La emoción ascendía a borbotones por su garganta cuando se vio con la medalla asegurada. Un grito liberador en el círculo que retumbó en el Stade de France. Álvaro del Amo, el ‘Fortius’ español, ha conquistado el bronce en lanzamiento de peso F11 -atletas ciegos- en los Juegos Paralímpicos de París, el mayor éxito de su carrera deportiva. Llegó en el cuarto intento, después de hacer dos nulos que empezaban a ser una losa pesada, el madrileño con bíceps como cañones asaltó el podio.
Le costó entrar en el concurso ya que en los tres primeros tiros solo fue válido uno, con 12 metros, insuficiente para luchar por las preseas. Con los iraníes Amirhossein Alipour (oro con 14.78) y Mahdi Olad (plata con 13.89) a otro nivel, el madrileño fue a la caza del bronce, que estaba en posesión del ruso Igor Baskakov con 13.19. Sin margen de error, no le quedaba otra que arriesgar. Su marca en el Mundial de París del año pasado estaba en 12.81, que le dio también el bronce.
Del Amo agarró la bola de acero, tan ligera en sus manos, la colocó bajo su barbilla, el cuello rígido como un bloque de mármol, y tras un movimiento la hizo volar en un arco perfecto hasta que cayó en 13.33 metros. Henchido de confianza, en el quinto elevó ese registro cinco centímetros más, 13.38 metros con los que afianzaba más su tercera posición y que supone nueva marca personal. El ruso se quedó en 13.29. Ya daba igual que en el último intento saliera otro nulo. Es medallista paralímpico. Y no ha dicho su última palabra en los Juegos ya que todavía le queda el disco, prueba en la que también ganó un bronce mundial hace un año.
“Siento mucha felicidad, tengo ganas de celebrarlo con mi familia y con mis amigos, estoy en una nube. Empecé flojo, pero en el cuarto supe darle un buen golpe a la bola. Impresiona mucho el estadio, he ido apretado porque nunca he competido con tanta gente, pero una vez pasan los minutos estás a otra cosa. Cuando vuelva a mi puesto como vendedor de la ONCE la luciré para que la vea mucha gente. Pero todavía queda competir en disco como un diablo y divertirme”, ha comentado.
Un sueño cumplido para el lanzador español, que nació con retinosis pigmentaria, enfermedad de carácter generativo que se agudizó a partir de los 18 años, y solo ve luces y sombras. De pequeño ya mostraba buenas dotes para este deporte cuando siempre quedaba entre los mejores en las Olimpiadas Escolares de Madrid. En 2014, cuando comenzó a trabajar en la venta del cupón de la ONCE, volvió a reencontrarse con el lanzamiento tras conocer a Alfonso Fidalgo, quien dejó una estela imborrable con cinco oros y una plata (Barcelona 1992, Atlanta 1996 y Sídney 2000) y le animó a unirse a sus entrenamientos.
Debutó internacionalmente en 2019 y en poco tiempo, a base de paciencia y constancia, ha experimentado una gran progresión hasta alcanzar la cima en el Stade de France. En su eclosión mucho ha tenido que ver Jorge Gras, un entrenador que ha sabido exprimir su potencial. Está en su mejor momento deportivo y no se conforma con este bronce en peso, ahora quiere ir a por el metal en la jaula en lanzamiento de disco.