A sus 26 años luce en sus vitrinas la triple corona: oro paralímpico, mundial y europeo en los 100 metros braza SB8. Óscar Salguero ha saboreado las mieles del deporte, pero también ha conocido su lado más amargo. Durante más de dos años le martirizó una lesión en la zona de la cadera con la que su carrera estuvo a punto de naufragar. El dolor no solo aparecía en el agua, también al andar o incluso estando en reposo. La única manera de soportar una tortura así es la pasión por la natación. Había convertido en una cuestión de fe no abandonar la esperanza. Con ese combustible y a base de esfuerzo, constancia y disciplina, el catalán volvió a la piscina y consiguió hace cuatro meses una plata en el Europeo de Madeira, alcanzando con ella la autoestima necesaria para afrontar su nuevo desafío: los Juegos Paralímpicos de París.
“He vivido un calvario, lo he pasado muy mal, lloraba de dolor en cada entrenamiento, me estaba destrozando física y mentalmente. Perdí la ilusión y la motivación por seguir compitiendo”, admite el catalán. Todo comenzó con unas molestias en la pierna poco antes de Tokio 2020, cita en la que ganó una plata. “No le di importancia, pero luego vinieron más síntomas y empezó a perjudicarme en mi día a día, para caminar o para conducir, no aguantaba mucho tiempo de pie. Lo peor es que no sabíamos cuál era el problema exactamente. Y lo más curioso, en el agua solo me dolía cuando nadaba braza, no en otro estilo. Y claro, es mi prueba, en la que siempre aspiro a ganar”, relata.
Aplicaron tratamientos conservadores sin ningún resultado y Salguero continuó compitiendo. En 2022 se llevó una plata en el Mundial de Funchal (Portugal), pero en 2023, tras quedar cuarto en el campeonato del mundo de Manchester, era tal el tormento que sufría que decidió plantarse. “No estar en el podio fue el chasco más grande de mi carrera, siempre había sido medallista, estaba mal acostumbrado. Fue un Mundial barato, con mis marcas habría salido campeón. Acabé roto anímicamente, no podía seguir de esa manera y me planteé si me compensaba batallar con una lesión que era insoportable para ser solo finalista. Sentí que poco a poco me iba apagando como deportista”, confiesa.
Después de conocer la valoración de varios médicos, se sometió a una artroscopia exploratoria que reveló un pinzamiento femoroacetabular, un choque anómalo entre la cabeza femoral y el acetábulo, así como la rotura del cartílago y el labrum. “En principio, esa era la causa principal del dolor. Tuvimos que ser muy prudentes con la recuperación, trabajando con psicólogos para que no me afectase si los tiempos en la piscina eran más lentos. Tras siete semanas parado, volví al agua y tenía claro que es dónde quiero estar, la natación es mi vida. Vuelvo a sonreír, pero con miedo a que aparezca de golpe ese dolor, no quiero pasar por la misma situación. Estuve en el fondo de la piscina y me ha costado salir a flote, ahora valoro más lo que hago”, explica.
Con ardor y optimismo, el sabadellense lleva sorteando piedras desde niño. Nació sin parte del brazo derecho, algo que no ha sido óbice para lograr todo lo que se ha propuesto en la vida. “Mis padres nunca me sobreprotegieron porque tuviese una discapacidad, me dieron ese empujón para sentirme capaz de hacer lo mismo que el resto, aunque me esforzase o tardase más, siempre me las he apañado solo. Me daba igual lo que la gente pensara o dijera de mí, incluso a lo largo de la carrera de Medicina hay quienes me han dicho que no podré ejercer de médico. Pero solo pienso y actúo, estoy convencido de que seré un buen doctor y ayudaré a las personas”, asevera Salguero, que quiere enfocarse en la especialidad de psiquiatría: “La cabeza es el motor del ser humano”.
Desde pequeño le encanta estar en el agua, a los dos años comenzó a chapotear en un cursillo de natación. También practicó fútbol, kárate, atletismo y waterpolo, modalidad en la que se sintió rechazado por el equipo de su municipio, Sabadell. “La prueba me salió perfecta, tenía buenas condiciones para jugar, pero me dejaron fuera porque me faltaba un brazo. Doy las gracias de que tomasen aquella decisión porque de lo contrario no habría regresado a la natación ni sería la persona de hoy en día”, apunta.
