Le gusta mimar el balón con sus manos de prestidigitadora. Reparte magia a raudales, se mueve con aplomo y madurez, sintiendo el crepitar del parqué bajo sus ruedas. Beatriz Zudaire, a sus 24 años, se ha erigido en el metrónomo de la selección española femenina de baloncesto en silla. Desde hace unos años agarró el timón del equipo, siendo clave en los dos bronces europeos (Madrid 2021 y Rotterdam 2023), las dos únicas medallas en la historia del combinado nacional, y colándose en el quinteto ideal en ambos torneos. Es descaro e inteligencia, un talento innato, una líder silenciosa que no teme los balones calientes. La navarra está preparada para un nuevo desafío, los Juegos Paralímpicos de París.
“Me siento afortunada e ilusionada porque estoy viviendo el momento más bonito de este deporte, saboreando mi mejor etapa. Después de tantas lágrimas derramadas porque la mala suerte nos perseguía, ya nada nos frena”, asegura con firmeza. Lleva una década ligada al baloncesto, el cual tiene metido en vena desde que seguía embelesada a pie de pista los partidos del Basket Navarra. Los ojos de aquella niña rebosaban de sueños cuando contemplaba una canasta, aunque durante años tuvo que conformarse con jugar entre paredes en un patio junto a su casa.
“En mi ciudad no había clubes. Un día, el árbitro Juanma Uruñuela cambió mi vida, me dio una tarjeta con el teléfono de alguien en Vitoria que me ayudaría. Costó trabajo convencer a mi padre ya que para entrenar debía recorrer casi 200 kilómetros cada día, eran muchas horas en carretera, con mal tiempo y él tenía miedo. Cedió gracias a la ayuda de mi entrenador, Lander Lozano, y de mi madre. Cuando fue a verme jugar, a los dos minutos ya estaba aplaudiendo desde la grada, es mi fan número uno”, dice riendo. A los seis años le diagnosticaron una enfermedad neuromuscular degenerativa que le debilita sus extremidades inferiores y también la cadera. Hasta los nueve pudo caminar sin problemas.
“Con el tiempo me fatigaba más, perdía fuerza y coordinación, me tropezaba mucho. Me apasionaba el fútbol, pero me di cuenta de que ya no podía ir detrás de la pelota, cada diez minutos tenía que sentarme, me frustraba. Costó digerir que lo que hacía un año antes ya no podía, fue difícil entenderlo, pero como mi discapacidad no fue de la noche a la mañana, aprendí a convivir con ella”, cuenta. La pérdida de movilidad no fue óbice para disfrutar del deporte. Se adentró en la natación como medio de rehabilitación, en el agua desfogaba, le ayudaba a olvidarse de las muchas pruebas médicas a las que fue sometida: “En el agua era feliz, se me daba bien competir, gané alguna medalla a nivel nacional”.
Dejó el bañador y el gorro por el balón anaranjado cuando el Zuzenak de Vitoria le abrió las puertas. Progresó a una velocidad extraordinaria, disputó un par de temporadas en el club vitoriano y desde hace seis años destila su calidad en el UCAM Murcia, descollando en Primera División y desde hace varios cursos en División de Honor, ganando este año la Euroliga 3. Allí ha crecido al lado de una de sus referentes, Sonia Ruiz, “un ejemplo a seguir, me ha enseñado muchas cosas, como el saber echarse el equipo a la espalda en partidos importantes. Contagia por la implicación y el entusiasmo que tiene”. Y también es crucial la figura de Joaquín Robles, su pareja y compañero en la cancha: “Disfruto muchísimo con él, me ayuda a quitarme presión, me aporta visiones diferentes del juego que me permiten crecer”.
Apenas llevaba cuatro meses entrenando cuando fue reclutada con 14 años para la selección. “Aún no tenía nivel, pero el técnico José Miguel López ‘Cole’ me convocó para que absorbiese como una esponja lo mejor de cada compañera. Era una niña, ya estaba enganchada a este deporte y ese fue un motivo más para querer llegar lejos, me encantó el ambiente. Eso sí, no me libré de las novatadas, en esa primera concentración, como bienvenida me dejaron la habitación destrozada, no tenía ni colchón para dormir”, recuerda con una sonrisa. A pesar de su juventud, su capacidad de pase, imaginación y lectura del juego le han otorgado galones. Es el termómetro de España.
