“El azar reparte las cartas, pero nosotros jugamos la partida”, escribió el filósofo alemán Arthur Schopenhauer. La baraja no fue benévola con Miguel Ángel Toledo, en cuya vida se trenzó el infortunio en una piscina al quedar tetrapléjico con 20 años y la capacidad para adaptarse a un escenario inesperado. Con voluntad, persistencia, entrega y trabajo le echó un órdago a su destino para labrarse una loable carrera deportiva. Con una pala vendada en su mano hizo buenas las malas cartas que le habían tocado, al convertirse en uno de los mejores jugadores del mundo de tenis de mesa en silla de ruedas. Subcampeón del mundo y de Europa, ambiciona una medalla en París, sus segundos Juegos Paralímpicos.
“Me encerré en mí mismo, no quería salir adelante ni enfrentarme al mundo con mi discapacidad, era deportista y verme depender de otras personas me costó bastante asumirlo, fue muy duro. Hay circunstancias que no entran en tus planes, pero quejarte no te ayudará, así que pasé el duelo y decidí que no podía seguir amargándome ni tampoco a los que me rodeaban. Estaba vivo y tenía que sacarle el máximo jugo posible”, recalca. De joven, el getafense era enérgico y muy activo, estuvo ligado al fútbol y al baloncesto, hasta que en 1988 se fracturó las vértebras cervicales en una mala zambullida en la piscina de su pueblo.
“Al tirarme de cabeza me golpeé con el fondo y supe que algo no iba bien porque no podía moverme para salir a la superficie. Quedé flotando boca abajo y mi amigo, José Vicente López, al que le debo mucho, actuó rápido y pudieron sacarme. La lesión fue grave, las piernas quedaron paralizadas y me afectó también a los miembros superiores, no tengo movilidad en los dedos ni tríceps en el brazo derecho”, relata. Estuvo diez meses ingresado en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo. De allí salió reconfortado, aunque con un futuro incierto. “Me dieron la cantidad mínima de una pensión no contributiva y no tuve más remedio que buscarme las habichuelas para sobrevivir”, comenta.
Se refugió en los libros, estudió dos carreras, Trabajo Social y Antropología, y durante una década asistió a pacientes con lesiones medulares en Toledo. Hasta que le dieron la incapacidad laboral. “El mundo se me vino encima, pero no podía quedarme tumbado en el sofá, así que busqué una actividad para estar ocupado y después de un tiempo dando tumbos encontré en el deporte la motivación que necesitaba”, asegura. En una arrumbada mesa en las instalaciones de la Fundación del Lesionado Medular, el madrileño agarró por primera vez una pala. “Al no tener fuerza en la mano, me la ataron con una venda y desde entonces ya no la he soltado. Mi vida cambió en ese momento”, apunta.
Fue en 2009 cuando se adentró en el tenis de mesa, llevaba pocos entrenamientos y se plantó en Zaragoza para disputar su primer Campeonato de España. “Era un novato y me dieron hostias hasta debajo de la lengua -ríe-. No gané nada, pero aquello confirmó que era a lo que me quería dedicar”, agrega. A pesar de ser diestro, tuvo que aprender a jugar con la mano izquierda para rendir mejor. Comenzó a perfeccionar la técnica en un club en Getafe y a empaparse de cada detalle visualizando vídeos de gente con su misma lesión. En 2011 creó una escuela de tenis de mesa adaptado en la FLM de Madrid, su mayor orgullo.
Y su estreno internacional llegó en 2014 en el Open de El Prat de Llobregat. Desde entonces ha coleccionado una treintena de medallas en la élite, con dos bronces europeos en 2015 y en 2019, y las más recientes, una plata mundial en 2023 y otra continental en 2022, los éxitos que más brillan en su vitrina. La mayoría de ellas logradas junto a su inseparable compañero, el bilbaíno Iker Sastre. Con él también vivió un momento muy especial en su carrera, los Juegos Paralímpicos de Tokio, a los que asistió tras conseguir una ‘Wild Card’. “Los disfruté a tope porque pensé que serían los únicos para mí. Salí muy contento y reforzado a pesar de las derrotas”, afirma.
