Bajo el techo de cristal del Grand Palais, en pleno centro de la Ciudad de la Luz, la mosquetera Judith Rodríguez ha hecho historia empuñando el florete con un ‘touché’ de bronce en los Juegos Paralímpicos de París. Una medalla que sirve para sacar a la esgrima en silla española del desierto. Desde el bronce de Daniel Lamata en Sídney 2000, este deporte andaba seco y melancólico en la cita magna. La viguesa, con una enorme fortaleza mental, corazón, fe, bravura y talento, se impuso en el duelo definitivo a la hongkonesa Chui Yee Yu por 15-11 para subir al podio.
La esgrima le debía un momento así después de una larga travesía en la que derramó muchas lágrimas. Durante un tiempo decidió alejarse de la sala de armas del Club Esgrima Vigo El Olivo, lugar en el que había sido feliz. Era una de las promesas de esta disciplina, pero un accidente de tráfico cuando regresaba de una competición truncó sus sueños. Tras la amputación de su pierna derecha, supo reconstruir su vida a través del deporte que ama, aunque esta vez desde una silla de ruedas. En dos años se ha instalado entre las mejores del mundo y ha cumplido el sueño de ser medallista paralímpica.
No iba a París a ver la torre Eiffel, sino a pelear por los metales. Con hambre y sin la presión de las favoritas, la gallega se veía peligrosa. Nunca había competido ante tanto público, pero no le intimidó el ambiente en el Grand Palais, al contrario, le dio un extra de motivación. En las gradas su hermana Cintia y su cuñado Tomás se desgañitaban animándola. En el tablón de 16 le tocó medirse a la hongkonesa Pui Shan Fan, a la que derrotó por 15-10. En cuartos le costó sudor y trabajo superar a la italiana Ionela Andreea Mogos (15-12), una rival muy defensiva, aunque encontró las vías por las que atacarle.
En semifinales le esperaba un hueso duro del circuito, la china Xufeng Zou, dos veces campeona paralímpica y nueve del mundo. No se amilanó Judith y plantó batalla, aunque se le escapó el pase a la final (12-15). Le tocaba ir a la repesca y en el primer duelo se mostró contundente para vencer con claridad por 15-10 a la húngara Zsuzsanna Krajnyak. Se marchó a descansar tres horas y a resetear la mente, estaba ante el asalto más importante de su trayectoria deportiva. Entraba al pabellón sonriente y con mucha confianza, como venía haciendo durante toda la jornada.
Enfrente tenía a la hongkonesa Chui Yee Yu, una leyenda de la esgrima, siete oros paralímpicos y 11 veces campeona del mundo. No había miedo en el rostro de Judith, sus ojos desprendían ilusión y voracidad. Ya le había ganado el pasado mes de julio en la Copa del Mundo de Varsovia (Polonia) y salió a por todas, con energía, sin dejar respirar a su contrincante. En cada punto soltaba la adrenalina y gritaba, comiéndole la moral a la asiática. Llegó a situarse con 11-3 en el marcador, pero Chui Yee Yu reacción, tiró de experiencia y apretó el resultado hasta el 12-11.
Cuanto más difícil se le ponía y la tensión se apoderaba de ella, la viguesa supo serenarse y respondió a lo grande, encadenando varios puntos (15-11) que le daban la victoria y el bronce paralímpico. Grito liberador, puños en alto y abrazo eterno con su maestro, Manuel Mariño. Toma así el relevo a pioneras de la esgrima española como Paqui Bazalo y Gema Hassen-Bey, oro y bronce, respectivamente, en Barcelona 1992, además de bronce por equipos junto a Cristina Pérez tanto en la Ciudad Condal como en Atlanta 1996.
“Siempre soñé con un momento así, pero no me imaginé que iba a sentir tanto dentro porque ves que todo lo trabajado durante tanto tiempo ha salido hoy. Estoy muy contenta con la medalla. El asalto era muy complicado, pero empecé bien y supe mantener la calma. Luego ya me remontó, pero al final metí los dos últimos puntos y conseguí la medalla. Cuando se subió el número 15 al marcador dije: ‘No me puedo creer este momento’. Es realmente impresionante el sueño que es estar aquí”, ha comentado. En la prueba de espada perdió por 11-15 en la repesca, precisamente, frente a la hongkonesa.
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