De niño, Saúl Peña dedicaba todos sus esfuerzos a realizar paradas y a desplegar sus reflejos felinos en las pistas de fútbol del humilde y pequeño Barrio Pesquero de Santander, el mismo que vio nacer a Pedro Munitis, su ídolo. Llegó a entrenar en categorías inferiores con los porteros del Real Racing Club, su gran pasión. Pero moldeó sus sueños bogando entre las olas del mar Cantábrico. Primero despuntando entre bateles y traineras. Y desde hace unos años con el remo, deporte que le alumbró como un faro en la oscuridad después de que su vida pendiera de un hilo al ser víctima de una brutal agresión física. Luchador incansable, con perseverancia ha alcanzado el objetivo que se propuso tras volver a nacer: estar en unos Juegos Paralímpicos.
Sus paladas de tesón y superación le han guiado hasta París 2024, donde será uno de los tripulantes del cuatro con timonel (PR3Mix4+) español. Por el camino ha dejado una estela de constante trabajo, sacrificio, sudor y lágrimas, porque para llegar hasta la capital francesa ha derribado muchos obstáculos. A los primeros se enfrentó con 17 años, cuando tuvo que empezar de cero al salir del hospital en una silla de ruedas, sin poder moverse, sin hablar y pesando apenas 35 kilos. En febrero de 2009 se encontraba con unos amigos sentado en un banco de su barriada cuando un desconocido de 14 años se acercó a él y sin mediar palabra le propinó múltiples golpes que le hicieron caer al suelo.
Dolorido, decidió acudir al Hospital Universitario Marqués de Valdecilla por su propio pie y al entregar en el mostrador de admisión su tarjeta sanitaria se desplomó. Tenía un fuerte traumatismo craneoencefálico. La rápida intervención de un celador fue crucial en su devenir. Le operaron de urgencias y pasó casi dos meses en coma. “Me dejó paralizada la parte derecha del cuerpo y falta de movilidad en la izquierda. También cogí una neumonía y al hacerme una traqueotomía me afectó a las cuerdas vocales, no me salía la voz. Volví a ser un bebé, mi madre tenía que bañarme, vestirme o darme de comer. Nada volvió a ser lo mismo para mí, se esfumaron mis planes, como el de ser bombero”, lamenta.
Se iba cada noche a la cama con muchas preguntas cociéndose en su mente, la cual se mantenía fuerte. No iba a claudicar. Una semana después de salir del hospital logró levantarse del sofá y apoyándose en los muebles y en las paredes llegó hasta la cocina de casa, sorprendiendo a su madre. Fue la primera vez que venció a su destino. El empujón definitivo le llegó una tarde al recibir la visita inesperada de su vecino y futbolista Munitis. “Me dijo: ‘Saúl, estás vivo y eso es un motivo para seguir luchando, vas a salir adelante y conseguir lo que te propongas’. Eso me animó bastante. Aprendí de nuevo a hablar, a comer, a utilizar la mano izquierda ya que era diestro, y a estudiar, había perdido la capacidad para retener la información. Me ayudaron la lectura y los sudokus”, dice riendo.
Se sacó el carné de conducir y aprobó unas oposiciones a celador, esa profesión que le salvó. “No obtuve plaza por mi inexperiencia, pero estoy en la bolsa de empleo, me gustaría ejercer”, asegura. Sí trabajó unos años como vendedor del cupón de la ONCE, justo enfrente del portal donde residía su agresor, al que tuvo que ver cada día. “Me trasladaron de sitio, pero en Santander me lo sigo encontrando y agacha la cabeza cuando me ve. Pasó cuatro meses en un centro de menores y al salir continuó con su vida, alardeando entre sus amigos de la paliza que me dio. No ha tenido el valor de pedirme perdón, aunque tampoco lo aceptaría, y nunca pagó la indemnización por mis secuelas. Siento rabia cada vez que le veo, pero sé gestionarla gracias a la terapia psicológica. Me arrebató mi vida una vez, vengarme acabaría con lo que he construido y no estoy dispuesto a perder nada más”, recalca.
Porque Saúl ha conseguido mucho en estos años. Su punto de partida era muy oscuro. Y la luz entró en forma de deporte, el remo lo rescató. “Me salvó, si no hubiese tenido esa forma física, no habría aguantado el estar tres meses sin comer y postrado en una cama”, asevera. En el Club Remo Ciudad de Santander, que acababa de desaparecer, le dieron las llaves del gimnasio para que acometiese su rehabilitación con la idea de recuperar masa muscular y movilidad. No perdía ni un solo día, en ocasiones con la compañía de algún amigo, pero normalmente realizaba ejercicios en solitario. Y no le importaba que la sala estuviese en una primera planta y sin ascensor, subía las escaleras a gatas o arrastrándose.