Su progresión fue meteórica en el CAR de San Cugat (Barcelona) con Jaume Marcé como guía en este largo viaje. Empezó con dos platas en el Europeo de Eindhoven (Holanda) 2014 y en el Mundial de Glasgow (Gran Bretaña) 2015. Llegó a la cima en los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro 2016 con un oro que supuso su advenimiento en la élite. En los dos años siguientes se proclamó campeón del mundo (México) y de Europa (Dublín). “Echo la vista hacia atrás y me siento satisfecho, es la recompensa a todo lo trabajado. Cuando estás arriba no lo saboreas tanto, ganar se convierte en una costumbre y no eres consciente. Cuando no te ves entre los mejores lo echas de menos. La lesión me mandó una señal, por eso ahora valoro más todo lo conseguido, me sirve de inspiración para nunca relajarme”, afirma.
Así lo hizo en Tokio 2020, donde se colgó la plata a pesar de que ya notaba molestias en la cadera. “No fue un oro, pero le di mucha importancia porque fueron unos Juegos muy duros a nivel psicológico. Me metí una presión extra y en los días previos a competir me hundí, no supe gestionarlo. Pude salvar la situación con una plata que la disfruté como si hubiese sido un oro”, cuenta. En el siguiente ciclo no se rindió a pesar del horizonte plagado de incógnitas que le presentó su lesión. Han sido ocho meses de recuperación, de trabajo progresivo potenciando la musculatura con ejercicios en seco y acumulando kilómetros en la piscina. Cuando el cuerpo responde, la cabeza tira de él y exprime la voluntad.
En abril se llevó una plata en el Europeo y se siente preparado para dar guerra en París en su tercera cita paralímpica. Lo hará arropado por su gente, siendo especial la presencia de su mujer, Andrea, “la persona que ha compartido todo mi sufrimiento en estos años. Me llama ‘Nemo’, pez al que le falta la aleta derecha, como a mí el brazo -ríe-, y lo lleva tatuado. Ella, el resto de familiares y amigos están con ganas de vivir los Juegos. Les he dicho que voy con mucha hambre, pero siendo consciente de que vengo de una lesión y no sé cómo responderé. Estar en París ya es un premio, algo extraordinario porque mi clasificación había peligrado. Quiero disfrutar cada momento como no hice en los dos anteriores”, recalca.
Solo se centrará en su prueba, 100 braza SB8, en la que tendrá como rivales más fuertes a los rusos Andrei Kalina y Daniil Smirnov, y al chileno Vicente Enrique Almonacid. No piensa en el resultado, aunque confía en su potencial para firmar un buen papel, las medallas están en su radar. “Estaré satisfecho con poder nadar y no sentir dolor. Eso sí, no voy a reservarme nada, siempre doy el 100% y me vacío en cada brazada cuando me enfundo el bañador. Acudo sin presión ni agobios ni objetivos, pero jamás tiro la toalla ni renuncio a lo máximo, soy ambicioso y pelearé por una medalla, puedo estar en esa lucha”, remata Salguero.
ÓSCAR SALGUERO
Óscar Salguero Galisteo (Barcelona, 1998). Natación. Medalla de oro en Río de Janeiro 2016 y plata en Tokio 2020 en 100 braza SB8. Es campeón del mundo y de Europa. En París disputa sus terceros Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Constante, trabajador y sacrificado.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
Llevo siempre el primer anillo que me regaló mi mujer, y a veces un cojín o algo relacionado con ella.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
Memorizar mil hojas para un examen -ríe-.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Ayudar a las personas a ser felices.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
A la soledad.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
El sushi.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
Me compré una furgoneta camper y siempre que puedo viajo con mi mujer y mis perros. Después de los Juegos de París nos vamos a Irlanda.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
A mi mujer y a mis perros.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un perro, vaya vida más buena llevan los míos -ríe-.
10.- Una canción y un libro o película.
No tengo una canción en concreto, escucho de todo. Y un libro, el último de neurología que tuve que leerme para un examen -ríe-.