Se va acercando al medio siglo, acumula más de 25 años de batallas y vivencias en el bañador y aún conserva esa motivación e ilusión de sus inicios. Vicente Gil rejuvenece en cuanto se sumerge en la piscina como si fuera una fuente de la vida eterna. Al veterano, aguerrido e incombustible bracista le ha llegado un regalo inesperado, una plaza para competir en París. Serán sus sextos Juegos Paralímpicos. “Lo veía tan crudo que aún no me lo creo. Ha sido a través de una invitación, pero me lo merezco porque estoy entre los siete mejores del ranking mundial esta temporada en mi prueba, 50 braza SB3”, recalca.
Empezó en la natación como terapia de rehabilitación y sin buscarlo se vio envuelto en los campeonatos. Hasta 1994, cuando sufrió una lesión medular a causa de un accidente de tráfico, creció con un ‘stick’ entre las manos. Se desenvolvía bien como lateral derecho o en el puesto de ‘stopper’ (defensor central) en el club de hockey hierba de Carpesa, una pedanía valenciana. Con 18 años sus anhelos y proyectos se esfumaron un 17 de diciembre en la carretera de Gandía (Valencia). “Me dirigía al municipio de Altea (Alicante) para hacer unos cursos de formación de jefe de campamento, tenía la titulación de monitor de ocio y tiempo libre. A mitad de camino el coche volcó y al no tener cinturones de seguridad en la parte trasera salí mal parado”, relata.
Se rompió las vértebras dorsales D2, D3 y D4, se fracturó un brazo y tuvo perforación y encharcamiento de pulmones. “No hizo falta que los médicos me explicasen nada, en esos momentos estudiaba tercero de BUP (Bachillerato Unificado Polivalente) y justo estaba dando el temario sobre la médula espinal, así que sabía lo que tenía. La silla de ruedas sería mi nueva compañera de viaje”, asegura. Lo digirió con entereza debido a su fortaleza mental y a que su corazón se había endurecido como una roca tras batallar contra el dolor en los dos años previos debido al fallecimiento de su madre y de su padre.
“Estaba en una edad complicada, fue duro, pero lo que había vivido anteriormente con la muerte de ambos me hizo más fuerte, así que supe mantener la cordura y no caí en depresiones ni me desvié del camino. Me ayudó mucho el apoyo de la familia y de mis amigos, que venían a visitarme en bandada”, dice riendo. A pesar de los golpes de la vida, no esperó a que pasara la tormenta y supo aprender a bailar bajo la lluvia. La piscina fue su aliada. En concreto, la del CD Aquatic Campanar, ya que el antiguo Hospital La Fe, en el que pasó seis meses ingresado, se encontraba justo enfrente.
“Mis tíos se encabezonaron en que tenía que hacer alguna actividad física. Me apunté a unos cursos para nadar los sábados y al principio ni flotaba -ríe-. Poco después, Pilar Javaloyas -11 veces medallista paralímpica- me dijo que tenía buenas cualidades y me propuso entrenar tres veces en semana con el club. Mi respuesta fue negativa, me conformaba con ir un solo día. Ella insistía cada vez que me veía y al final me convenció”, comenta. En 1997 debutó en Anoeta (San Sebastián) en un Campeonato de España: “Aluciné al ver a deportistas con tal diversidad de discapacidades. Allí estaban estrellas como Ricardo Ten, Xavi Torres, Richard Oribe o Sara Carracelas”.
Su bautismo internacional fue en los Juegos Paralímpicos de Sídney 2000. “Ese año pusieron las mínimas, me pedían 54.78 segundos y yo estaba lejos. Esa marca la veía cada día en el escritorio de mi ordenador y me propuse ir a por ella. La motivación era bestial cada vez que me tiraba al agua y en la piscina Sant Jordi de Barcelona lo conseguí al hacer 54.20. Fueron unos Juegos mágicos y tuve la oportunidad de nadar las semifinales del relevo 4×50 estilos. Aporté mi granito al oro que luego lograron en la final otros cuatro compañeros”, subraya.
