Una centésima de segundo viene a corresponder, aproximadamente, a la longitud de una uña. Esa ínfima diferencia, decisiva en la natación, fue lo que le cerró la puerta paralímpica de Tokio 2020 a Kike Alhambra. Tenía 17 años y una incipiente carrera en la piscina. Varió rutinas y se exprimió en los entrenamientos para perseguir hasta la extenuación una marca mínima exigida que se le atragantó. “Hice muchos kilómetros por toda España buscándola en cada campeonato y la rocé varias veces. Físicamente puedes estar muy fuerte, pero si la cabeza no acompaña y te obcecas, los resultados no salen”, recalca.
El estrés, los nervios y la juventud formaron una montaña inexpugnable. Curiosamente, una semana después de que se agotase el plazo, consiguió dos mínimas. Pero ya era tarde. “Fue frustrante, parecía una broma, aunque no me fustigué demasiado. Pasé página rápido y me animé al pensar en que me quedaba mucha trayectoria por delante, sabía que tendría más oportunidades y me focalicé en los siguientes Juegos”, relata. Con poderosas brazadas, trabajo y férrea disciplina, era consciente de que su rutina conducía al éxito. Y también a París 2024. “Estar en los Juegos Paralímpicos es el sueño por el que me he esforzado y luchado tanto desde que me lo tomé en serio con 14 años, cuando descubrí la natación adaptada”, afirma.
Aquel niño de Paterna jamás imaginó que alcanzaría cimas tan altas, su única pretensión cuando se zambullía en el agua era pasarlo bien. “Hasta los 11 años no empecé a competir y recuerdo que al principio me tiraba a la piscina de bomba o cuando veía a los padres animando en las gradas me paraba y me ponía a saludar”, dice entre risas. Lleva toda su vida a remojo ya que comenzó a nadar con tres meses, siguiendo los pasos de su hermana, Minerva: “Aprendí a flotar antes que gatear”.
A los seis años le diagnosticaron síndrome de Stargardt, una distrofia macular degenerativa que afecta a la retina de los ojos. “Aunque lo tengo de nacimiento, no supe de ella hasta que en el cole un profesor se percató de que me ponía de lado para mirar a la pizarra. Tengo visión periférica, por el centro no veo nada, como si tuviese una mancha negra. Cuando hay mucha luz me molesta bastante más y, sin embargo, por las noches veo mejor”, asegura. La enfermedad no ha sido obstáculo para abrirse paso en la élite de la natación, deporte que llegó a compaginar con el frontón.
Alhambra se forjó entre las piscinas del Club Valenciano y del Aquatic Campanar, y creció al lado de ilustres nadadores de su ciudad como José Antonio Marí, Ricardo Ten o David Levecq: “Como era el más pequeño me cuidaban constantemente, son mis referentes. Ricardo me ayudó mucho en mis inicios, me enseñó a manejarme y me aconsejaba sobre cómo tenía que afrontar las competiciones. Y David, aunque no estamos en la misma categoría, me sirvió de inspiración, siempre he intentado superarle y en algunas pruebas he llegado a su nivel”.
Durante las últimas temporadas ha dado muestras de sus virtudes, crecimiento y polivalencia. Su estreno internacional fue en el Europeo de Dublín en 2018 siendo un adolescente y en el Mundial de Madeira en 2022 se colgó su primer metal, una plata en relevos. Ese mismo verano fue protagonista con dos oros, una plata y un bronce en los Juegos Europeos de la Juventud en Pajulahti (Finlandia). Y el pasado año protagonizó la eclosión que ya se vislumbraba desde hace un tiempo, tras acaparar focos y dar el estirón en el Mundial de Manchester con una plata en 100 espalda, un bronce en 100 mariposa S13 y dos platas en relevos.
“No me esperaba comer en la mesa de los mejores, sabía que estaba fuerte y aspiraba a alguna medalla, pero fue una sorpresa”, cuenta. En el Europeo de abril de Funchal (Portugal) no pudo subir al podio, rozó los metales en dos ocasiones, pero sí logró la ansiada mínima A para París. “Tuve que confirmarla varias veces porque no me lo creía. Es un extra de motivación, confianza y energía para encarar la cita más importante, los Juegos”, añade. El valenciano se siente preparado y más concienciado que nunca para seguir arañándole centésimas al cronómetro y asentarse en los puestos de privilegio. “Este año no me obsesioné con sumar metros, me centré en la frecuencia de brazada de nado, que es potente y ahora más rápida. También en dominar la técnica y en hacer lo mejor posible cada movimiento, eso me ayudará a bajar mis tiempos y a ser más competitivo”, aclara.
Acude a la piscina parisina de La Défense sin complejos, dispuesto a plantar batalla en sus dos pruebas. “Ha sido un camino largo, pero al fin puedo decir que voy a escalar la cima que se me resistió para Tokio, estar en unos Juegos es un sueño. No me conformo con participar, el objetivo es ir a por medallas, me da igual los rivales que tenga por delante. Es cierto que la presencia del bielorruso Ihar Boki complica el acceso al podio, porque siempre gana el oro. El resto pelearemos por las otras dos chapas. Me veo más rápido en el 100 espalda, una prueba más técnica en la que intentaré realizar una salida potente y un buen subacuático. En el 100 mariposa la fatiga es más devastadora, no gana el más fuerte, sino el que llegue menos cansado. Y en relevos también podemos dar la campanada, me haría mucha ilusión ganar una medalla con mis compañeros”, subraya Kike Alhambra, una promesa de presente y con mucho futuro que salpica descaro, talento y ambición.
KIKE ALHAMBRA
Enrique José Alhambra Mollar (Valencia, 2004). Natación. Cuenta con tres platas y un bronce en mundiales. Debuta en unos Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Relajado, explosivo y ambicioso.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
La pistola de masaje muscular.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
Los deportes náuticos como la vela, el kitesurf y el windsurf.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Controlar el agua a mi antojo.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
A nada.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
Los yogures y flanes, casi todos los días cae uno.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
Al mar, a la playa de la Malvarrosa.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
Un barco para poder salir, comida y una cama blandita -ríe-.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En una foca.
10.- Una canción y un libro o película.
‘La costa del silencio’, del Mago de Oz. Y libro, los cómics de Mortadelo y Filemón.