“La verdadera prueba del carácter de un hombre es lo que hace cuando nadie le está observando”. Esta máxima de John Wooden, leyenda del basket universitario norteamericano, encaja a la perfección con el perfil de Fran Lara, un jugador hecho así mismo que a base de perseverancia y labor encomiable se ha convertido en una pieza fundamental de la selección española de baloncesto en silla de ruedas. En silencio, permitiendo que otros se llevasen los méritos, con valentía, generosidad y fajándose en el barro, encontró la manera de brillar desde la sombra. Hoy carga una mochila repleta de títulos, medallas y vivencias. Capitán ejemplar y abeja obrera en la colmena de las canastas, en París disputará sus cuartos y últimos Juegos Paralímpicos.
El manchego es un ‘punto bajo’ -menor habilidad funcional- carismático, de intangibles y trabajo sucio, siempre dispuesto a sacrificarse por el bien del equipo. La mitad de su vida ha girado en torno al balón naranja, al que se abrazó como si se tratara de una tabla de salvación en un mar tempestuoso. Con el deporte recobró la ilusión, siendo la piedra angular de su recuperación. Apenas era un adolescente de 14 años, “rebelde y travieso, pero humilde”, cuando sufrió una lesión medular tras un accidente de tráfico. Una noche acudió a casa de su primo, que se había comprado una moto y le pidió que le diese una vuelta. Llovía, circulaban sin cascos y la rueda delantera se les trabó en una alcantarilla. Salió despedido hasta golpear contra el maletero de un coche.
Sedado durante 23 días por encharcamiento pulmonar, despertó en una cama rodeado de cables, tubos y sondas. No fue consciente de la gravedad hasta que contempló el nombre del hospital en un papel que se dejó en la habitación una enfermera. “No podía mover las piernas, no sentía nada desde el pecho hacia abajo. Le preguntaba a mi madre y ella solo me respondía que todo saldría bien, aunque sabía que algo ocurría, veía pasar por la planta a niños en silla de ruedas. Nunca imaginé que una de ellas me acompañaría para siempre”, relata. Con aplomo y una madurez que no se correspondía a la de un chico de su edad, Lara supo reinventarse y encarar el arduo desafío que se le presentaba.
“Vengo de una familia luchadora y muy trabajadora en el campo, que sabía enfrentarse a los problemas diarios, así que para mí no era una opción hundirme. No voy a mentir, tuve momentos de bajón, pero asumí desde el primer minuto que ya no volvería a andar y que había que echarle coraje para salir adelante”, confiesa. El de Bolaños de Calatrava (Ciudad Real) descubrió el baloncesto en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, donde estuvo ingresado ocho meses. No sintió un flechazo ya que no le prestó atención al principio por miedo a las caídas con la silla, así que prefirió probar el tenis de mesa.
Cuatro años después recibió la llamada de José Miguel López ‘Cole’, que era entrenador del Toledo Funphaiin Peraleda, y esta vez no dudó en subirse al tren. “Me quité temores y prejuicios. Lo que parecía que no me gustaba acabó siendo una obsesión, una herramienta para superar mi accidente a nivel emocional. El deporte me dio libertad e independencia. Es mi pasión y mi profesión, estoy muy orgulloso de todo lo que he conseguido. Me siento un privilegiado por haber estado en los clubes más potentes de España y por representar a la selección durante tantos años, eso refleja mi compromiso, esfuerzo y constancia”, recalca.
Aprendió rápido los conceptos básicos de su nuevo oficio y fue una pieza importante del conjunto toledano en su etapa en División de Honor. “Cuando llegué no tenía nivel, no sabía manejarme con la silla, tampoco botar el balón ni lanzar. Estuve un año preparándome solo físicamente. Teníamos una gran plantilla, con Asier García, Agustín Alejos, Txema Avendaño, Sonia Ruiz o Bill Latham. Fuimos dos veces subcampeones de Liga”, recuerda. Sin embargo, el equipo tenía problemas económicos y desapareció, comenzando así un peregrinaje por varios clubes. Fichó por Getafe, pero no se sintió valorado y decidió hacer las maletas y marcharse a Italia. “Había aguantado chaparrones y en el Padova Milenium Basket crecí mucho, me trataron como a un profesional, ese fue un punto de inflexión en mi carrera”, comenta.