Las pesas fueron insuficientes y en 2011, con la refundación del Club Remo Santander, Saúl se sumó a la entidad. Salió al mar como patrón en regatas de traineras, embarcación de pesca reconvertida en bólido marino impulsado por los brazos de 13 remeros. “Di mis primeros palazos al agua en el descenso de Colindres ante la ausencia de un compañero. Lo acabé con mucha dificultad porque sufría dolores de cadera, una de las secuelas de lo que me ocurrió, ya que me chocaban los huesos de la articulación”, relata. Decidió pasar por el quirófano porque quería regresar a la competición. Un año estuvo en el dique seco, el club volvió a cerrar, pero porfió, no se rindió. Siguió entrenando en ergómetro con el Club de Remo Camargo, pero él anhelaba salir al mar.
“Me dijeron que no sabían en qué barco podía competir, necesitaba uno con flotadores para no caerme por la falta de equilibrio. Insistí y, a través del coordinador de la Federación Española de Remo, Felipe García, conocí en 2021 a Sorin Manole, del Club San Pantaleón, que desde el primer día me ayudó en todo y se convirtió en mi entrenador. Fue una satisfacción tremenda dar paladas otra vez en el agua, sentir cómo deslizas la embarcación con tu fuerza mientras el viento te da en la cara”, explica. Ya nada iba a frenar al cántabro, que se estrenó en una concentración con la selección española en diciembre de ese mismo año. “Por mi discapacidad, al no mover una de las manos, no podía remar en doble scull, mi única posibilidad era el cuatro con timonel, así que estoy muy contento de ser uno de los tripulantes de este bote”, agrega.
Debutó con España en el Mundial de Belgrado (Serbia) en 2023, siendo novenos. En abril de este año quedaron cuartos en el Europeo de Szeged (Hungría) y un mes después finalizaron terceros en la regata de Lucerna (Suiza), resultado que les dio una invitación para los Juegos Paralímpicos de París. “Lo logramos con solo diez días de entrenamientos porque se sumó a última hora un nuevo integrante, Daniel Díaz, un líder con garra. Formamos un gran equipo, con la experiencia de Pepi Benítez, la alegría de Verónica Rodríguez, la voz de Leonor García al timonel y mi entrega. Ese día salió todo bien, aunque en los metros finales lo pasé mal por fatiga en el dorsal y no pude sacar bien la pala. Fue una liberación llegar a meta, un orgullo después de todo lo que he pasado”, subraya.
Este verano, el cuatro con timonel ha podido afinar detalles en Amposta (Tarragona) y en Banyoles (Girona) para preparar la gran cita de París. Conscientes de su inexperiencia y del poco tiempo que llevan juntos, acuden al Estadio Naútico Vaires-sur-Marne cargados de ilusión. “Hemos dado un salto grande en técnica y en calidad, el barco está despegando. Queremos hacer una buena regata y bajar de los siete minutos y treinta segundos, aunque no será fácil porque en esa pista hay viento y corrientes. Queremos disfrutar y soñamos con disputar la final A. En lo personal, ser partícipe de la gran fiesta del deporte es lo máximo que me puede pasar. Voy a pelear y a darlo todo en cada palada, para mí ya es un premio estar con los mejores. Es una victoria más en mi camino, ojalá mi agresor vea hasta dónde he llegado a pesar de que casi me arrebata la vida”, apostilla Saúl Peña.
SAÚL PEÑA
Saúl Peña Puente (Santander, 1991). Remo. En París disputa sus primeros Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Trabajador, luchador y perseverante.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
El platanito, el traje con el que competimos -ríe-. Tengo una gran colección, unos 75 modelos.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
No, solo talento para el remo -ríe-.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Poder regresar al pasado para evitar la paliza que sufrí y que me cambió la vida.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
Después de lo que pasé, no le tengo miedo a nada. Es que ni a la muerte, que he estado muy cerca de ella y, de momento, se ve que no me quiere -ríe-.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
La pasta o patatas con huevos fritos.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
Al mar.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
A mi perro.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un perro.
10.- Una canción y un libro o película.
‘Me voy de fiesta’, de Fidel Castillo. Y película, la saga de ‘Harry Potter’ o la de ‘El Señor de los anillos’.