La piscina es un caladero de éxitos para la natación paralímpica española, que no para de extraer nuevas perlas. Una de las últimas en asomar la cabeza y en despuntar ha sido Emma Feliu, una nadadora de gran proyección, arrojo y con cabeza de matemática. Estudiante del Grado en Ciencia e Ingeniería de Datos, resolver problemas de cálculo era una de sus diversiones de pequeña. En sus competiciones siempre le acompaña un cubo de Rubik. “Me tiran más los números porque era más fácil pensar que leer un texto por mi escasa visión”, confiesa. Nació con albinismo oculocutáneo y también padece de nistagmo, un movimiento incontrolable e involuntario de los ojos. En la piscina se siente libre, sin limitaciones y deviene en un torbellino que no puede estar quieto.
Enarbolando siempre una sonrisa, disfrutar es la palabra que más repite cuando habla de su deporte. Lo lleva haciendo desde que era bebé, con dos meses ya chapoteaba y flotaba. Empezó a nadar en Castellón de Ampurias (Girona), a cuatro kilómetros de Fortià, el apacible pueblo que la vio crecer entre campos agrícolas y con el mar en el horizonte cercano: “Llevo unos años instalada en el CAR de Sant Cugat de Barcelona y trato de acudir a casa los fines de semana porque desconecto y me transmite paz”.
De niña alternó las piruetas y brazadas en el agua con las patadas de taekwondo sobre el tapiz. Llegó hasta cinturón negro y practicó este arte marcial hasta hace cuatro años. “Me dediqué más al ‘poomsae’, que es una combinación de técnicas. Y solo hice un combate, pero no me gustó nada, sin querer le di en la cara a una chica y me puse a llorar. Cada vez que puedo golpeo un saco, me desestresa”, afirma. También estuvo vinculada a algunos deportes acuáticos como vela, kayak o windsurf. “Era muy nerviosa y activa, me gustaba hacer cosas todo el día. A veces lo pasaba mal y no podía realizar ciertas actividades con mis compañeros al estar expuesta al sol. Por mi piel tan blanca, le cogí miedo a quemarme y a tener cáncer dada la ausencia de melanina”, cuenta.
La natación le cautivó, dando sus primeros pasos en el Club GEN Roses. Allí competía frente a rivales sin discapacidad en campeonatos provinciales y regionales. No descubrió la modalidad adaptada hasta los 16 años cuando se afilió a la ONCE y a partir de ahí comenzó a despegar en el agua. “No sabía ni que existía -ríe-. Encontrarme a personas en una situación similar a la mía me abrió otras puertas en el deporte. Cuando entré en este mundillo, a la primera que conocí fue a Marian Polo, que había estado en los Juegos de Río de Janeiro 2016, en mundiales y en europeos, se convirtió en mi referente, quería llegar hasta dónde ella lo había hecho. Ahora somos compañeras y también rivales, nos retroalimentamos, ese pique sano que tenemos nos ayuda a mejorar”, apunta.
Desde 2021 comparten piscina en el CAR de Sant Cugat bajo el mando de Jaume Marcé, un entrenador de dilatada experiencia, un cazatalentos. “Pese a que nadaba mal porque llegaba a poner el brazo al revés, creo que le atrapó mis ganas y constancia. Me convertí en un reto personal para él. Casi tuve que empezar desde cero y el cambio fue brutal en tres años. Jaume te hace sacar lo mejor de ti, me transmite confianza. Eso sí, en cada sesión tienes que esforzarte y darlo todo. Incide mucho en la técnica de nado, en perfeccionar la posición de la mano en cada brazada porque antes la dejaba un poco muerta y parecía que bailaba flamenco -ríe-. También he mejorado en los subacuáticos, que son mi punto fuerte. Cada vez voy arañándole más centésimas al reloj”, añade.
