Octubre de 2016, eran poco más de las 11 de la mañana cuando los alumnos de cuarto de la ESO de la Escuela Pía de Barcelona veían en clase una película. Solo los latidos desbocados del corazón de María Heras alteraban el silencio reinante. Sentada en la última fila, sus ojos se anegaban en lágrimas, sumida en un torbellino de pensamientos que bailaban frenéticos en su interior. Durante unos segundos todo se paralizó a su alrededor, su mente desconectó y quiso apagar su dolor. Se levantó, caminó hacia la ventana y saltó al vacío. Era una víctima más del acoso escolar y de la pasividad de quienes debían protegerla. Sobrevivió. El anhelo de desaparecer se torna ahora en lucha por la vida y el baloncesto en silla de ruedas ha sido su aliado. Es una de las ‘guerreras’ que representarán a España en los Juegos Paralímpicos de París.
“Intenté suicidarme, por suerte no lo logré. Ocho años después soy una persona muy feliz, volví a nacer, estoy disfrutando de momentos maravillosos”, recalca. Desde pequeña el deporte formó parte de ella: natación, gimnasia artística, escalada, buceo y fútbol, su gran pasión. Jugó federada en el Club Esportiu Vincit, equipo de fútbol sala. “De niña lo pasé mal en el colegio, era tímida, tuve algunas peleas porque se metían conmigo. En la adolescencia no hubo violencia física, pero sí bullying, me hacían el vacío, se burlaban de mí, me llamaban lesbiana o marimacho por jugar a la pelota. No encajaba en ese perfil femenino que, por desgracia, la sociedad impone. También tenía problemas personales, en casa tampoco iban bien las cosas, mi vida era un caos, no tenía un lugar seguro”, narra.
María se sentía aislada y pidió ayuda a psicólogos, al centro docente en el que estudiaba y hasta acudió a la policía para contar lo que le ocurría. Una llamada de socorro a la que nadie respondió. “No supieron escucharme ni tratarme, igual creyeron que solo estaba llamando la atención. El enemigo más duro es uno mismo, dejé de controlar mi cabeza. Más que medicarme, necesitaba a alguien con quien hablar, pero nadie supo entender lo que me pasaba”, lamenta. Sin herramientas para enfrentarse a la impotencia, al miedo o a la culpa, se sintió desamparada: “¿Qué hago aquí? ¿Para qué continuar?”.
Tenía 16 años y el día en el que viró su rumbo, había llegado al colegio llorando, desconsolada. Nadie se le acercó para preguntarle qué le pasaba. “En el centro estaban avisados, unas semanas atrás ya lo había intentado ingiriendo muchas pastillas. Recuerdo estar en clase, fuera de sí, sentí cómo si la cabeza y el cuerpo funcionasen de forma involuntaria, y salté por la ventana desde un tercer piso”, cuenta. Sufrió una lesión medular incompleta. El peso del estigma le hizo silenciar esa traumática huella de su pasado, una vivencia y emociones que, por primera vez, ha decidido compartirlas.
“Durante años traté de taparlo, cuando me preguntaban por qué estoy en silla de ruedas respondía con otros motivos. Creo que la gente no está preparada para escuchar a las personas que han querido terminar con sus vidas. Hay que normalizarlo más y darle visibilidad, es insuficiente lo que se hace en España por la salud mental, es necesaria una mayor inversión y recursos. Ojalá mi testimonio ayude algo a aquellos que estén pasando por una situación similar. He necesitado muchas horas de terapia con profesionales, tienes que convivir con lo que pasó, pero se sale adelante. Aunque estés sufriendo y pases momentos muy malos, vivir merece la pena”, explica.
Ese relato de su episodio más oscuro se convierte en un canto a la esperanza. María encajó con entereza otro golpe, nunca volvería a caminar. “Me costó afrontarlo, pero después de haber pasado tanto, no iba a tirar la toalla. Luché para valerme por mí misma y ser independiente”, añade. Pasó ocho meses ingresada en el Hospital Vall d’Hebron y se reconstruyó en el Institut Guttmann, donde encontró un destello de ilusión en el baloncesto en silla de ruedas. “A mí me apasiona el fútbol y pasar a una modalidad que se practica con las manos fue complicado. Pero acabó atrapándome”, asegura.
Óscar Trigo, un referente en este deporte, la moldeó en el Global Basket. Luego pasó por el CEM L’Hospitalet y desde hace tres años juega en el UNES FC Barcelona, con el que este curso logró el ascenso a Primera División. “Al principio apenas jugaba y me daba miedo lanzar a canasta -ríe-, pero aprovechaba cada minuto en pista. Lo que más me costó dominar fue el manejo de la silla y llevar el balón al mismo tiempo. Con Trigo aprendí muchísimo, él me ayudó a entender el baloncesto, crecí a su lado. Me he convertido en una jugadora versátil, destaco en defensa y he mejorado en los porcentajes de tiro”, afirma.
Con la selección española se estrenó en una concentración en 2017, pocos meses después de su accidente. Tras casi cuatro años de ausencia en convocatorias, pudo debutar internacionalmente en el Europeo de Madrid en 2021, donde España consiguió el bronce, la primera medalla de su historia. “No era consciente del enorme esfuerzo de varias generaciones que habían luchado para llegar hasta aquí, luego lo valoras, ser partícipe de esa hazaña me enorgullece”, comenta. El año pasado disfrutó de una temporada intensa, disputando el Mundial absoluto en Dubái y también el Mundial sub 25 en Bangkok, con un cuarto puesto y desempeñando un papel clave en la plantilla.
En abril aportó su granito de arena en Osaka (Japón) para conseguir el billete hacia los Juegos Paralímpicos de París. El seleccionador, Franck Belen, confía en sus cualidades: “No tengo un rol definido aún en el equipo, llevo poco y debo conocer más a mis compañeras. Quiero demostrar en la pista mi progresión. El técnico me pide solidez en defensa y que confíe más en mis lanzamientos. Estoy en mi mejor momento, con ilusión, hambre y muchos nervios, estar en el mayor evento deportivo, junto a las mejores del mundo, es inimaginable, será una experiencia inolvidable”.
España se medirá en la fase de grupos a China, Canadá y Gran Bretaña. “Franck ha cambiado el estilo, ahora tenemos un juego más colectivo, todas remamos y aportamos, aunque sea desde el banquillo. Hay que demostrar nuestro potencial, vamos sin miedo, con disciplina, muy fuertes físicamente y con la mentalidad de que podemos estar en el podio. Se puede soñar con las medallas, hay nivel para optar a ellas. Y, por mi parte, voy a darlo todo en cada minuto que juegue, esto es un regalo más que me ha dado la vida”, apostilla María Heras, una ‘guerrera’ que traza día a día con esfuerzo y canastas su propio camino, anclada con energía renovada a su presente, al baloncesto.
MARÍA HERAS
María Heras Pastor (Barcelona, 25-4-2000). Baloncesto. Bronce europeo en 2021. Debuta en unos Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Extrovertida, fuerte y divertida.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
Un peluche o una pulsera.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
Dibujar, sobre todo, ‘lettering’, letras para crear frases o palabras y colorearlas.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Teletransportarme. Lo paso mal en el avión con tantas horas de viaje -ríe-.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
A las alturas.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
La sandía.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A la montaña con mi perro o al gimnasio.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
Mi silla para moverme, mi perro y un mechero.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un águila.
10.- Una canción y un libro o película.
‘Stolen dance’, de Milky Change. Libro, ‘Haz que no parezca amor’, de Roy Galán. Y película, ‘Monstruos S.A.’.