“En estos años he hecho hincapié en trabajar cada área para ser una jugadora más completa, dedicándole más tiempo a la parte física, que es la que peor se me da, y a la cabeza. Me he preparado muy duro psicológicamente porque el ‘coco’, que es lo que más sufre, tiene que estar bien centrado en su labor cuando asumes una gran responsabilidad. Me siento cómoda con el rol que tengo, es muy gratificante cuando ves que aportas al grupo. También he mejorado en los lanzamientos, no tengo una técnica pulida, pero el nuevo seleccionador, Franck Belen, me cambió la mecánica de tiro y está dando sus frutos. Aunque más que anotar, me gusta dar asistencias, es lo más bonito de este deporte”, confiesa la navarra.
Debutó en unos Juegos Paralímpicos en Tokio 2020, pero el sabor que le dejaron fue agridulce. “A pesar de que cumplimos un sueño, no supimos gestionar las emociones y deportivamente no estuvimos a la altura de las expectativas”, lamenta. Tras ello llegaron los dos capítulos más exitosos de la selección española, los bronces europeos de Madrid 2021 y Rotterdam 2023. “Es el premio al trabajo que venimos realizando desde hace años, no solo nosotras, sino también aquellas generaciones que nos allanaron el camino. Dimos un golpe sobre la mesa para demostrar que podemos rendir a un gran nivel”, apunta Zudaire, que en ambas competiciones formó parte del quinteto ideal, al igual que lo hizo en el Mundial sub-25: “Verme rodeada de ídolos a las que sigo desde que empecé es un lujo, aún me queda mucho por dar, mi techo está lejos”.
Tras lograr uno de los billetes en el Preparalímpico de Japón en abril, España estará en sus terceros Juegos. La pamplonesa confiaba tanto en que iban a conseguir el objetivo que, sin tener la clasificación asegurada, les regaló a sus padres las entradas para la ceremonia de apertura. “Es un intento de agradecerles todo el esfuerzo, las horas que me han dedicado, los viajes por todo el mundo para verme jugar. Tengo ganas de vivir ese desfile y que ellos también lo disfruten, se lo merecen. Será una cita diferente a Tokio, sin restricciones, con público, mucho más especial”, añade.
En París, las ‘guerreras’ se medirán a China, Canadá y Gran Bretaña en el grupo A. “Competimos las ocho mejores selecciones, no hay rival fácil, cada partido será complicado e intenso, en ninguno te puedes relajar porque no hay margen de error, pero llegamos sin presión, con más experiencia y preparadas física y mentalmente. Somos un equipo sin egos, todas aportamos y remamos en la misma dirección, sabemos lo que queremos. A excepción de Holanda, al resto les hemos plantado cara. Llegar a las semifinales sería un magnífico regalo, vamos a dar guerra, creemos en nosotras, podemos dar la sorpresa”, concluye.
BEATRIZ ZUDAIRE
Beatriz Zudaire García (Pamplona, 2000). Baloncesto. Bronce en los europeos de 2021 y 2023, estando en el quinteto ideal en ambos torneos. Disputa en París sus segundos Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Cabezota, implicada y divertida.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
Los cascos para escuchar música y una bandera que pone la frase ‘El éxito solo sonríe a los que nunca se rinden’.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
Se me da bien escribir, ya sea acerca de mis pensamientos, opiniones o reflexiones.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Teletransportarme.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
A las avispas y a las cucarachas -ríe-.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
Las lentejas son mi perdición.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
Cuando puedo regreso a Pamplona y me encanta pasear durante horas por mi ciudad.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
A mi perra, un libro y música.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un caballo.
10.- Una canción y un libro o película.
‘Allí donde solíamos gritar’, de Love of Lesbians. Y un libro, ‘El hombre en busca de sentido’, de Viktor Frankl.