En 2016 regresó a Getafe, pero esta vez con un contrato laboral, “lo único que pedía”. Allí maduró y levantó la Euroliga 1. Luego el CD Ilunion, uno de los más laureados de Europa, lo reclutó en sus filas. Rodeado de los mejores dio el estirón en la cancha y comenzó a acumular trofeos en su palmarés. En cuatro cursos ganó dos ligas, tres Copas del Rey y una Champions. Pero no dispuso de minutos suficientes y se fue a Las Rozas. El bolañego dio otro salto en 2020 al recalar en el Amiab Albacete, donde se ha consolidado y ha conquistado tres Champions, tres ligas y una Copa.
En sus vitrinas también luce medallas con la selección española, a la que llegó de forma inesperada cuando apenas llevaba nueve meses en este deporte. Se estrenó con un oro en el Europeo júnior de Turquía en 2008 y al año siguiente logró una plata en el Mundial sub-23 de París, disputando uno de los partidos con fiebre y con una infección de orina. Ese pundonor, garra y juego defensivo hicieron que Óscar Trigo le convocase para el campeonato continental absoluto. “Todo fue súper rápido, no podía creérmelo, si recién había aprendido a manejar un balón. Me bajé del avión que nos traía de Francia y me dijo que me preparase porque volaba con los mayores a Turquía, pensé que estaba bromeando”, cuenta entre risas.
Desde entonces no ha faltado a una cita internacional con España, a la que capitanea desde hace unos años: “Somos una familia. Es un honor tener la confianza de mis compañeros para ser el hilo que conecta el cuerpo técnico con los jugadores. Intento cuidar de todos, aunque me vuelco con los más jóvenes. Les explico que ellos disponen de todos los recursos e infraestructuras, pero a las generaciones anteriores nos tocó vivir penurias. En mis primeros años las preparaciones eran nefastas, no teníamos ropa ni balones para entrenar. Nos dividíamos en dos grupos, uno se preparaba en Madrid y el otro en Bilbao. Y poníamos dinero de nuestros bolsillos, nada de dietas ni becas. Afortunadamente todo ha cambiado”.
Lara, que cuenta en su currículo con la plata paralímpica de Río de Janeiro 2016, así como dos platas (Polonia 2019 y Países Bajos 2023) y dos bronces (Israel 2011 y Alemania 2013) europeos, aún tiene gasolina en el depósito, pero es consciente de que está ante sus últimos coletazos con la selección. “He sido padre y conciliar deporte con la vida familiar es complicado. Soy sincero, para nada estoy acabado, me siento muy bien físicamente, pero quiero dedicarles más tiempo a los míos. Así que los Juegos posiblemente sean la última página que escriba con España. Quiero disfrutarlos. Tengo la misma ambición de cuando empecé, mi objetivo es terminar con una medalla en París”, agrega.
El seleccionador, Abraham Carrión, ha vuelto a premiar su compromiso y sus números al incluirle entre los 12 elegidos para la cita. “Soy un jugador muy sacrificado, sé que mi rol es el de bloquear, defender como un animal y ayudar a que los tiradores puedan lanzar y se luzcan. No se nos ve, pero es una labor fundamental que asumo con gusto”, subraya. El equipo llega en un gran momento tras la plata del pasado Europeo y apunta al podio en los Juegos Paralímpicos. Se medirá en el grupo B a Estados Unidos, Países Bajos y Australia.
“Hay una combinación brutal entre veteranía y juventud. Nuestras principales armas son la solidez defensiva y los ataques en transición. Tenemos un juego interior potente y gente con buenos porcentajes en tiros. La idea es hacer una buena fase de grupos para evitar en cuartos de final a Gran Bretaña, que es la favorita y la que más nos preocupa, no por miedo, sino porque nos ha vencido en los últimos enfrenamientos. Vamos con mentalidad ganadora, hay que creer en que este será nuestro torneo, podemos lograrlo. Ya subí a un podio paralímpico y sueño con repetir, sería el colofón perfecto a mis años de servicio en la selección”, concluye.
FRAN LARA
Francisco Javier Sánchez Lara (Ciudad Real, 1989). Baloncesto. Medalla de plata en los Juegos de Río de Janeiro 2016. Subcampeón de Europa en 2019 y en 2023, y dos bronces continentales en 2011 y 2013. En París disputa sus cuartos Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Humilde, trabajador y familiar.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
Una rodillera que me pongo en la pierna derecha.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
Quizás para cocinar y desde hace poco también se me da bien cultivar y cuidar plantas, sobre todo, los bonsáis.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Teletransportarme.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
A los gatos y a las agujas.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
Las lentejas.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A mi pueblo, Bolaños de Calatrava (Ciudad Real).
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
A mi mujer y a mi hija.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En una oveja -ríe-.
10.- Una canción y un libro o película.
Cualquier canción de ‘Los Delincuentes’. Y película, ‘En busca de la felicidad’.