Pese a que se empeña en bucear en los pliegues de su memoria, Gustavo Nieves no almacena recuerdos nítidos de su primera aventura como atleta en Sídney 2000. A aquella cita acudió con 18 años, apenas unos meses después de que su vida diese un giro inesperado por la pérdida de visión. Una atrofia en el nervio óptico le forzó a colgar las botas de fútbol, pero le abrió otra puerta, la del atletismo, deporte en el que ha construido una sólida reputación a base de trabajo, disciplina y tenacidad. A sus 42 años le queda combustible, pundonor y coraje en sus piernas para intentar colgarse una medalla que ha rondado varias veces. En París, el pertinaz maratoniano vivirá sus sextos Juegos Paralímpicos, una cifra solo al alcance de unos pocos.
El podio no le obsesiona, cuando se pega el dorsal en el torso no le preocupa el resultado, solo corre como deleite. La suya ha sido una carrera de fondo con altibajos, éxitos, frustraciones y obstáculos que sortear. Nadie le ha regalado nada. “Los que no ganamos medallas estamos en un segundo plano y es injusto. Me siento satisfecho de mi trayectoria, es un logro estar en seis Juegos. Sigo dando guerra porque me apasiona lo que hago. Ya estoy en la reserva -ríe-, pero en una etapa bonita porque disfruto al máximo de cada momento porque no sé cuándo llegaré a la meta final”, asegura.
Aterriza en la capital francesa sobre la bocina, gracias a una invitación ya que no pudo hacer la marca mínima exigida. El infortunio lleva varios años acompañándole, también las lesiones, y meditó si continuar en el alto rendimiento. En diciembre de 2023 su rumbo se torció en la maratón de Valencia. Marchaba a un buen ritmo cuando tuvo que abandonar en el kilómetro 37 al sufrir un resbalón tras pisar una botella en una zona de avituallamiento. La caída le produjo una pequeña rotura en su ya castigado tendón de Aquiles. Se recuperó pensando en la última bala en la recámara que le quedaba, la maratón de Hamburgo en abril. Pero no llegó a disputarla por un edema óseo en el sacro causado por un exceso de carga física.
“Hacía 180 kilómetros semanales porque quería lograr la mínima A. Arriesgué y me rompí. Me veía fuera de los Juegos, estaba convencido de que no iba a ir. Los maratonianos estamos en desventaja con respecto a los atletas de pista, jugamos con pocas cartas, no tenemos mundiales, solo una o dos pruebas para obtener la clasificación y si tienes un mal día se va todo al traste. Este verano ya busqué planes alternativos para competir, pero el último día antes de que saliera la lista oficial del equipo español me llegó la invitación. Ha sido un proceso caótico y con incertidumbre, pero estoy muy contento, es un subidón de adrenalina y de motivación”, cuenta.
El gallego se refugió en el atletismo para evadirse tras perder visión antes de cumplir la mayoría de edad. Había jugado al fútbol hasta juveniles, era mediocentro en el Sárdoma y llegó a vestir la elástica del Celta de Vigo en categorías inferiores. “Fue brusco y algo dramático al principio, pero te adaptas. Mi visión es borrosa, en el ojo derecho no tengo agudeza por el centro y en el izquierdo me pasa al contrario, por la periferia no veo nada. Lo bueno es que se compensan”, dice riendo. No tardó en despuntar con las zapatillas con clavos, fue campeón juvenil de Galicia, quedó cuarto en 5.000 metros en su debut en el Europeo de Lisboa en 1999 y al año siguiente se estrenó en Sídney en unos Juegos, llevándose un diploma paralímpico.
No se clasificó para Atenas 2004 porque se focalizó en sus estudios de Ingeniería de Minas. “Antes no existían las ayudas ni las becas económicas y el único premio era el viaje, pero a mí no me compensaba”, subraya. Sí estuvo en Pekín 2008, aunque no acabó la carrera. En Londres 2012 rozó los metales al ser cuarto en 5.000 metros. Y para Río de Janeiro 2016 tuvo su primera prueba de fuego en los 42,195 kilómetros que eternizara el mito de Filípides. Lideraba la competición, aventajaba en más de un minuto y medio al segundo, iba lanzado a por el oro, pero en el kilómetro 35 sufrió un golpe de calor y se desmayó. “Era inexperto, no sabía que le sacaba tanta distancia a mi perseguidor y no supe gestionarlo. Uno de mis problemas es que arriesgo demasiado porque corro para ganar”, afirma.
Pensó en dejarlo ya que en el siguiente ciclo fue operado en dos ocasiones del tendón de Aquiles. También tuvo lesiones en el cartílago de una rodilla y una fractura de peroné. Pero su perseverancia, sacrificio y pasión empujaron a sus piernas hasta conseguir el billete para Tokio 2020. “La preparación fue traumática porque hubo épocas en las que tenía muchos dolores y apenas podía caminar. En Japón fui octavo, un diploma con un sabor amargo. Por la pandemia estuvimos en una burbuja, en la villa sin salir, entrenando con un calor terrible. Para el día de la prueba se preveían altas temperaturas e íbamos dispuestos a ello, sin embargo, llovió y nos habíamos olvidado de realizar sesiones para correr en marcas potentes, así que no salió como planteamos”, lamenta.
Nieves nunca se arredra y por sexta ocasión estará en la línea de salida en unos Juegos Paralímpicos. “Clasificarse es mucho más complicado, las mínimas son más exigentes y el nivel es mayor. Cuando se acerca el final de tu carrera te vas dando cuenta del mérito que tiene haber estado tantos años en la élite”, añade el gallego, que en su cuarto de siglo como atleta ha coleccionado numerosas preseas, ha sido campeón de Europa en 5.000 y en 10.000 metros en categoría T12 (discapacidad visual), distancias en las que aún posee el récord de Europa, y también ha sido campeón absoluto de Galicia.
Ahora llega a París con hambre y con la mochila llena de confianza e ilusión, consciente de que tiene opciones de subir al podio. Para ello deberá lidiar con rivales como su compañero Alberto Suárez, el marroquí Amin El Chentouf o el australiano Jaryd Clifford. “El circuito no me parece tan duro, aunque en el kilómetro 35 habrá una subida y bajada por los Campos Elíseos en adoquines y ahí estará la clave. Para mí ya es un éxito estar entre los mejores porque el camino fue enrevesado. Me encantaría llevarme una medalla, lucharé por ella, pero no me quita el sueño. Quiero dar lo mejor que llevo dentro y trataré de tirar de mi experiencia para hacer un buen resultado. El hecho de cruzar la meta ya me hace sentir ganador y satisfecho. Al final, corro porque para mí es una forma de vida”, sentencia el indómito maratoniano.
GUSTAVO NIEVES
Gustavo Nieves Campello (Lugo, 1982). Atletismo. Campeón de Europa en 5.000 y en 10.000 metros en categoría T12, pruebas en las que posee las plusmarcas europeas. Medallista en mundiales en maratón. En París disputará sus sextos Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Disciplinado, constante y desordenado.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
La bandera de España.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
Me gusta cocinar y pinchar música tecno.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Teletransportarme.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
No llega a ser miedo, pero no me gustan las arañas.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
El chocolate.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
Al parque a dar un paseo con mi perra.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
A mi perra, se llama Hache y es un bulldog francés.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un perro.
10.- Una canción y un libro o película.
‘Survival’, de Muse. Y un libro, ‘Psicología del éxito’, de Mario Luna.