Nadar es su momento zen, en la piscina se relaja y desconecta. Varias horas diarias de idas y vueltas bajo el agua, el hábitat en el que se siente invulnerable y se despoja de su timidez. Con disciplina, consistencia y brazadas firmes, Berta García, una de las últimas perlas en irrumpir en la natación española, se ha instalado en la élite después de superar muros burocráticos que parecían infranqueables. La suya ha sido una odisea, una travesía en aguas turbulentas ya que durante varios años le privaron de competir internacionalmente porque no pasaba la clasificación médica a pesar de su lesión medular. Y una vez conseguida, la dejaron sin poder ir al Europeo de abril en Madeira (Portugal) porque se olvidaron de inscribirla.
Era el enésimo varapalo que recibía. Nunca estuvo dispuesta a aceptar que aquella carrera colmada de obstáculos quedase en un simple grano de arena. Ella perseveró y sus sueños tienen tanta fuerza que convierten en realidad lo que parecía imposible. La recompensa, su presencia en los Juegos Paralímpicos de París. Estar en la cita de la capital francesa era uno de los deseos que hace unos años había escrito en un papel y guardó en un sobre. Lo hizo a petición de María Folgado, la entrenadora que la ha tallado, una de las personas que más reforzó su seguridad y que le dio alas para alcanzar sus metas. “Estaba bastante frustrada porque se había quedado sin acudir a un Europeo y a un Mundial. Le dije que no podemos ofuscarnos por lo que no podemos controlar y que, si quería ir a unos Juegos, trabajando llegaría. Ahora está cumpliendo esos objetivos”, explica la preparadora catalana.
“Ese ejercicio a través de las palabras me sirvió de motivación, me ayudó mentalmente y, tras una larga espera, al fin puedo subirme al tren. He derramado demasiadas lágrimas, ha sido un camino con muchos altibajos, pero afortunadamente todo salió bien, ha merecido la pena tanto sufrimiento”, añade la nadadora de Vilasar de Mar (Barcelona). Al nacer le detectaron un lipomeningocele con médula anclada, el tipo de espina bífida más grave: “Tenía un quiste de grasa que sobresalía en la espalda y ya de pequeña tuvieron que operarme tres veces”. Tras pasar por el quirófano con diez años, los médicos le comunicaron que la silla de ruedas sería su compañera de vida.
“No pudieron limpiar bien el tumor y me afectó a las vértebras L4 y L5, las dos más bajas de la columna lumbar. Al principio me desplazaba en muletas para ir al colegio, no quería sentarme en la silla por vergüenza. Me costó digerir mi situación, fue un golpe duro porque era una niña y mi timidez tampoco ayudaba. Sin embargo, mis amigos y la gente que me rodeaba me lo pusieron fácil y no quedaba otra que seguir hacia adelante”, comenta. A los seis meses ya chapoteaba por recomendación médica, y más tarde también practicó natación sincronizada y gimnasia rítmica, hasta que sus piernas quedaron inmovilizadas por la lesión. Volcó en el agua su desasosiego y angustia, y se agarró a la mano tendida que le ofrecía la piscina, pese a su reticencia inicial.
Sus padres acudieron al Centro de Natación Mataró, que cuenta con una sección para personas con discapacidad. “Vinieron durante un par de semanas a ver cómo entrenábamos, tenían dudas. Luego llegó Berta y el primer día se quedó en la grada. Lo pasó muy mal por lo que le había ocurrido. Nos costó mucho que entrase en el agua, no hablaba con nadie, pero aprendió rápido, tenía cualidades, buena actitud y fortaleza en los brazos. En poco tiempo pasó una prueba y entró en el equipo de competición”, relata Folgado. “No quería nadar, no me llamaba la atención, pero una vez que conocí a mis compañeros no dudé. Al nadar siento una liberación, es el único momento en el que me olvido de la silla”, agrega la joven.
