Sonríe siempre, entre la timidez y la ambición. Todo en la vida y en la trayectoria deportiva de David José Pineda ha llegado desde el esfuerzo y la determinación, derribando dificultades hasta alcanzar un presente magnífico. Sus zancadas, cargadas de superación, le han convertido en uno de los mejores del mundo en 400 metros T20, clase que engloba a atletas con discapacidad intelectual. Pocos conocían “ese secreto”. Lo había tapado “por vergüenza, por el qué dirá la gente”. Era una de las grandes promesas del panorama español en los 400 metros vallas y durante años rechazó competir en pruebas paralímpicas. Este curso decidió probar y el rayo numantino ha deslumbrado, rompiendo el récord de Europa en su categoría y clasificándose para los Juegos de París.
Es uno de los últimos atletas de la selección en llegar a toda prisa. Una sorpresa, un as en la manga para España en la cita de la capital francesa. “Era una idea que me habían planteado muchas veces, pero era muy reacio, siempre respondía con un no. En la adolescencia me daban el carnet en el que aparecía mi discapacidad y siempre lo rompía. Sentía miedo a lo que pensara el resto, también por desconocimiento. Ahora vi que era el momento adecuado y he aprovechado la oportunidad. Estoy muy orgulloso por haber dado el paso y por representar a mi país en el evento deportivo más grande”, comenta el talento soriano.
Pasó los primeros 12 años de su vida en Los Jovillos, un distrito del municipio de Azua (República Dominicana), su esencia, un barrio donde las necesidades abundaban. “Acceder al agua potable era lo más complicado, había muchos cortes de suministro. Teníamos que llenar garrafas pequeñas para ducharnos y guardarlas para toda la semana”, relata. Lo que nunca faltó fue comida en la mesa. Creció en el seno de una familia “numerosa” y humilde que se dedicaba al campo. Él es el mayor de cinco hermanos. Cada día antes de ir a la escuela, Pineda ayudaba a su padre a sembrar y a recoger la cosecha de plátanos, mangos o aguacates.
En sus ratos libres le gustaba pasar tiempo en el río y, sobre todo, jugar al béisbol en un descampado a pocos metros de su casa, iluminados por la luz de una farola. “Se me daba bien, era muy rápido. El bate lo fabricábamos con una botella de plástico y con un palo de madera bien encajado, y la pelota la hacíamos con cartones de leche. Después sí jugué en el equipo del pueblo, me escapaba del colegio antes de que acabasen las clases e iba a entrenar. Era muy travieso y me castigaban bastante”, dice riendo. En 2010 pasó de la dureza de República Dominicana al sueño de Soria, donde su madre había llegado antes para trabajar en una fábrica de piezas de automóvil, ahorrar y traer a sus hijos.
Fue un cambio a mejor, aunque al principio le costó. “La calidad de vida no tiene comparación, aquí tienes más posibilidades para estudiar, una atención médica y más seguridad. La última vez que fui a Azua en 2019 la violencia había aumentado, no tiene nada que ver con lo que viví en mi infancia. Aunque fue difícil adaptarme, junto a mis hermanos pasábamos muchas horas encerrados en casa porque mi madre trabajaba y lloraba bastante cada noche. En el cole estaba solo, apenas hablaba con dos compañeros. Y En España fue la primera vez que me dijeron lo de la discapacidad. No quería reconocerlo, me daba reparo”, rememora.
Hasta que el atletismo se cruzó en su camino de casualidad, tras visitar la tienda de deportes de Abel Antón y Fermín Cacho, legendarios atletas sorianos. “Se lo comenté a mi profesor, que me dijo que era amigo del entrenador de ellos dos, Enrique Pascual, y tras ponerme en contacto con él, empecé a entrenar con Kike Márquez en el Club Atletismo Numantino. El primer día fui con unas zapatillas de calle -ríe-. No tenía dinero para comprarme unas con clavos y en el club me las dieron. El deporte me cambió, comencé a ser mucho más sociable, a hablar con la gente”, asegura. Y no tardó en destapar sus virtudes, su habilidad y destreza lo llevaron a ganar metales en categorías inferiores. Comenzó en pruebas combinadas, siendo campeón de España en cadetes y medallista en juvenil, pero se especializó en 400 metros vallas.
“En edad junior entrenaba algo desmotivado porque, al no tener la nacionalidad española, no podía optar a una medalla en un Campeonato de España ni competir internacionalmente”, lamenta. En febrero de 2017 la recibió y en julio de ese año se proclamó campeón nacional y se colgó un bronce en el Europeo de Grosseto (Italia), aderezado con un récord sub 20 (50.41), que no se batía desde 1976. En 2018 también quedó cuarto en los Juegos Mediterráneos de Tarragona. Parecía que su carrera despegaba, pero varias roturas de isquiotibiales y problemas en una rodilla le impidieron progresar como quería.
