Las vicisitudes que le ha tocado vivir y los años de férrea disciplina en su deporte le han enseñado a no revelar nada a través de su rostro. Imperturbable, sereno, de sonrisa tenue y metódico, Vasile Agache doma con estrategia y precisión las bolas de cuero rojas y azules de la boccia, la modalidad a la que se abrazó como si se tratara de una tabla de salvación poco después de sortear a la muerte. Cualquiera se hubiera rendido al desaliento, pero él no se dejó doblegar por los hachazos del destino, estaba hecho para nadar a contracorriente. A sus 57 años y tras casi dos décadas persiguiendo el sueño paralímpico, competirá en París en sus primeros Juegos.
A comienzos del 2000 emigró empujado por la pérdida de empleo y por la pobreza que se había instalado en su país de origen, Moldavia. Sus anhelos y proyectos se habían esfumado. “Era economista, pero la inestabilidad institucional, la corrupción y la crisis nos tenían asfixiados, a la población nos dejaron sin nada. Me tuve que buscar la vida, trafiqué con tabaco llevándolo a Rumanía, pero era peligroso y lo dejé; luego monté un negocio en el que vendía botellas de champán, vodka y vino, que duró poco; y más tarde una carnicería, pero no mejoraba”, relata. Reemprendió su vida en España, previo paso efímero por Portugal, y en sus primeros años tuvo que lidiar con condiciones paupérrimas, con trabajos en la economía sumergida y compartiendo habitaciones con otros compatriotas.
“Tenía familiares en Girona y allí me marché. Durante unos meses, sin saber que era una actividad ilegal, trabajé en la extracción de plantas y árboles en bosques, para un empresario que resultó ser un mafioso, que traficaba con drogas y con mujeres que traía de Europa del Este. Después entré en una empresa de construcción e hice de todo, colocaba tuberías, era maquinista, escayolista, electricista y manejaba camiones”, explica. A veces, también echaba horas extras los fines de semana en un camping, lugar en el que se produjo en 2004 el trágico accidente que viró su rumbo. Ingirió demasiado alcohol durante una barbacoa que organizaban varios amigos y como fruto de una imprudencia sufrió una tetraplejia.
“Fue mi culpa, estaba muy ebrio y para refrescarme me tiré de cabeza a la piscina que había. Impacté con el fondo y me produjo una lesión medular. No recuerdo nada más, me dijeron que flotaba como un pescado muerto, pensaban que no sobreviviría. Dos semanas después desperté en el hospital y cuando vi que estaba rodeado de tubos y a mi mujer llorando, sabía que algo grave había ocurrido. Tuvieron que operarme y otra vez estuve en coma, un mes en esa ocasión. Solo podía mover la cabeza”, cuenta. Una silla sería su compañera vitalicia. Pasó ocho meses ingresado en el Institut Guttmann de Barcelona y luego regresó a Girona.
“Me quedé a vivir en una residencia ya que estaba muy delicado físicamente y necesitaba mucha atención. Era una persona muy activa y pasar a depender de otra gente fue un duro golpe psicológico”, agrega. Se reprochaba lo ocurrido, su nueva situación lo había transformado en un ser distante, desconfiado y enfadado con el mundo. Las actividades deportivas no le interesaban ni entraban en sus planes de rehabilitación, hasta que conoció a Miquel Chalet. “Él pertenecía a la Fundación Llars de l’Amistat, un día se acercó y me dijo que haría deporte. Pensé que se burlaba de mí, si era incapaz de mover las manos. Me habló sobre la boccia y me convenció para probar. Al principio no sabía ni agarrar las bolas, aunque me encantó, fue una liberación. Creí que mi vida se había acabado, pero el deporte me salvó”, confiesa.
