De pequeña odiaba el agua, le tenía pavor. Pataleaba y se encaramaba a los brazos de sus padres. Hoy no queda rastro de aquel temor. Para Marta Fernández, vencer su fobia nació más como una necesidad y de ese acto de superación daba cada vez un paso más, hasta que un día vio en la piscina su futuro. En ella encontró libertad, calma y control, la zona de confort en la que desafía al dolor de su cuerpo. Bajo una apariencia frágil y menuda se esconde una nadadora obstinada, tenaz y embravecida, que deslumbra con brazadas poderosas y alegres. Desde hace tres años, ganar medallas se ha convertido en una rutina, no hay competición en la que el podio se le resista. Campeona paralímpica, mundial y europea, busca morder nuevas preseas en los Juegos de París.
Ha cocinado su trayectoria a fuego lento, tardó en romper el cascarón, pero cuando lo hizo fue a lo grande, construyendo un palmarés de vértigo. Y eso que debutó internacionalmente en 2021. Con humildad y serenidad por bandera, su rostro cándido transmuta en el agua para asomar voraz y dispuesto a dar dentelladas. “El camino ha sido duro, he tenido que superar obstáculos, he derramado lágrimas y he trabajado para llegar hasta la cima. Mis logros también pertenecen a mucha gente que viene detrás empujándome. Si cuando empecé en este deporte me hubiesen dicho todo lo que conseguiría, me habría reído porque es increíble”, dice.
Marta comenzó a nadar con tres años por recomendación médica para fortalecer los músculos y ralentizar la degeneración de los mismos. Había nacido con parálisis cerebral como consecuencia de un parto prematuro. Sufre una tetraparesia espástica y tiene carácter progresivo. “La discapacidad no ha sido nunca un impedimento para hacer lo que me he propuesto, solo que he tenido que adaptar las cosas a mi manera e ingeniármelas para ser independiente. Se lo debo a mis padres, que jamás me sobreprotegieron y me dieron valores e impulsos para que tomase mis propias decisiones”, cuenta la burgalesa, que se siente muy unida a Cristina -su melliza-, Ana y Javier, sus tres hermanos.
La natación era la mejor rehabilitación para sus extremidades y, aunque al principio le daba miedo, con ella ha podido replicar a sus limitaciones físicas. “Cuando iba de campamento de verano mi madre avisaba a los monitores de mi fobia al agua por lo que pudiera ocurrir -ríe-. Con ocho años iba con manguitos porque tenía pavor. La vida te sorprende, hoy no puedo estar un día sin nadar, me apasiona. En la piscina me muevo mejor que fuera, no tengo barreras, los dolores desaparecen y me da un plus de energía”, confiesa. A los 17 años, en un Open Regional, compitió por primera vez. La Federación de Natación Adaptada de Castilla y León le echó el guante y la reclutó para que se forjara en el Centro de Tecnificación Río Esgueva de Valladolid.
“Allí crecí como nadadora y como persona. Cuando llegué, mi entrenador Raúl Carrasco se metía en la piscina conmigo porque no sabía ni voltear, partimos desde muy abajo. Tuvieron mucha paciencia para enseñármelo todo”, explica. En los inicios, sus resultados a nivel nacional fueron discretos porque nadaba en categoría S7, no estaba bien clasificada por su enfermedad y competía ante rivales con menor discapacidad. Tuvo que esperar ocho años para su bautismo internacional. En 2021, en las Series Mundiales de Sheffield (Gran Bretaña) pasó la clasificación médico-funcional que tanto se le había resistido en las últimas temporadas y que le abría las puertas para competir en la élite. Fue catalogada como S4-SB3-SM4. “Tras etapas de frustraciones sentí una liberación, ya podía pensar en desafíos grandes”, recalca.
Su metamorfosis llegó en el Europeo de Funchal (Portugal) de ese año, donde arrojó el potencial que llevaba años fraguándose en su interior. Dos oros, tres platas y dos bronces fueron su carta de presentación. Henchida de confianza, unos meses más tarde se plantó en los Juegos de Tokio. “Las dos únicas cosas buenas que saqué de la pandemia de la Covid-19 fue que pasé el confinamiento junto a mi hermano y mi sobrino y que me dio tiempo a llegar a esa cita. Si se hubiesen celebrado en su año natural, no habría participado”, asegura. En el centro acuático de la capital japonesa se erigió en la deportista española más destacada con tres preseas. No le atenazó el vértigo por su estreno paralímpico y fue embolsándose un metal tras otro: oro en 50 braza SB3, plata en 50 mariposa S4 con récord del mundo y bronce en 50 libre S4.
