En su estado de WhatsApp tiene la frase ‘Trabaja hasta que tus ídolos se conviertan en tus rivales’. La lleva grabada desde que era un crío y miraba con ojos brillosos a esos jugadores a los que trataba de emular en la cancha. Con el desparpajo que sólo la juventud permite y el enorme talento que atesora en sus brazos infinitos, Ignacio ‘Pincho’ Ortega ha cumplido esa predicción y ya se codea con sus héroes de la infancia. Asentado como uno de los jugadores con mayor proyección a nivel mundial, a sus 23 años es un pilar en la selección española de baloncesto en silla de ruedas, con la que peleará por las medallas en los Juegos Paralímpicos de París.
Tiene el instinto de la canasta en la cabeza, es un ilusionista de recursos ilimitados con el balón. Encarna el descaro, la frescura y la pasión de una nueva generación que pisa fuerte. Con su personalidad fiera, energía contagiosa, sabiduría táctica y liderazgo, el madrileño se ha convertido en el director de orquesta capaz de componer con su batuta la mejor melodía del equipo que entrena Abraham Carrión, que le dio galones en el pasado Europeo de Rotterdam, siendo clave en una España que logró la plata y el pasaporte para la cita francesa de este verano. “Pensar cada mañana en los Juegos me ha permitido levantarme con alegría y con ganas. Ya estuve en Tokio 2020, pero los de París 2024 serán espectaculares, otro sueño cumplido”, dice.
Ese deseo comenzó a esculpirlo cuando apenas era un chaval y se sentó en una silla para agarrar el balón anaranjado en el Club Alcobendas. Antes había probado el esquí, el pádel, el tenis o el piragüismo a través de la Fundación También. “El baloncesto me atrapó, me llegó al corazón, me daba algo diferente y me ayudó a sacar el alma competitiva que llevaba dentro”, explica Ortega, que nació sin ambas piernas de rodilla hacia abajo. Aquello no supuso impedimento para practicar cualquier deporte desde que era pequeño.
“En lugar de lamentarse, con positivismo mis padres tiraron hacia adelante y buscaron maneras para mejorar mi calidad de vida. Nunca me encerraron en una burbuja, al contrario, les di una infancia movida porque era un niño muy inquieto, pillín y travieso. Con ocho meses ya llevaba prótesis, por tanto, para mí no fue algo traumático porque crecí con ello. De niño me apuntaba a todas las actividades posibles, iba en handbike, jugaba al fútbol de portero o nadaba. Y en la calle con mis amigos exprimía cada minuto, siempre con una sonrisa”, relata ‘Pincho’, apodo que le pusieron en la cuna del hospital: “Hacía calor y cuando mi madre me quitó la ropa estaba tan rojo que mi tío me comparó con un pincho moruno y se quedó ese sobrenombre”.
Entre los 12 y los 15 años vivió junto a su familia en Virginia (Estados Unidos), lugar al que destinaron a su padre, que es militar. Allí rompió el cascarón, siendo MVP y ganando con el Richmond Sportable Spokes la liga de High School. Su descaro y cualidades no pasaron desapercibidas y fueron varios equipos los que intentaron reclutarlo. Se decantó por el CD Ilunion, club en cuya escuela se había formado. En el primer curso cosechó el triplete -Copa, Liga y Champions League- y en el segundo ganó la Copa del Rey.
“Fue como un máster, aprendía en una semana lo que en cualquier sitio tardarías tres años. Al principio me dio vértigo porque estaba rodeado de leyendas como los hermanos Alejandro y Pablo Zarzuela, Terry Bywater o Bill Latham, gente a la que veía por televisión y con la que soñaba jugar. Tuve el mejor proceso de aprendizaje posible. Aquella frase de niño se hizo realidad y en estos años he tenido la suerte de empaparme de todos esos grandes jugadores, como el canadiense Patrick Anderson, el mejor de la historia, al que me enfrenté esta temporada”, subraya.
Con 17 años hizo las maletas y volvió a cruzar al otro lado del Atlántico para continuar su formación académica -estudió Relaciones Internacionales-. La oferta de la Universidad de Alabama era irrechazable. “En Estados Unidos tienen un sistema que envidio, nos ayudan a compatibilizar la vida deportiva con la académica. En España deberíamos aprender de ellos, espero que algún día llegue a esos niveles”, asegura. Durante su aventura americana conquistó dos anillos en el campeonato universitario, uno en 2019 y otro en 2023 en su último baile, dejando una huella indeleble en el equipo y siendo el máximo anotador histórico.
