La pasada noche, Núria Marquès rondaba eufórica por la zona de prensa de La Défense Arena después de haberse colgado el bronce con el relevo español 4×100 estilos mixto. Esa medalla supuso una liberación de nervios y de presión para el desafío que le venía en la piscina francesa en sus pruebas individuales. 24 horas después de subir al podio con sus compañeros, la nadadora de Castellví de Rosanes (Barcelona) ha vuelto a pisar el altar paralímpico con una plata en 100 espalda S9. Es su sexto metal en unos Juegos y todavía puede ampliar su cosecha ya que figura entre las favoritas en 200 estilos SM9.
Detrás de su radiante sonrisa y de sus azules y vivaces ojos hay fiereza y fuego cuando está en el agua, su hábitat natural desde niña, el lugar en el que salpica su versatilidad, descaro y talento. A sus 25 años presume de un palmarés sobresaliente, con seis preseas paralímpicas, 15 en mundiales y otras 15 en europeos. La última que ha añadido a su vitrina ha llegado en París tras engullir una dulce plata en su prueba favorita, igualando el metal cosechado en Río de Janeiro 2016 y en Tokio 2020. Un nuevo éxito en el que mucho tiene que ver el trabajo de Jaume Marcé, gurú de la natación, en el CAR de Sant Cugat (Barcelona).
Núria había ganado los mundiales de Londres 2019 y de Madeira 2022, pero el pasado año se topó con la estadounidense Christie Raleigh-Crossley, que le arrebató el trono. Era su rival más directa, aunque también miraba con el rabillo del ojo a la brasileña Mariana Ribeiro, otra amenaza, que había sido un poco más rápida que ella en la sesión matinal. Pero la final es otro cantar. La española, agarrada al poyete, se encogió y al sonido de la bocina se estiró como goma para zambullirse.
La catalana, que sabe canalizar la tensión a su favor y transformarla en energía en cada brazada, arrancó fuerte por la calle 3, con la norteamericana por delante. Durante unos metros se vio alcanzada por la brasileña y nadó por detrás de ella hasta que volteó y avanzó bajo el agua más rápido. Inalcanzable el oro, con uñas y dientes decidió defender su botín. Ribeiro nada a su par, pero la española ganó la plata en un arrebato desesperado, por una uña, por tres centésimas. La felicidad iluminó su rostro en el instante en que se volvió para mirar el marcador: segunda con 1:09.24,
La brasileña fue bronce y Raleigh-Crossley se llevó el oro. Mientras que la manchega Beatriz Lérida debutó en unos Juegos con una meritoria cuarta posición (1:12.26). Núria, que nació con el fémur de la pierna izquierda más corto y tras varias operaciones a los nueve años le amputaron el pie, consigue así la misma medalla que se colgó hace ocho años en Río de Janeiro y hace tres en Tokio. No se conforma, quiere más e irá a por otra en los 200 estilos SM9 el próximo jueves.
“Es uno de los mejores resultados que me podría haber esperado en esta prueba. Hace un año se me pusieron por el camino a estas dos rivales contra las que he luchado, sabía que estaba muy difícil con unas chicas que durante la temporada han hecho muy buenas marcas. Por la mañana tenía sensaciones un poco raras, pero la final la afronté mucho más tranquila. He empezado muy fuerte y he podido acabar muy bien los últimos metros. No puedo estar más contenta”, ha declarado..