“Es una nadadora joven, con gran recorrido, tiene compromiso, ilusión y un umbral de sacrificio alto. Es muy fácil entrenarla por su actitud. En su clase (S13) hay un nivel muy alto internacionalmente, pero puede luchar por las medallas en las finales individuales y en pruebas de relevo”, analiza el técnico catalán. Entrenar cada día en un grupo que cuenta con medallistas como Sarai Gascón, Toni Ponce, Núria Marquès, Jacobo Garrido, Óscar Salguero o David Levecq le ha ayudado a crecer: “Tener al lado a estos cracks me obliga a subir el nivel, a exigirme más para no quedarme atrás”.
Para su estreno internacional tuvo que esperar hasta el pasado año. Iba a debutar en el Mundial de Madeira (Portugal) en 2022, pero no le asignaron una clase para competir tras pasar la clasificación médica. “Había hecho la mínima, me preparé para ese campeonato y todo se fue al traste por la decisión de una persona. Fue un shock, un golpe duro de asimilar, aunque confiaba en que mi carrera pudiese continuar. Afortunadamente, una semana después pasé otra revisión y me pusieron en S13”, narra. En el Mundial de Manchester de 2023 llegó su bautismo con un cuarto, un quinto y dos sextos puestos, así como una plata en relevos 4×100 libre mixto con José Ramón Cantero, María Delgado y Kike Alhambra.
“Ese día me encontraba fatal, la comida no me sentó bien y estaba nerviosa, el corazón me iba a mil pulsaciones. Pero no podía fallarles a mis compañeros, así que mi posta salió mejor de lo esperado y acabé eufórica. Fue una pasada nadar con rivales a las que hasta hace poco solo veía a través de vídeos”, exclama. En abril volvió a demostrar su talento al ganar una plata en 100 libre y un bronce en 50 libre en el Europeo de Madeira. Unos resultados que le han espoleado para enfrentarse, a sus 20 años, a la ecuación más compleja de su carrera deportiva: los Juegos Paralímpicos de París.
“Van solo las mejores y estar entre ellas es una satisfacción, vivirlos tiene que ser algo mágico. En estos años he soñado despierta con esta cita, con el momento de estar en el poyete, de escuchar a la gente en las gradas y de deslizarme sobre el agua. Todo el trabajo y el esfuerzo invertido desemboca aquí y ha merecido la pena”, recalca. En La Défense Arena de la capital francesa afrontará un amplio abanico de pruebas y estilos. “Rindo mejor en el 50 libre, si bajo mis tiempos podré acercarme a las favoritas y por qué no, dar la sorpresa. El 100 espalda me gusta, al igual que el 100 braza, antes lo nadaba mal, pero ya me siento cómoda en este estilo. Y, pese a que me considero velocista, también se me da bien el 400 libre, distancia que he entrenado este año”, explica.
Emma no se conforma con entrar en las finales, tampoco le intimida que los Juegos sean el gran escenario deportivo ni tener como adversaria a rivales consagradas. “Voy sin miedos ni complejos, cuanta más tensión y presión hay, más me crezco. A veces en un día normal no me salen las cosas como quiero, pero en el momento de la verdad me sale ese nervio competitivo. Ganar una medalla sería alucinante, pero, aunque confío en mí, soy realista, lo veo más como un sueño”, indica. Donde más le encajan los números para subir al podio es en el relevo 4×100 libre mixto: “Vamos a por todas, formamos un equipo potente que mezcla veteranía y juventud. Estamos entre los mejores y podemos colgarnos una medalla”.
EMMA FELIU
Emma Feliu Martín (2003, Girona). Natación. Plata en relevos en el Mundial de Manchester 2023, plata y bronce en el Europeo de Madeira 2024. Debuta en unos Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Risueña, feliz y humilde.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
El cubo de rubik. Me viene bien para distraerme.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
Soy cinturón negro en taekwondo, lo de dar patadas se me da bien -ríe-.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Volar.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
A la gente con máscaras, el día de Halloween lo paso fatal -ríe-.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
El chocolate negro.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A mi casa en Fortià (Girona) rodeada de campo.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
El móvil y un altavoz que funcionaran sin enchufes -ríe-.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un delfín.
10.- Una canción y un libro o película.
‘Can’t tell me nothing’, de Kanye West. Libros, cualquiera de Albert Espinosa. Y una película, puede sonar contradictorio por mi respuesta anterior, pero diría ‘La máscara’ -ríe-.