En las últimas temporadas ha confirmado todos los buenos pronósticos que había sobre su figura. “He mejorado mucho, el método de enseñanza que tienen es diferente, se enfocan en los fundamentos del baloncesto y eso me ha hecho más fuerte y completo”, recalca. El ala-pívot, que regresó el año anterior a Ilunion -ganó la Supercopa de España-, ha evolucionado hacia un jugador total, tira, penetra, asiste, genera juego e intimida bajo el aro. “Debo pulir muchos aspectos todavía, estoy lejos de mi techo. Ahora que soy profesional y no tengo que preocuparme por los estudios, le dedico todo el tiempo posible al baloncesto, saco horas extras para quedarme tras los entrenamientos y lanzar a canasta o repasar jugadas”, comenta ‘Pincho’, que se considera un “fanático de las zapatillas Nike Jordan, aunque no tenga pies”, dice riendo.
Dejó atrás su ciclo como junior en la selección tras ganar en 2021 el oro en el Europeo y en 2022 el bronce en el Mundial sub 23, siendo MVP en ambos torneos. Ya está consagrado en la absoluta, con la que debutó en el Mundial de Hamburgo en 2018, aunque un año después se quedó fuera del plantel para el Europeo de Polonia en el que España ganó la plata. “Fue un palo gordo, pero aprendí, eso no hizo que me hundiera, sino todo lo contrario, alimentó el hambre que tenía y conseguí llegar a los Juegos de Tokio, que fueron una pasada pese a que se nos escapó el bronce y costó digerirlo. Hay ganas de revancha, queremos demostrar que merecemos una medalla paralímpica”, añade.
Ese año también sufrieron otro mazazo, el séptimo puesto en el Europeo de Madrid y la no clasificación para el Mundial de Dubái. “Fue un batacazo, aquello hundió anímicamente al vestuario. Estábamos en pleno cambio de cuerpo técnico, teníamos algunas bajas y no nos dio tiempo a acoplarnos. No son excusas, no estuvimos a nuestro máximo nivel. En 2022 ganamos la Copa de Naciones -él fue elegido MVP- frente a Países Bajos, Gran Bretaña, Francia y Polonia, eso nos devolvió la confianza, recuperamos nuestro ADN para encarar el evento más importante, el Europeo de Rotterdam del año pasado”, rememora.
España, a pesar de sufrir dos derrotas en la fase de grupos y de caminar sobre el alambre en cuartos de final ante Turquía, acabó llevándose la plata y uno de los dos pasaportes para los Juegos de París. Y ‘Pincho’ acaparó gran parte de los focos, destapó el tarro de las esencias para dejar brotar su juego de quilates. “Estoy cómodo con el rol que tengo y con lo que puedo aportar. Entrar en el quinteto me da esa seguridad y empujón que necesitaba. Acepto con valentía cada minuto que me den, estoy listo para aportar al equipo ya sea como organizador o batallando en la pintura con los más grandes. Voy a dejarme la piel”, asevera.
En el parqué del Arena Bercy, la selección española lidiará en la primera fase con Estados Unidos, Países Bajos y Australia. “Estamos los ocho mejores equipos, no se permitirá un respiro y cualquier desconexión te deja fuera de la lucha por las medallas. Gran Bretaña y Estados Unidos quizás estén un pelín por encima, pero el resto estamos preparados para arrebatarles el trono. Vamos con entusiasmo y con ganas de demostrar que somos una potencia, queremos redimirnos del resultado en Tokio y subir en el podio. Somos peleones, de sangre caliente y no nos rendimos. Con cabeza fría, siendo un grupo sin grietas y jugando nuestras cartas, podemos ser imparables. Estamos con hambre y queremos el oro que ansiamos, hay nivel y potencial para lograrlo”, finaliza ‘Pincho’ Ortega, un jugador que destila magia.
PINCHO ORTEGA
Ignacio Ortega Lafuente (Madrid, 2000). Baloncesto. Disputa sus segundos Juegos Paralímpicos. Plata europea con España en 2023. Bicampeón de la Liga Universitaria de Estados Unidos con Alabama.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Apasionado, divertido y equilibrado.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
Los Chupa Chups, me llevo uno a la boca antes de cada partido -ríe-.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
No soy muy talentoso, pero se me da bien tocar la guitarra, aunque la tengo aparcada y tendría que refinar ahora.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Volar.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
Miedo no le tengo a nada.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
Un buen trozo de carne y las comidas que hace mi madre.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A Nueva Zelanda.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
Unas esterillas, un buen amigo y muchos Chupa Chups -ríe-.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un caballo salvaje.
10.- Una canción y un libro o película.
‘First Class’, de Jack Harlow. Y una película, ‘Divergente’.