Eduardo Santas es un versátil corredor que se adapta a cualquier escenario, es un competidor nato y nunca se le puede dar por descartado en ninguna prueba. Lleva la constancia, el trabajo y la determinación en el ADN, siempre sujetado al manillar de su bicicleta para romper barreras. En París ha conquistado la plata en la contrarreloj C3, su primera medalla paralímpica individual -ganó un bronce por equipos en Río de Janeiro 2016-. Era el colofón a una jornada histórica para el ciclismo español, que ya había sumado dos oros con Ricardo Ten y Sergio Garrote, y un bronce con Damián Ramos.
Durante los últimos años el aragonés jamás dejó de creer en su potencial, ha sufrido varapalos, aunque siempre se levanta y sigue devorando kilómetros para crecer. En la carretera de Clichy-sous-Bois, a las afueras de la capital parisina, ha recogido el fruto a tantos años de brega y entrenamientos con una plata que sabe a oro, como el que ganó hace un par de veranos en la crono del Mundial de Baie-Comeau (Canadá), su único maillot arcoíris. Ahora salda otra deuda consigo mismo y alivia las frustraciones acumuladas.
Un metal que ya tiene reservado un hueco especial en las paredes de su habitación en Tarazona (Zaragoza), las cuales tiene tapizadas con todas las medallas que ha cosechado en su trayectoria. Perfeccionista y tenaz, no para hasta conseguir lo que se propone. Rezuma ciclismo por los poros de su piel, forma parte de una familia de apasionados de las dos ruedas y desde niño estaba destinado a seguir los pasos de su abuelo Jesús, que corrió en los años 50; de su padre y de su hermano, ambos Fernando. Esa devoción por la bicicleta no la frenó ni la parálisis cerebral que sufrió por una varicela a los cuatro años.
Arrancó la prueba con brío, siendo quinto en los dos primeros intermedios. Se sentía fuerte y lanzado, con el cuchillo entre los dientes, consciente de que tenía posibilidades para asaltar el podio. En el kilómetro 19 ganó un puesto, mientras el seleccionador Félix García Casas le jaleaba por la radio para que apretase, las medallas estaban a su alcance. Santas dio el zarpazo definitivo, engulló a los corredores que iban delante suya, el alemán Matthias Schindler y el británico Benjamin Watson, y voló hacia la plata. Cruzó la meta y paró el reloj en 39:12.71, con el oro para el francés Thomas Peyroton-Dartet. El aragonés, que posee 20 medallas mundiales entre pista y carretera y también ha sido campeón de Europa, logra el metal que le faltaba.
“Estoy súper feliz, era lo que tanto ansiaba. Venía súper confiado a la crono, me daba mucho miedo hacer otra vez el cuarto puesto que he hecho muchas veces, iba cuarto en la última referencia que me han dado y en la última recta apreté a muerte y he sido segundo. Salí regulando, a mí me quedaba gas, sabía que alguno esperaba e iba a ir a menos, yo he ido a más y he podido adelantar dos posiciones. Ha costado muchos años de trabajo”, ha recalcado. Por otro lado, Luis Miguel García-Marquina finalizó en la sexta posición en H3.