Por el paso del kilómetro 30, el muro, la barrera que señala a los elegidos, cuando asoma el ‘tío del mazo’, Alberto Suárez aguantaba con su buena resistencia. El tramo exigía, con una subida prolongada por los Campos Elíseos y el español, con la cabeza fría y fuerza en las piernas engañaba a su cuerpo recitando mantras de autoayuda y pensando en su familia, en su hijo Álvaro, que le esperaba en la meta y que todavía no había podido ver a su padre in situ en unos Juegos. Tenía el bronce amarrado, pero su voracidad no conoce límites y a falta de cuatro kilómetros le dio caza al marroquí El Amin Chentouf para llevarse la plata en categoría T12 (discapacidad visual) en París. Es su tercera medalla paralímpica ya que en Londres 2012 fue oro y en Río de Janeiro 2016 plata. Y la 40 para España en esta cita.
A primera hora de una mañana con temperatura fresca y con un cielo cubierto de nubes algodonadas, sus pisadas marcaban un ritmo constante, de zancada larga. En un recorrido desafiante con salida en el Parc Georges Valbon, en La Courneuve, el asturiano de cabellera plateada y barba recortada arrancaba fuerte y enérgico, exprimiéndose con una mentalidad positiva y una fe inquebrantable. El marroquí y el tunecino Wajdi Boukhili abrían hueco con el grupo y comenzaban a alternarse tirando juntos. El español no se inquietaba, seguía con su plan previsto. Durante varios kilómetros corrió pegado al otro tunecino, Hatem Nasrallah, y también con el ruso Denis Gavrilov.
Los metros avanzaban por el circuito francés, con un perfil duro y que pasaba por el Palacio de Versalles, el Arco del Triunfo, la plaza de la Concordia o los puentes sobre el Sena, y Suárez se mantenía en puestos de medalla, valorando sus opciones, afilando los dientes. Como si un resorte saltara en su cuerpo, decidió dar un golpe en la mesa. Cambio de ritmo y dejó de sentir el aliento del ruso. Únicamente miraba hacia adelante, tenía la gloria cada vez más cerca.
Pero inconformista, con la carga de metros y la dificultad del terreno, el ovetense tenía gasolina reservada en sus piernas y aceleró para superar a Chentouf y llevarse la plata. Con la torre Eiffel de fondo, la imperial explanada de Los Inválidos le aguardaba con una recta azul y cientos de personas. Se persignó antes de cruzar la línea de meta en 2:24.02 y alzó el puño. Oro en Londres 2012 y plata en Río de Janeiro 2016, a sus 46 años el incombustible maratoniano que de joven detestaba correr, completa otro reto hercúleo al sumar su tercera medalla paralímpica. Por su parte, Gustavo Nieves se llevó un diploma al ser octavo.
“Es muy emocionante porque son muchos meses trabajando para estar aquí. En Tokio llegué un poco lesionado y la sensación fue agridulce, pero el trabajo se ha visto reflejado ahora en este segundo puesto. Intenté mantenerme en ese grupo secundario al principio un poco refugiado hasta el kilómetro 10 cuando vi que el ritmo no era lo que habíamos pensado, y fui a tirar yo. En el avituallamiento en el 35 supe que Chentouf había pinchado y que lo podía coger, esa fuerza fue la que me hizo poder llegar al final. Se la dedico a mi familia, a mi mujer y a mi hijo, que mañana cumple 15 años”, ha explicado.