Apenas acababa de pisar el tatami del Arena del Campo de Marte cuando Marta Arce envolvió a su rival alrededor de su propio cuerpo entre la cintura y la espalda, y después la arrojó al suelo. Técnica de Soto-makikomi. Un ippon de bronce en categoría J2 -57 kilos en los Juegos Paralímpicos de París. La vallisoletana descorchó su alegría para compartirla con su marido y sus tres hijos, con su entrenadora Marina Fernández y con sus compañeros de la selección. A sus 47 años ha hecho historia al convertirse en la judoca española más laureada al sumar su cuarto metal en una cita paralímpica. El suyo es el triunfo de la persistencia, la valentía, la fortaleza mental y la pasión por su deporte.
El judo es la llave de su felicidad, le han retirado muchas veces, incluso ciertas voces la tildaron de caradura al ganar preseas por echar “solo un par de ‘combatitos’”, menospreciando su trayectoria. Nadie le ha regalado nada a la abanderada española en esta cita. Herida en su orgullo, desafiando al tiempo, a las lesiones y a aquellos que miran más el carnet de identidad que el rendimiento, ha cerrado bocas al ganar otra medalla en unos Juegos, ampliando así su leyenda.
“Hubo momentos en los que llegué a dudar de mis fuerzas, me hicieron saber que no era una verdadera opción de medalla”, lamentaba antes de viajar a la capital francesa. Su porfía y tenacidad no caduca, es infatigable y ha demostrado que todavía tiene energías para rendir a un gran nivel. Pese a los obstáculos y a los retos con los que ha tenido que lidiar, nunca claudicó y siempre confió en sus posibilidades. El judo es el latido de su corazón y le ha enseñado a levantarse con más fuerza y coraje tras cada caída.
Marta, que nació con albinismo óculo-cutáneo, falta de pigmentación en piel, pelo y ojos, fotofobia elevada y una visión por debajo del 10%, se plantó con mucha ilusión en sus quintos Juegos. Más de una semana después de enarbolar la bandera de España en el desfile inaugural por los Campos Elíseos y la plaza de la Concordia, la castellanoleonesa salió a competir con brío y hambre. Comenzó con un triunfo por ippon con técnica Tomoe-nage frente a la turca Dondu Yesilyurt.
En las semifinales plantó batalla a la uzbeka Kumushkhon Khodjaeva, número uno del ranking y vigente campeona del mundo, pero perdió por wazari. Había que resetear y centrarse en la siguiente oportunidad para poder subir al podio. Le tocaba medirse en el combate por el bronce a la brasileña Lucía da Silva. Marta salía concentrada y con paso firme, estaba ante una oportunidad única de volver a colgarse una medalla paralímpica. 12 años después de la última que cosechó, la española apenas necesitó unos segundos para tumbar a su rival y agrandar un palmarés brillante.
Se estrenó en Atenas 2004 con una plata, en Pekín 2008 subió de nuevo al segundo escalón del podio y en Londres 2012, con su hijo Kenji en las gradas, ganó un bronce que le supo a oro. Tras ello decidió tomarse un descanso y ser madre de dos niños más, Issei y Yumi. Se alejó del tatami durante casi cinco años, pero la falta de referentes femeninos en España y el hecho de que los Juegos de 2020 se disputaban en Tokio fueron las palancas que le impulsaron a volver. En su reestreno se proclamó subcampeona de Europa en Birmingham en 2017.
Después sufrió dos lesiones, una fractura de muñeca y la rotura del cruzado anterior de la rodilla izquierda. Pero llegó a Tokio, donde fue quinta y comunicó su despedida. Sin embargo, su amor por el judo es tan grande que le hizo recapacitar y enfocar sus objetivos en París 2024. En este ciclo siguió instalada entre las mejores del ranking mundial, ganando un bronce en el Europeo de Rotterdam y tres medallas en pruebas de Grand Prix, plata en Almada (Portugal) y bronces en Heidelberg (Alemania), en Antalya (Turquía) y en Tiblisi (Georgia). En el Arena del Campo de Marta le ha puesto el colofón con un bronce paralímpico.
“Ha sido la competición con más ‘flow’ que he hecho nunca. Me han entrado dudas, había ganado siempre a Lucía, pero ella estaba. Marina me ha quitado las tonterías rápidamente y hemos salido fenomenal a hacer el combate. Esta medalla tiene mucho valor porque a mitad de ciclo tuve un bache gordo de ánimos. Demuestra que, incluso teniendo pocos recursos, si hay voluntad por parte de las personas que están a tu alrededor, tu familia, con los sacrificios que conllevan, las cosas pueden salir bien. Ahora no voy a decir nada de retirarme, iré cerrando la puerta poco a poco. Me acabará retirando la vida”, ha comentado.
Ella fue la cara de la moneda, ya que el resto de españoles se quedaron lejos de las medallas. María Manzanero perdió en su debut ante la brasileña Larissa Oliveira en categoría J1 -57 kilos, al igual que le ocurrió al aragonés Sergio Ibáñez, subcampeón en Tokio 2020, que cayó en octavos en J2 -73 kilos con el surcoreano Donghoon Kim. El madrileño Daniel Gavilán ganó el primer combate en J2 -60 kilos al francés Anatole Rubin. En cuartos de final perdió con el uzbeko Sherzod Namozov y en la repesca tampoco pudo con el brasileño Thiego Marques.