A veces, el deporte depara caminos poco previsibles, como el de Nagore Folgado. Odiaba correr, solo lo hacía cuando llegaba tarde a algún sitio o para escapar de la lluvia. Lo dice ella misma: “Era una vaga. No entendía la razón por la que la gente corriera por gusto. Antes, cuando paseaba con mi abuela, que tiene más de 70 años, le decía ‘Yaya, para que no puedo seguirte’. Ahora es ella la que me dice que frene -ríe-. No puedo estar quieta, a cualquier sitio voy rápido. Se ha convertido en mi forma de vida”. El atletismo se encargó de destapar la velocidad innata de sus piernas y en pocos años se ha colado en la corte de las mejores esprínteres ciegas del mundo.
Vigente campeona de Europa y bronce mundialista en 100 metros lisos categoría T12, a sus 20 años afronta sus segundos Juegos Paralímpicos. “Los de Tokio 2020 me pillaron por sorpresa, no estaba preparada. A los de París 2024 voy con otras expectativas, quiero luchar por las medallas”, recalca. Nunca pensó que se vería en unos tacos de salida. Adquirió la afición por el atletismo gracias a la insistencia de sus compañeros a través de unas actividades realizadas por la ONCE. Antes había probado goalball y natación, pero ninguna modalidad le llenó lo suficiente para seguir. “Al principio iba porque quería estar cerca de mis amigos, era una manera de socializar, no me lo tomaba en serio. Me gustó el ambiente y acabó atrapando. Ahora no puedo estar un día sin correr”, afirma.
Aún está en pleno proceso de cocción, pero sus poderosas zancadas y progresión exponencial ya dejan huella en el tartán y devoran logros importantes. Ha dejado de ser una promesa para convertirse en una realidad. “Soy joven todavía, tengo margen de mejora y puedo hacer cosas bonitas en este deporte”, asegura con la confianza y determinación con la que se ha desenvuelto desde niña. Con apenas dos años venció al retinoblastoma bilateral que le detectaron, un agresivo cáncer que se cobró su factura: el ojo opaco izquierdo y un resto visual de menos de un 1% en el derecho. “Un metro más allá de mi nariz no distingo nada, lo veo borroso. Y desde hace unos años también tengo cataratas a raíz de la quimio”, cuenta.
La falta de visión no supuso ninguna rémora en su infancia. “No fue traumático porque he convivido con ello casi desde que nací, para mí ha sido algo normal, no era consciente de ello, por eso nunca tuve miedo. En la calle era una chica atrevida, hacía lo mismo que mis amigos, incluso me saltaba las prohibiciones de los médicos, como ir con la bicicleta por la montaña o jugar a la pelota. Siempre con un control, nunca me puse límites a mí misma”, subraya. A partir de los 13 años la pista de atletismo pasó a ser un espacio sin obstáculos, un lugar que le devolvería parte de esa libertad perdida por la ceguera.
Su cabeza hizo clic cuando ganó una carrera de 80 metros en Alicante en su primera competición: “Llevaba un mes entrenando, no sabía ni lo que eran las zapatillas de clavos y nadie confiaba en mí, ni siquiera mi madre vino a verme. Y gané. Cuando la llamé para contárselo rompió a llorar. Desde entonces trata de no perderse ningún campeonato, somos uña y carne. En esa carrera, cuando llegué a la meta sentí una satisfacción que no había tenido nunca. Salir airosa de ese desafío me terminó por enganchar”. La valenciana también destacó en salto de longitud, pero tuve que dejarlo ya que cuando caía en el foso de arena el ojo le dolía y sufrió un desprendimiento de retina.
Se especializó en 100 y en 200 metros, pruebas en las que se proclamó campeona del mundo sub 18 en Nottwil (Suiza) en 2019. “Fue mi presentación internacional, un punto de inflexión porque rompí una barrera mental, me di cuenta de que con esfuerzo y trabajo podía llegar a ser deportista de élite”, explica. Ahí ya se vio obligada a acudir a un guía para correr, siendo Joan Raga sus ojos en la pista. Con él dio un salto grande al conquistar el oro en 100 metros y la plata en 200 en el Europeo de Bydgoszcz (Polonia) en 2021.
“Forzaba tanto la poca visión que tengo, que el dolor era insoportable y frenaba mi velocidad. Puede resultar irónico, pero ir atada a un guía me hace sentir libre”, asegura. Unos meses después de proclamarse campeona continental le llegó una recompensa “inesperada”, su convocatoria para los Juegos de Tokio pese a no tener la mínima. Con 17 años, sin su guía -corrió con Enric Martín porque Joan tuvo que regresar a España por motivos personales- y con problemas físicos, Nagore se llevó un diploma paralímpico al ser séptima.
“Fue un regalo estar allí. No contaba con ir, mi pico de forma estaba centrado en el Europeo y tuve que alargar la temporada, así que llegué con mucha sobrecarga en las piernas. Pero me marché muy contenta con el resultado y con el aprendizaje. Y encima tuve la suerte y el honor de correr en la calle contigua a la de la cubana Omara Durand, una atleta imbatible, de las mejores de la historia. Tenerla como rival me ayuda a mejorar”, asevera. El año pasado acompañó a la caribeña en el podio del Mundial de París al llevarse un bronce en los 100 metros. Esta vez, con Javier Zaplana como guía, mejorando su marca personal (12.66 segundos).
Esta temporada ha vuelto a correr con Raga, quien le guiará en París. “Es un gran profesional, me siento muy cómoda con él, tenemos una gran complicidad, está muy comprometido y siempre pone mis prioridades de entrenos por encima de los suyos. Hay ‘feeling’ dentro y fuera de la pista y eso se nota en el rendimiento deportivo. Javier también nos ha echado una mano en la preparación y le estoy muy agradecida. Hemos hecho hincapié en cómo empujar en los primeros apoyos, en la aceleración, en la técnica de carrera y en los últimos metros. Estamos fuertes, tenemos calidad para estar entre las mejores”, dice la joven, que estudia primero de Pedagogía.
Se están moviendo en unos tiempos que invitan a pensar en cotas altas en los Juegos Paralímpicos, sobre todo, en 100 metros T12. “Ya noto el cosquilleo en el estómago, aunque lo afronto sin mucha presión, hago lo que me gusta, que es correr. Quede primera o última, solo quiero disfrutar de la experiencia y aprender. Tener a mi familia y amigas en la grada animando será un extra de motivación. Estamos con buenas sensaciones, vamos a por todas, sin miedos, queremos vaciarnos en cada zancada, meternos en la final y una vez en ella, pelear por la medalla. Somos ambiciosos, podemos estar en el podio. Si no es en París, ya caerá en Los Ángeles 2028”, apostilla.
NAGORE FOLGADO
Nagore Folgado García (Valencia, 2004). Atletismo. Campeona de Europa en Polonia 2021 y bronce mundial en 100 metros T12 en París 2023. Disputa sus segundos Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Luchadora, ambiciosa y familiar.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
Los cascos para escuchar música.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
La gente me dice que soy muy detallista, que tengo arte para dar sorpresas -ríe-.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Tener buena visión -ríe-.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
A olvidarme de las cosas que necesito para competir. Miro la mochila tres o cuatro veces para saber que lo tengo todo controlado. Sobre todo, reviso bien que llevo los tacos de las zapatillas.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
La paella valenciana.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A la montaña.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
A mi madre, a mi abuela y juegos de mesa. La comida ya me la buscaría -ríe-.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un lince ibérico.
10.- Una canción y un libro o película.
‘High on life’, de Martin Garrix. Y el libro, ‘Diario de Anna Frank’.