En este ciclo ha seguido progresando gracias a la constancia y a la dedicación para conservar sus principales armas y mejorar sus flaquezas. “Mi caso es atípico, ya tengo 56 años, pero los resultados son muy buenos, no he llegado a mi techo. Estoy ilusionado y motivado porque me siento más competitivo que nunca, cambié de material, ahora juego con una pala diez centímetros más larga que una común y soy un jugador más sólido, sufro menos en los peloteos. No me considero poderoso, y la falta de fortaleza lo suplo con estrategia y creatividad a través de globos y aperturas a las que no puede llegar el rival”, analiza.
Su día a día orbita en torno al tenis de mesa, le dedica muchas horas a los entrenos, a estudiar a los adversarios, a planificar jugadas. En estos últimos tres años pensaba en cada peldaño que lo aproximaba a un destino anhelado, sus segundos Juegos Paralímpicos. Esta vez no ha necesitado invitación, se ha clasificado por méritos propios al instalarse entre los mejores del ranking. “En todo este tiempo, lo primero que veía al despertarme era el logo de París 2024 en la pantalla del móvil y en la del ordenador. Me siento orgulloso, ahora voy con más experiencia y el palmarés me empuja a ser más ambicioso. Hay más presión porque me marco metas altas, sé que tendré mis opciones”, subraya.
El getafense participará en clase 2, aunque por su discapacidad estaría más cerca de la clase 1. “Estoy peor dotado físicamente y eso se nota muchísimo. No compito en igualdad de condiciones, pero no es excusa, voy a plantear batalla a los favoritos. Soy uno de los deportistas que los rivales menos desean tener enfrente, saben que puedo ganar a cualquiera y el que me quiera vencer tendrá que sudar. Mi moral está a tope, no dejaré escapar la más mínima oportunidad que se presente para subir al podio”, añade. En la prueba de dobles aumentan las opciones de medallas al lado de Iker Sastre, su media naranja en la mesa azul. Tendrán que lidiar con los franceses Fabien Lamirault y Julien Michaud, y con los surcoreanos Soo Yong Cha y Jin Cheol Park, principales candidatos junto a los españoles.
“Formamos un tándem homogéneo, nos entendemos muy bien. Iker es más potente y audaz, yo soy más cerebral y técnico. Una de nuestras claves es que estamos todo el partido hablando, animando y dando instrucciones, si eso se apaga, el nivel baja. Estamos preparados para conseguir un buen premio, los resultados nos avalan. Sería un sueño cumplido ganar una medalla en los Juegos, me da igual el color que sea, pero este es el escenario perfecto para sacar nuestra mejor versión y el hambre que tenemos, así que vamos a por el oro”, remata Toledo.
MIGUEL ÁNGEL TOLEDO
Miguel Ángel Toledo Bachiller (Madrid, 1968). Tenis de mesa. Subcampeón del mundo y de Europa en dobles. Cuenta con una treintena de medallas internacionales. En París disputa sus segundos Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Persistente, trabajador e ingenioso.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
Un altavoz que conecto al móvil para escuchar música.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
Tengo una habilidad especial lanzando dardos con cerbatana. De hecho, fui campeón de Madrid con la Fundación del Lesionado Medular frente a personas sin discapacidad. Pero hubo protestas, decían que teníamos ventaja frente a aquellos que tiraban con las manos, y ya nos impidieron participar en campeonatos.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Combatir y acabar con todas las enfermedades.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
A nada en particular.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
Un buen cocido madrileño.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A la playa.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
A mi mujer.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un caballo.
10.- Una canción y un libro o película.
‘Sultans of swing’, de Dire Straits. Y libro, ‘El monje que vendió su Ferrari’, de Robin S. Sharma.