A apenas 25 días del inicio de los Juegos de Tokio, Iván Salguero recibió una llamada que ya no esperaba. “Haz las maletas que viajas con el equipo”, le comunicó el seleccionador de natación, José Luis Vaquero. Se encontraba de vacaciones en casa, en Pamplona, y llevaba sin tocar el agua tres semanas. “Fue una sorpresa, era una opción que tenía descartada. Pese a la desconfianza con la que llegaba por la escasa preparación, salí contento, me llevé un diploma”, recalca. Para París 2024, su tercera cita paralímpica, sacó el billete con antelación, tras hacer una mínima A. “Fue un alivio, me permitió plantear la temporada sin nervios ni presión. Estar en tres Juegos es algo inimaginable, un sueño”, afirma el navarro, un nadador muy técnico, metódico, disciplinado y perfeccionista, otro soldado más de la piscina española que, sin hacer ruido, se ha consagrado en la élite mundial.
“Estoy con ganas de sacar el potencial y la garra que llevo dentro, tengo mucho que decir”, comenta este apasionado de la natación, deporte en el que lleva sumergido desde los tres años, cuando empezó a chapotear en la Ciudad Deportiva Amaya. Ya de pequeño tenía facilidad para aprender y ejecutar movimientos. “Cuando empujas y acaricias el agua para nadar rápido me invade una sensación única, fluyo y me siento en libertad. Me encanta lo que hago, incluso cuando tengo un mal día, siempre busco ser constante”, apunta. Nació con una enfermedad rara de la mácula que limita su visión a menos de un 10%.
“En estos últimos años ha empeorado y, a veces, por el cansancio o la luz, me afecta más. He retomado los estudios y ya no puedo leer en un libro, lo tengo que hacer a través de una pantalla y con letra muy grande. Es parecida a la retinosis pigmentaria, es como si tuviera tapado el centro del ojo, solo veo por la periferia. Y de lejos no reconozco las caras de las personas. De niño llevé una vida normal, si me caía 100 veces me levantaba 101. Les estoy muy agradecido a mis padres porque jamás me sobreprotegieron. Ellos sufrían por dentro, pero no me lo transmitían, me dieron las herramientas para ser independiente. Sí tuve problemas cuando estudiaba la ESO, me lo pusieron difícil en varios colegios ya que algunos profesores demostraron poca empatía, dudaban de mi discapacidad porque en el patio me veían correr como uno más”, cuenta.
Aquel niño que soñaba con ser astronauta y viajar al espacio para contemplar la Tierra, practicó judo y también fútbol, “pero lo dejé porque era un desastre y no veía el balón”, dice riendo. En la piscina todo cambia para él, en el medio acuático se siente sin límites: “Aquí la visión no es un sentido importante, en la natación agudizas otras sensaciones, como el sonido, la velocidad o el roce del agua”. Despuntó en categorías inferiores en campeonatos convencionales de Navarra y con 11 años, en una competición organizada por la ONCE en Madrid, los responsables de la Federación Española de Deportes para Ciegos le echaron el anzuelo.
“La recuerdo siempre con cariño, la tengo grabada. Gané seis oros y salí en el periódico de mi ciudad. En aquella etapa disfrutaba mucho, hacía amigos, era pura inocencia, no había presión ni reloj, lo único importante era pasarlo bien”, explica. José Luis Vaquero, uno de los entrenadores que lo moldeó, convenció a sus padres en 2015 para llevárselo al Centro de Alto Rendimiento de Madrid. Aquello fue un punto de inflexión en su carrera: “En casa me había estancado porque estaba desmotivado con la natación y con los estudios. Marcharme a otra ciudad y con unas instalaciones en las que lo tenía todo a mi alcance, volvió a ilusionarme, me hizo centrarme en lo que quería, cambió mi actitud y mi forma de nadar. Hasta los 17 años nadie me había grabado ni me había dicho qué cosas hacía mal, nadaba despendolado. Aprendí muy rápido y desde entonces me obsesioné en hacer cada movimiento perfecto”.