En Atenas 2004 sí saboreó su primera medalla paralímpica individual al colgarse la plata en 50 braza SB3, siendo solo superado por el catalán Miguel Luque. “Ya no era un novato, sabía a lo que iba, lo tenía todo mascado y salió el trabajo”, afirma. Repitió resultado en Pekín 2008, otra plata en su prueba fetiche, aderezada con un bronce en relevos junto a Chano Rodríguez, Daniel Vidal y Pablo Cimadevila. “La preparación fue bestial con entrenos muy agónicos, llegué muy fino, pero me ganó un japonés por muy poco. La medalla se la dediqué a mis dos tías, que jamás habían viajado y se plantaron en China, sin idea de idiomas, hablando solo en valenciano -ríe-, fue especial”, recuerda.
En los dos siguientes Juegos, Londres 2012 y Río de Janeiro 2016, se llevó dos diplomas. “En Brasil tuve un problema físico, llevaba varios meses con infecciones de orina y tuvieron que hospitalizarme cuatro veces. Bastante hice al ser octavo”, sostiene Gil, quien también acumula otras preseas en su palmarés: una plata y un bronce mundial, así como un bronce europeo. “No he logrado más porque a lo largo de mi carrera me he dosificado mucho, no asistía a campeonatos para no explotar mi cuerpo y centrarme en los Juegos, el gran escaparate para nosotros, lo realmente importante”, confiesa.
Por ello le dolió bastante perderse la cita de Tokio 2020, sobre todo, porque tenía la mínima para acudir. Pero le habían subido de categoría -SB4- de manera injustificada. “Me medía a rivales con mayor movilidad, la diferencia era abismal. El problema es que llegó la pandemia de coronavirus y me dejaron en lista de espera para una reclasificación médica. Cuando llegó la revisión ya era tarde. Volvieron a bajarme a SB3, pero la espinita ya la tenía muy clavada”, lamenta.
No se rindió, a pesar de que los años “pesan y ya no recuperas como antes”, continuó otro ciclo más. “La piscina es inversión en salud, a mí me da vida. Y me gusta competir, seguir la estela de otros nadadores de clases superiores, fijarme metas y alcanzarlas”, añade. París 2024 era el siguiente objetivo. Con persistencia y trabajando en silencio se ha colado en sus sextos Juegos Paralímpicos. “En junio en el Campeonato de España en Terrassa se me acercó Teresa Perales y me dijo que lo tenía hecho, que iba a París. No me lo creía. Las mínimas eran exigentes, así que me adjudicaron una plaza por invitación debido a mi posición en el ranking. Eso me dio un extra de energía para ofrecer mi mejor versión en los entrenamientos, llego con buenos tiempos”, asevera.
Participará en 50 braza SB3, su especialidad. “Me apetece disfrutar de esta cita, vendrán familiares y amigos, así que me hace ilusión mirar hacia la grada y verlos allí. También quiero estar en la ceremonia de inauguración, que será histórica porque será la primera vez que se haga fuera de un estadio, aunque compito el primer día. Espero entrar en la final, me iría satisfecho si quedo sexto y ya quinto sería la repera. Puede pasar de todo, que a los favoritos les supere la presión, así que nada está escrito hasta que no tocas la pared”, apunta el nadador valenciano, que deja la puerta abierta a Los Ángeles 2028: “No me gustaría retirarme agonizando, mientras esté bien físicamente y las mínimas sean accesibles, seguiré, esta es mi pasión”.
VICENTE GIL
Vicente Gil Ros (Valencia, 1976). Natación. Oro en relevos en Sídney 2000, plata en Atenas 2004, plata y bronce en Pekín 2008. Tiene una plata y un bronce en mundiales, y un bronce europeo. En París disputa sus sextos Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Tranquilo, buena persona y dialogante.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
Siempre me llevo un chubasquero o una sudadera con gorro, aunque sea en verano, porque me salva mucho del frío que hace en los aviones o en los aeropuertos -ríe-.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
En hablar y en razonar, pienso demasiado las cosas -ríe-.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
El de la inmortalidad.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
Miedo a que fallezcan familiares o amigos antes que yo.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
La paella y una naranja de postre, como buen valenciano -ríe-.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
En mi casa y dando un paseo con mi perro por el campo en Carpesa.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
Me gusta estar solo, pero me volvería loco sino hablo con nadie -ríe-, así que me llevaría una radio para comunicarme.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En mi perro Bou, es un labrador y vive como un rey.
10.- Una canción y un libro o película.
‘Amigos para siempre’, de Los Manolos. Me cuesta terminar de leer libros y ver películas, así que me quedo con la serie ‘The Big Bang Theory’, la he visto ya varias veces.