El rictus de sufrimiento se había suavizado, Vasile recuperó la ilusión. En 2007 ganó su primer título en Cataluña, ha sido campeón de España individual en BC4 (deportistas con discapacidad física severa) en siete ocasiones y también ha sumado una docena de medallas a nivel internacional. La nacionalidad no le llegó hasta 2017, cuando pudo debutar con la selección española. Lo hizo en un Open Mundial en Sevilla, ciudad en la que cuatro años después se colgó un bronce europeo. Antes había ganado varias preseas en un Open Regional en Pinto (Madrid). Y en este último ciclo cosechó un bronce en el World Challenger de Zagreb (Croacia), una plata en la Copa del Mundo de Povoa do Varzim (Portugal) y a finales de marzo de este año, su mayor logro, un bronce en el Torneo Clasificatorio de Coimbra y, lo más importante, el billete para los Juegos Paralímpicos de París.
“Vasile es la constancia y el trabajo personificado. Un deportista ejemplar que siempre presenta un esfuerzo máximo en todo lo que se propone. Es muy versátil, aporta muchísima precisión en el juego corto y fuerza para mover las bolas en las diferentes zonas del campo. Pese a parecer bastante serio, siempre cuenta historias que distienden los ambientes de presión”, destaca el seleccionador nacional, Fran Padilla. En categoría individual ha dado un salto de calidad, aunque donde está ofreciendo un rendimiento mayor es en la prueba por parejas. Ha encontrado en Sara Aller a su media naranja en la pista.
“Es una chica increíble, recién se ha iniciado en este deporte y su progresión está siendo rápida. Nos entendemos cada vez mejor, nuestra clave es que formamos un gran equipo, hablamos mucho y cuando uno cae porque ha fallado, el otro intenta levantar el ánimo”, dice. Los éxitos que han cosechado en los últimos tres años corroboran que se han instalado entre las mejores parejas del mundo. En marzo en el Preparalímpico de Coimbra (Portugal) se llevaron una de las tres plazas disponibles para la cita paralímpica tras vencer en el partido por el bronce a Corea del Sur. “Cuando ellos lanzaron la última bola y ya estábamos clasificados, me derrumbé y me puse a llorar. Ha sido un camino largo, de mucho esfuerzo. Con la edad que tengo, era mi última oportunidad de ir a unos Juegos. Al final, con persistencia, los sueños se cumplen”, asegura.
En París, su objetivo es pasar la fase de grupos, se ve preparado para dar la sorpresa. “Quiero llegar lo más lejos posible, puedo luchar con los favoritos e ir a por las medallas. Sé que es bastante complicado porque hay deportistas que son mejores y estoy en desventaja en cuanto a fuerza con algunos rivales porque tienen menor discapacidad, pero con cabeza, precisión y calma puedo sacar un buen resultado. Y por parejas podemos plantear batalla a cualquier país, incluso a las potencias como son Colombia, China, Canadá o Hong Kong. Ellos entrenan juntos todo el año, nosotros apenas nos vemos varias veces en concentraciones. Aun así, llegamos con mucha confianza e ilusionados, soñamos con una medalla, vamos a darlo todo para conseguirla”, finaliza Vasile Agache.
VASILE AGACHE
Vasile Agache (Hincesti, Moldavia, 1967). Boccia. Cuenta con una docena de medallas internacionales. Bronce en el Europeo de Sevilla en 2021, plata en la Copa del Mundo de Povoa do Varzim (Portugal) en 2023 y bronce en el Torneo Clasificatorio de Coimbra (Portugal) en 2024. En París debutará en unos Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Trabajador, constante y perfeccionista.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
Me llevo lo justo y necesario, aunque siempre me olvido de echar alguna cosa -ríe-.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
En Moldavia se me daba muy pescar. Ahora, digamos que solo tengo talento para la boccia -ríe-.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Poder curar a la gente de cualquier enfermedad.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
Miedo a quedarme solo y sin nadie que pueda ayudarme.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
Llevo casi dos años con diabetes, así que hay muchas cosas que ya no puedo comer. Pero me encanta la tarta leche de pájaro, típica de Moldavia.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A un bosque, me gusta estar en plena naturaleza y ver pasar un río, eso me despeja.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
Las bolas de boccia -ríe-.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un lobo.
10.- Una canción y un libro o película.
‘Cansado del camino’, de Jesús Adrián Romero. Y libro, ‘Lo que el viento se llevó’, de Margaret Mitchell.