Empezó a competir en la Liga Catalana y pronto se codeó con las mejores de España. En 2019 ganó su primera presea en un campeonato nacional, un bronce en 100 braza, su prueba principal. Su progresión era constante, pero no le dejaban participar en citas internacionales porque no pasaba la clasificación. Hasta en cuatro ocasiones lo intentó, con resultado negativo. “El problema era que su afectación fue subiendo más arriba de las vértebras L4 y L5, la parte en la que fue operada del tumor. El daño lo tenía localizado en una zona cada vez más alta por el crecimiento de sus huesos. Los clasificadores decían que los informes médicos no reflejaban lo que ellos veían”, informa la entrenadora.
Cada vez descubría nuevas trabas y le surgían más dudas, que ni podía disipar ni sabía cómo resolver. El desaliento cundía y la montaña se hacía inexpugnable, aunque no arrojó la toalla. “Era una decepción tras otra, viajaba a cada campeonato para quedarme en la grada y era duro, lloré bastante, lo pasé mal. Y, encima, con mi mejor marca habría estado en el podio en el Mundial de Madeira 2022 y rozando el bronce en Manchester 2023 en 100 braza. Da rabia porque habría obtenido una beca que me ayudaría a prepararme mejor. No quedaba otra que tirar de paciencia”, recalca. “Estuvimos un tiempo bloqueados porque no sabíamos si apretarle más ya que mantenerla entrenando sin competir era difícil. Pero gestionamos esas emociones y la preparamos para que diese el salto cuando la dejasen”, prosigue Folgado.
En enero de este año en las Series Mundiales de Aberdeen (Escocia) le dieron luz verde y le otorgaron una clase (S5 y SB4). “Lo celebré con la familia, todos lloramos de alegría”, confiesa. Sin embargo, la euforia tornó en decepción cuando no enviaron su inscripción para el Europeo de Portugal en abril. Y participar en un campeonato continental era un requisito si quería estar en los Juegos. “Otra vez me impedían nadar, tenía muchas opciones de subir al podio allí. Al principio estaba destrozada, pasé unas semanas muy malas, pero me agarré a una mínima esperanza y seguí entrenando como si estuviese clasificada para París”, asegura.
“¿Cuánto puede aguantar una persona en esa situación? Después de lo que pasó por las clasificaciones médicas, por un error administrativo peligró su presencia en los Juegos. Se me caía el alma a los pies al verla cada día en la piscina, pero ella demostraba una gran entereza y profesionalidad. Afortunadamente, tras una larga agonía, en junio llegó una invitación. Pero es que se lo ha ganado, nadie le ha regalado nada, ha hecho cuatro veces la mínima A”, tercia Folgado.
Por fin, en París tendrá su bautismo internacional, en el escenario más grande, los Juegos Paralímpicos, y cumplirá aquel presagio que dejó por escrito en una carta hace unos años. “Técnicamente es muy buena y, aunque es muy introvertida, se transforma cuando se tira al agua. Lo tendrá complicado para las medallas, pero sabe competir muy bien”, subraya su entrenadora. Nadará 50 mariposa S5, 200 estilos SM5 y 100 braza SB4, en la que tiene más opciones de subir al podio. “Es un sueño estar en los Juegos, quiero vivir a tope la experiencia y, aunque sé que tendré que pelear mucho, si la medalla se pone a tiro iré a por ella, me da igual el color. Lo importante es bajar mis marcas y marcharme satisfecha porque llegar hasta aquí ha sido una odisea”, concluye.
BERTA GARCÍA
Berta García Grau (Barcelona, 2005). Natación. Su debut internacional será en los Juegos Paralímpicos de París.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Exigente, constante y vergonzosa.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
La colonia y el peine -ríe-.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
No tengo ninguno.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Teletransportarme.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
A los insectos en general y a las arañas -ríe-.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
Los espaguetis a la carbonara.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A la playa, sobre todo, a las de Menorca.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
El móvil, así como las gafas, el bañador y el gorro para nadar.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un delfín o en un perro.
10.- Una canción y un libro o película.
Cualquiera de Beret o de Morat. Y una película, ‘Ocho apellidos vascos’.