“Ni en mis mejores sueños lo había imaginado, superaron mis expectativas. Disfruté de cada carrera, iba sin presión ni nervios. Y como regalo, fui la abanderada del equipo en la ceremonia de clausura. Al tener disfagia debo controlar la comida y no me salto la dieta, pero ese día lo celebré comiendo helados”, afirma riendo. Aquel sobreesfuerzo le pasó factura: “El año post Juegos fue complicado, el estrés al que sometí a mi cuerpo fue elevado. Se me salía el hombro y la cadera por las crisis de espasticidad, aunque para mí es el pan de cada día con el que debo lidiar. Me puede pasar nadando, bajando por el ascensor o incluso estando en reposo. Es lo que hay, viene conmigo de serie”.
Hay médicos que le dicen que el deporte ralentiza el empeoramiento de sus músculos y otros le recomiendan que afloje, que llevarlos al límite le perjudica. Ella solo quiere nadar. “Algún día se acabará la competición, pero mientras llega, las ganas por vivir estas experiencias que siempre soñé pesan más. Me centro en vivir el presente”, expresa Marta, que compagina la natación con su trabajo como administrativa en la Delegación de Gobierno en Valladolid. La castellanoleonesa no levantó el pie del acelerador y continuó cosechando éxitos. En el Mundial de Madeira en 2022 ganó dos oros, una plata y un bronce, y en el de Manchester 2023, en una clase más baja (S3-SB3-SM3), volvió a brillar con dos oros, una plata y dos bronces. “La triple corona es otro objetivo cumplido. Voy día a día, cada reto que me planteo va saliendo. Solo pienso en disfrutar del camino, esa es mi filosofía”, apunta.
En abril lució en su pecho seis preseas (cuatro oros, una plata y un bronce) en el Europeo de Funchal, las primeras que festejó mirando al cielo, en honor a su madre, fallecida a finales del pasado año. “Ha sido lo más duro a lo que me he enfrentado. Ella es un ejemplo para mí, luchó contra un cáncer durante los últimos ocho años y nos preparó para cuando llegase su despedida. No hay día en el que no me acuerde de ella, estoy con ganas de dedicarle una medalla en París”, sostiene. Marta llega a sus segundos Juegos Paralímpicos con un plus de motivación porque estará rodeada de sus familiares y amigos: “Tengo a gente extraordinaria a mi alrededor que hacen que mis días sean más fáciles y compartir con ellos esta experiencia hace que la alegría valga doble”.
La nadadora del CD Fusion, club que preside Geles Fernández, paralímpica en Barcelona 1992, Atlanta 1996 (ganó cinco medallas) y Sídney 2000, ha trabajado para ofrecer de nuevo su mejor versión en la piscina de La Défense Arena. “Llego en un buen momento de forma, sé que todavía puedo rendir más y confío en que mis límites estén lejos. Este año he hecho buenas marcas y trataré de rascarle décimas al cronómetro para mejorarlas. Han aparecido rivales muy duras y todas perseguimos lo mismo, pero nunca miro quien tengo al lado, solo me centro en hacer mi trabajo”, añade.
En París nadará 100 libre S3, 50 espalda S3 y 50 braza SB3. “El foco principal está puesto en el crol, es la prueba en la que me siento más fuerte y el oro está al alcance. La braza siempre se me ha dado bien, puedo estar en la pelea, al igual que en la espalda. También podría nadar los 150 estilos en una clase superior y el 50 mariposa en dos más altas. Como decía mi madre, nada está escrito ni se sabe qué ocurrirá hasta que llegue el día de competir. Lo que está claro es que no voy de vacaciones, quiero darlo todo para subir otra vez al podio paralímpico”, apostilla Marta Fernández. Su espasticidad empeora, los dolores hacen mella, pero la ilusión y la voracidad que acumula superan cualquier escollo.
MARTA FERNÁNDEZ
Marta Fernández Infante (Burgos, 1994). Natación. Oro, plata y bronce en Tokio 2020. Tres veces campeona del mundo y seis de Europa. En París disputa sus segundos Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Constante, cabezota y trabajadora.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
Chocolate y los cascos para escuchar música.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
Tengo mucha memoria fotográfica -ríe-.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Volar.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
Al principio le tenía miedo al agua, pero eso ya está solventado. Ahora, a la soledad no elegida.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
A cualquier dulce que pueda comerme, que no son tantos por mis problemas de disfagia. Ya no puedo comer un brownie o frutos secos, por ejemplo.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A Los Valcárceres, una pedanía que pertenece a Villadiego. En invierno solo vive mi tío en uno de los barrios en los que se divide y el lugar te transmite mucha paz.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
Música, comida y a mi entorno más cercano.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un pez o en un gato.
10.- Una canción y un libro o película.
‘Libertad’, de Nil Moliner. Y libro, ‘Invisible’, de Eloy Moreno.