Sus resultados no tardaron en llegar. El año de su llegada al CAR debutó en el Mundial de Glasgow y en 2016 participó en el Europeo de Funchal y también se clasificó para los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro, donde nadó cuatro pruebas y obtuvo un diploma tras ser octavo en 100 braza SB13. “Fue una experiencia brutal, aunque mentalmente pudo conmigo por la sobreexcitación, nunca había estado en un evento tan grande. Me impactó el primer día que entré en la piscina para calentar y vi que las gradas estaban repletas de gente, me dio miedo, no supe controlar las emociones, estaba tenso en cada prueba, por ello me salió mal, no saqué todo mi rendimiento”, relata.
Sus mayores lauros a nivel internacional los consiguió en el Mundial de México en 2017 con cinco medallas -tres platas y dos bronces-. “Fue un campeonato atípico porque faltaron rivales potentes de otros países, aunque no le resto mérito a lo que conseguí. Es difícil que vuelva a repetir algo así”, subraya. Y también destacó en el Europeo de Dublín en 2018, con un bronce en 100 libre y una plata en relevos. Introvertido, trabajador nato y obstinado cuando se fija un objetivo, Salguero llegó sobre la bocina a Tokio 2020, llevándose un diploma al ser séptimo en 400 libre S13.
En 2022 ganó en el Mundial de Madeira (Portugal) la presea más especial de su palmarés, una plata en relevos 4×100 libre mixto. “Ese día tuve emociones dispares porque unas horas antes se me escapó la medalla en el 400 libre, la perdí en el último largo. Fue difícil, pero me rehíce psicológicamente y esa misma tarde me colgué la plata junto a mis compañeros”, narra. No tuvo un buen 2023 ya que no rindió como esperaba, pero en este curso, tras ser reclasificado en clase S12, están saliendo las marcas. Fue cuarto en el Europeo y batió los récords de España en 100 y en 200 libre, algo que no se conseguía desde 2012. “He aprendido de los errores, la perseverancia y el trabajo me recompensa con nuevas oportunidades. He cambiado ciertos patrones en la frecuencia de nado y me ha funcionado. La técnica es la base de la natación, me centro mucho en eso, soy muy perfeccionista y persistente”, añade.
El navarro, que estudia el Grado Superior de Integración Social “porque me veo representado en esos colectivos en riesgo de exclusión”, se presenta en sus terceros Juegos Paralímpicos con ganas de resarcirse. “Los de Río 2016 me pillaron con poca experiencia y los de Tokio 2020 sin entrenar lo suficiente porque fui repescado a última hora. A París llego con más madurez, confianza, sin presión y con calma, sin pensar en el resultado. Nadaré el 400 libre con los de S13, así que estará complicado, el podio está muy marcado: el bielorruso Ihar Boki es inalcanzable, mientras que el francés Álex Portal y el ucraniano Kyrylo Garaschchenko se disputarán plata y bronce. Mi objetivo es acercarme o batir el récord de España, en manos de Enrique Floriano desde Sídney 2000 con 4:16.20. Y también competiré en 100 libre S12, prueba en la que ocho nadadores estamos muy igualados. Tengo opciones y habrá que nadar por debajo de mi marca si quiero pelear por una medalla”, apostilla.
IVÁN SALGUERO
Iván Salguero Oteiza (Pamplona, 1998). Natación. Cuenta con seis medallas en mundiales y con dos en europeos. En París disputa sus terceros Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Tímido, honesto y humilde.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
Un IPad o una consola, mentalmente me libera mucho.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
Jugar a los videojuegos, aunque la vista apenas me da para jugar a unos pocos -ríe-.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Ser inmortal.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
No tengo miedo a nada en especial.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
Una hamburguesa.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
Lo que más me relaja es dar un paseo escuchando música, el lugar me da igual.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
Una cámara de vídeo y de fotos -ríe-.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un gato.
10.- Una canción y un libro o película.
‘The winner takes it all’, de ABBA. Una película ‘The Matrix’ o ‘Cadena Perpetua’.