“Tuve unos años con muchas lesiones musculares, no terminaba de arrancar y cuando parecía que volvía, otra vez me pasaba algo. Por suerte, tengo gente a mi alrededor que confía en mí y eso hace que nunca me rinda”, recalca. Una nueva puerta se abrió ante él en diciembre de 2023, cuando su cabeza hizo clic al ver por televisión una competición para personas con discapacidad. “Rompí esa barrera mental y acabé aceptándolo. Ya me da igual lo que opinen de mí, lo importante es lo que piense yo y aquellos que me rodean. Me di cuenta de las oportunidades que había tenido y que no supe aprovechar. Así que le dije a Kike que quería intentarlo, que la vida podía cambiarme”, narra.
Tuvo que dejar las vallas y centrarse en los 400 metros lisos. “No me gusta mucho porque no sé correrlos. Las series son muy parecidas, pero cambia la técnica, antes iba con una frecuencia de paso mayor y ahora voy con más amplitud. Le voy cogiendo el ritmo”, confiesa. Los tiempos de este portento de 26 años no engañan. En mayo se impuso en el Campeonato de España a Deliber Rodríguez, el referente en esta disciplina desde hace casi una década. Y en junio acudió al Grand Prix de París y brilló en el estadio Charléty. Firmó una carrera espectacular, venció a todos sus rivales, batió el récord de Europa (47.03 segundos) y consiguió la mínima A para los Juegos Paralímpicos.
“Estaba nervioso antes de correr porque era la última ocasión que tenía para hacer la marca, pero iba seguro de mí mismo y lo logré. Mi sueño era participar en la Diamond League, aunque ir a unos Juegos es mucho más grande, es el escaparate más importante, dónde te das a conocer. Todavía no me ha dado tiempo a digerirlo, hace poco ni me lo planteaba. Estoy feliz, entusiasmado, con ilusión y hambre, quiero comerme la pista y hacer un buen resultado”, añade.
Sabe todo lo que supondría también a nivel económico alcanzar una medalla. Un oro son 94.000 euros, la plata 48.000 y el bronce 30.000. Un gran acicate al margen de la motivación deportiva. “Es otra de las razones por las que tomé la decisión. Nos vendría de maravillas, lo invertiría en una casa para mi madre, ella ha luchado mucho por nosotros. Y mi capricho sería comprarme una PlayStation 5, que la que tengo está a punto de morir”, bromea. En el Stade de France se medirá en los 400 metros T20 a rivales como el venezolano Luis Felipe Rodríguez, el colombiano Jhon Sebastian Obando, el galo Antoine-Charles Kouakou o los brasileños Daniel Tavares y Samuel Oliveira, quien posee el récord del mundo con 46.48 segundos.
“Soy sincero, el único al que conozco y porque coincidí con él, es al francés, del resto no sé nada. Sé que el nivel es alto y eso me motiva más. Son atletas con más experiencia en estas competiciones, no me darán margen de error, pero tampoco lo pondré fácil. La idea es salir rápido, relajado y sin gastar toda la fuerza en los primeros 200 metros para tener esa explosividad y energía en la recta final. No me conformo con la plata o el bronce, no entreno para sacar un 5, sino para ir a por el 10. Luego la carrera me pondrá en mi sitio. Pero soy muy ambicioso, quiero ganar el oro, es el objetivo. Sé que puedo sorprender”, pronuncia con rotundidad David José Pineda, un velocista con una personalidad firme y de voluntad tajante.
DAVID JOSÉ PINEDA
David José Pineda Mejía (República Dominicana, 1998). Atletismo. Bronce europeo sub 20 y campeón de España júnior en 400 metros vallas. En atletismo para personas con discapacidad, debutó en junio ganando el Grand Prix de París en 400 metros lisos T20. Disputará en París sus primeros Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Alegre, pasota y trabajador.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
Un peluche de Monkey D. Luffy, el protagonista de la serie manga ‘One Piece’.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
Jugar a los videojuegos -ríe-. Y también tengo muy buena memoria fotográfica.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Monkey D. Luffy en la serie ‘One Piece’ usa frutas del diablo para luchar contra sus enemigos. Así que elegiría una que le otorga el poder de la elasticidad, su cuerpo se convierte en goma -ríe-.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
A nada.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
El arroz.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
Me encanta cuando viajo al sur de España, sobre todo, a Cádiz, me da mucha paz y tranquilidad.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
El móvil y mi almohada.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un gato.
10.- Una canción y un libro o película.
‘Not Like Us’, de Kendrick Lamar. Y libro, ‘El poder del ahora’, de Eckhart Tolle.