“Llegué a odiar mucho el triatlón, sentía rabia por lo que antes me hacía feliz. Era incapaz de ver fotos mías compitiendo y me deshice del material que tenía porque me producía daño”. Fue lo que experimentó Nil Riudavets tras el accidente de bicicleta que le cortó las alas en una disciplina que le había reportado alegrías desde los 16 años, pero que le arrebató sueños y puso en peligro su vida. Un velo de tristeza nubló su mirada durante dos años, tiempo que tardó en superar el duelo, hasta que resurgió de sus cenizas. Recuperó una fuerza y una energía que no sabía que aún conservaba y se puso de nuevo en marcha, regalándose una dulce segunda oportunidad que le ha hecho amar más que nunca su deporte.
En un par de temporadas, el triatleta balear se ha instalado en la cúspide en categoría PTS4 y ahora peleará por estar en el podio de París 2024, sus primeros Juegos Paralímpicos. “Jamás imaginé que podría disfrutar del mayor evento al que aspira un deportista. Si hace solo cinco años estaba tumbado en la cama de un hospital llorando y con un ataque de ansiedad porque mi situación había cambiado de manera radical, era impensable volver a hacer un triatlón”, confiesa. Tenía 23 años y durante el Campeonato de Cataluña por equipos de 2019 impactó frontalmente con otro ciclista y quedó herido de gravedad.
Fue evacuado al Hospital de Bellvitge de Barcelona e intervenido de urgencia. Se vieron afectadas la clavícula, dos arterias y el plexo braquial del brazo derecho, los nervios que se encargan de la sensibilidad y motricidad. “Tuve un sangrado muy grande y afortunadamente pude llegar a la UCI. Lograron estabilizarme después de tres operaciones. Tras incontables horas de trabajo en casa recuperé algo de movilidad, pero me quedó una parálisis en el brazo”, comenta.
Su destino viró el rumbo y tuvo que reinventarse, también en lo profesional, ya que es enfermero y se vio obligado a dejar de hacer prácticas asistenciales: “Ahora trabajo a nivel de gestión de recursos humanos y de seguridad del paciente, pero no era para lo que había estudiado, mi vocación es estar en unas urgencias. De un día para otro todo eso por lo que has luchado desaparece y tienes que digerirlo, fue muy duro”. En sus pensamientos no tenía cabida el deporte, “me aparté de él, me encerré en mí mismo, no podía ver ni escuchar hablar de triatlón, tengo el brazo así por su culpa”.
Cambió el chip en un viaje que realizó con su pareja a los Picos de Europa, que le insufló unas ansias de vivir que solo unos meses antes se encontraban aletargadas. “Allí vi a Manu Merillas, corredor de montañas, y me inspiró. En plena naturaleza volví a conectar conmigo mismo, recapacité y brotaron esas ganas de entrenar. El deporte me ha dado mucho, es un estilo de vida y tenía que intentarlo otra vez. Cuando me perdoné por lo ocurrido decidí volver, primero jugué al pádel con los amigos, también nadé algún día y luego me puse a correr”, narra.
Su tenacidad y fuerza de voluntad eran los motores que le obligaban a avanzar. Disputó una prueba de 10 kilómetros y luego una media maratón en 2021. Su idea inicial era buscar la clasificación para los Juegos de París en maratón, pero su categoría la habían eliminado del programa paralímpico. Tras unas semanas de reflexión, se puso manos a la obra para reencontrarse con el triatlón y terminar de recuperar la sonrisa. “Siempre me he caracterizado por ser muy alegre, pero con el accidente me convertí en una persona muy oscura. Pude revertirlo cuando logré nadar, pedalear y correr, cerraba así el círculo, volví a ser feliz completamente. Regresé por la estima que le tengo, rendirse nunca es una opción”, asevera.
Renovado el valor por la adrenalina y tras unos meses de entrenamientos le llegó su bautismo en la Copa del Mundo de A Coruña en junio de 2022, donde conquistó un bronce. Ese día le devolvió a Álex Sánchez Palomero -medallista paralímpico, mundial y europeo- la plata del Mundial de Gold Coast (Australia) 2018 que había ganado el salmantino y que se la prestó cuando fue a visitarle al hospital. “Me ha ayudado mucho, él también tiene un brazo inmovilizado y ha sido un gran apoyo en los momentos difíciles. Me dijo: ‘Esta medalla te la quedas y cuando hagas otra vez un triatlón me la entregas’. Le contesté que estaba loco -ríe-. Me veo muy reflejado en él, es un deportista top, un súper amigo, humilde y muy trabajador. El broche perfecto es que ambos vamos a competir juntos en unos Juegos”, recalca.
En apenas dos años Riudavets acumula siete medallas (tres oros, una plata y tres bronces), siendo subcampeón de Europa y cuarto en el Mundial. “Es para estar orgulloso de lo conseguido en tan poco tiempo. Tuve que adaptarme a un mundo que ya sabía cómo funcionaba, pero a la vez desconocido. Con trabajo estoy sacando el máximo rendimiento en una categoría dura. Tengo mucho margen de mejora y puedo ser aún más competitivo. He subido el nivel en los tres segmentos, en natación antes mis rivales me sacaban cuatro minutos, ahora un minuto y poco, algo a resaltar porque soy de los pocos participantes con discapacidad de brazos. En bici he dado un salto y en la carrera a pie soy bastante solvente, es mi punto fuerte”, explica.
El balear aterriza en París sumergido en una dulce ilusión y con mirada soñadora. “Estoy motivado, con ganas de aprender y de disfrutar. A los Juegos acudo con ambición, con la idea de luchar por lo máximo, aunque la competición me pondrá después en mi sitio. El oro es inalcanzable porque el francés Alexis Hanquinquant es imparable, lo gana todo. El objetivo es ir a por la plata o el bronce, lo veo posible. Pero no será frustrante si no lo consigo, mi victoria es que he vuelto a disfrutar del deporte”, añade.
Aunque su vista está puesta en el pontón flotante situado junto al puente de Alexandre III, desde donde arrancará el 1 de septiembre la prueba de triatlón, ya tiene en mente otra cita paralímpica: los Juegos de Invierno de Milán-Cortina d’Ampezzo 2026. Forma parte del equipo español de esquí de fondo y ya ha debutado internacionalmente. “Un menorquín en la nieve suena a chiste -ríe-, aunque el mejor ejemplo lo tengo en la esquiadora Úrsula Pueyo. A finales de este año me pondré las pilas para entrenar en la nieve y no es algo descabellado pensar en esos Juegos. Si algo me caracteriza es la tozudez, es otro reto por el que pelearé”, finaliza Nil Riudavets, un deportista con una vitalidad sin límites.
NIL RIUDAVETS
Nil Riudavets Victory (Maó, Menorca 1996). Triatlón. Subcampeón de Europa en 2023. Cuenta con siete medallas internacionales. Debuta en unos Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Optimista, alegre y comprometido.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
Un buen libro, el ‘AirTag’ por si pierdo la bici, que es un sensor, y también un antifaz para dormir -ríe-.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
Se me da bien jugar al pádel.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Teletransportarme.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
A los payasos, sobre todo, a Joker -ríe-.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
Los caracoles, me encantan.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A la montaña, a los Pirineos.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
Un barco, gasolina y un patrón para que me lleve de isla en isla -ríe-.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un águila.
10.- Una canción y un libro o película.
‘Valiente’, de Vetusta Morla. Y un libro, ‘El hombre en busca de sentido’, de Viktor Frankl.