraían eran las pruebas de velocidad.
“Me quedaba embobada delante de la televisión viendo los 100 y 200 metros, a Usain Bolt y a otros grandes de este deporte. En esa época no disponía de los medios de transporte para ir a entrenar y me faltaba dedicación, estaba estudiando bachillerato. El accidente me dio la oportunidad de ser atleta. También me ha permitido ganar autoestima y confianza, relativizar los complejos que tenía de mi cuerpo y he aprendido a que, si trabajas como una hormiguita, puedes lograr todo lo que te propongas”, explica. Esfuerzo, garra, perseverancia y pundonor, el cóctel de valores con el que encaró la ardua rehabilitación.
Fiona supo que el deporte sería anestésico y comenzó con el crossfit para recuperarse físicamente. “Dejaba las muletas a un lado, cogía las pesas e iba saltando. Me llamaban cangurito”, dice riendo. Una vez que su familia pudo reunir el dinero para adquirir una prótesis de correr -cuesta 8.000 euros-, la gerundense se reinventó en el tartán bajo la batuta de Roger Esteve en el Club de Atletismo Vic, municipio donde también estudia el grado de Publicidad y Relaciones Públicas. “Cuando me la colocaron la probé por primera vez en un garaje en Barcelona y me sentí libre, me enamoré”, confiesa. Los primeros tres meses de preparación estuvieron marcados por las llagas en el muñón, entrenaba un día y paraba otros dos.
Su estreno en competición se produjo en marzo en un campeonato de Cataluña en L’Hospitalet, donde batió el récord de España en 100 metros T64 (deportistas amputados), situándose cuarta en el ranking mundial de la temporada. Su marca está ahora en 13.52 segundos. Y en 200 metros es de 27.96. Ha dado un salto gigantesco y, a pesar de que solo ha realizado cinco carreras, una de ellas en el Grand Prix de Nottwil (Suiza), estará en los tacos de salida de la pista violeta del Stade de France junto a las mejores velocistas. La fantasía de niña de ir a unos Juegos se ha convertido en realidad.
“Es una forma de demostrar que, pese a la discapacidad, no nos rendimos, que no hay que ponerse límites y que se puede llegar lejos con pasión y trabajo. Estoy con el corazón acelerado y con ilusión. Todavía no me lo creo, sigo en una nube y pellizcándome para saber que es real. Es que empecé a correr a principios de año y voy a estar en la gran fiesta del deporte paralímpico. Correré delante de 80.000 personas, ¿dónde me he metido?”, añade con una sonrisa.
Disputará las pruebas de 100 y 200 metros, en esta última se ve más fuerte. Para ella ya es un triunfo estar en París. “Me falta técnica en la salida, es algo que se gana con años de experiencia, pero me veo capaz de dar guerra. Quiero aprender y disfrutar, y si rasco un cuarto o un quinto puesto, bienvenido sea. Soy realista, no aspiro a medallas, pero que no se relajen las favoritas. A mí nadie me conoce y no saben lo que puedo rendir, eso me motiva y hace que me crezca, soy muy competitiva y saldré a por todas”, subraya.
FIONA PINAR
Fiona Pinar Batalla (Barcelona, 2003). Atletismo. Lleva entrenando desde principios de este año. En París debuta en unos Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Perseverante, resiliente y cabezota.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
Una toalla para secarme el sudor del muñón.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
Me gusta mucho dibujar y pintar, es una forma de expresarme.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Teletransportarme.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
Tengo talasofobia, miedo al mar y a sus profundidades. Y también a los tiburones.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
Sé que no son sanas, pero a las patatas fritas, son un placer de la vida -ríe-.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A cualquier sitio con mi familia, mi pareja y mi perro.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
Una cámara para documentarlo todo.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un puma.
10.- Una canción y un libro o película.
‘A sky full of stars’, de Coldplay. Y libro, ‘Este dolor no es mío’, de Mark Wolynn.