Un hombro arriba, otro más abajo, con un ritmo salvaje ataca el agua. Hunde su pala por babor lo más profundo que alcanza su brazada y vuela. Sentado en una canoa polinesia que lleva un flotador para darle estabilidad, Higinio Rivero surca las pistas trazando la estela de su resiliencia, esa capacidad para levantarse y sortear cualquier obstáculo tenga la corriente que tenga. Con ese icónico look estilo mohicano que le hace único, es un deportista de una raza especial y de espíritu guerrero, pura entrega y corazón. En su palmarés luce metales en mundiales y en europeos, y ahora acude a París para conquistar su primera medalla en unos Juegos Paralímpicos.
El día que se montó por primera vez en una piragua en Plentzia (Vizcaya) recuperó la ilusión. “En un entorno idílico, me enamoré de este deporte. Allí también aprendí a nadar porque pasaba más tiempo en el agua que encima de la embarcación, no paraba de caerme”, recuerda entre risas. El piragüismo le ayudó a reflotar su vida después del accidente que hizo girar su rumbo bruscamente en abril de 2013. Sufrió una lesión medular tras una caída desde 15 metros de altura mientras escalaba.
“Mi compañero y yo nos confiamos y caí a plomo por fallos de seguridad. Me rompí la cadera por varios sitios, la tibia, el esternón, me estalló la vértebra L1 y algunos trozos se quedaron en la médula”, relata. Ocurrió en Ramales de la Victoria, una de las zonas de escalada más emblemáticas de la Cordillera Cantábrica, un escenario al que regresó con sus amigos poco después: “Necesitaba cerrar esa herida. Me arrastré por la pared, pero logré subir. Quizás cuando deje el alto rendimiento deportivo, vuelva a escalar”. Allí se truncó su sueño de ser piloto de línea aérea, llegó incluso a trabajar como instructor de vuelo.
Un año antes había regresado a Bilbao para hacerse cargo de la empresa familiar, dedicada a la construcción y reformas, por la enfermedad que padecía su padre, y lo alternó disfrutando de lo que más le gusta, la naturaleza. “Lo llevo en la sangre, de pequeño me encantaba ir a la montaña o subirme a los árboles. Probé también muchos deportes, fútbol, taekwondo o baloncesto, que lo dejé en edad juvenil porque me quedé en 1,70 metros y no me gustaba chupar banquillo”, afirma.
Su fortaleza física y mental le permitió acelerar su recuperación tras pasar tres meses hospitalizado sin moverse de la cama. “En el hospital buscaba en el iPad qué cosas podía hacer en mi nueva situación, y a veces me daban bajones porque ves las barreras que existen. He tenido rachas duras, pero siempre lo afronté con optimismo. Cuando me dieron el alta iba a casa de mi madre y me ponía a hacer flexiones en las vigas. Estuve cada día durante ocho meses yendo a rehabilitación y también acudí a algún rocódromo, no podía estar parado”, confiesa el bilbaíno, que para desplazarse “antes me ayudaba de muletas, pero sometía al cuerpo a un daño que no le conviene. Nunca te quieres ver en una silla de ruedas, aunque ahora ella me da libertad”, recalca.
Uno de sus mantras es la célebre cita de la mexicana Frida Khalo, ‘Pies para qué os quiero si tengo alas para volar’. “Así me siento en la canoa. La llevo tatuada junto al símbolo del yin-yang entre dos alas, una del ave Fénix y otra de un dragón”, afirma. Su cuerpo es un lienzo de tinta, pocas zonas se han librado de las punzadas de la aguja. Cada tatuaje que luce representa algún momento de su vida: un funeral vikingo en honor a su padre fallecido, el nacimiento de un río y una cascada, un cementerio con la fecha de su accidente o una columna vertebral en la espalda en alusión a su familia. Como guiño a Tokio, sus primeros Juegos Paralímpicos, tiene una pagoda y un arce japonés. Para París 2024 aún no tiene claro qué se tatuará. “No soy de tatuarme los tres agitos -símbolo paralímpico-, y me está costando encontrar algo de la ciudad que me guste. Un cruasán tampoco me cuadra”, bromea.
El piragüismo le abrió las puertas y desde entonces ha dejado su huella, indeleble, como sus tatuajes. Empezó en la modalidad de maratón y ganó los mundiales de 2016 y 2017, pero decidió cambiar a la disciplina de sprint porque le seducía la idea de estar en unos Juegos. Con trabajo, perseverancia, potencia y talento se ha convertido en uno de los mejores palistas del mundo en canoa VL2 200 metros. “La vida me regaló otra oportunidad con el deporte y estoy aprovechándola”, asegura.
La transformación a la velocidad le costó, hasta que los resultados afloraron a partir de 2021 con sus primeras medallas internacionales en sprint. Ganó un bronce en la Copa del Mundo de Szeged (Hungría) y una plata en el Europeo de Poznan (Polonia) antes de plantarse en Tokio, donde se llevó un diploma paralímpico al ser sexto. “El sabor fue agridulce. Estar en una burbuja durante el mes anterior por culpa de la pandemia no fue una buena idea. El viento jugó un papel fundamental, soplaba desde un lateral y afectó mucho a mi calle, por lo que se colaron por delante deportistas a los que venía ganando con facilidad. Me sirvió de aprendizaje”, explica.
Apenas dos semanas después ganó una plata en el Mundial de Canadá. “Me dio rabia porque competía con los mismos rivales de Tokio, eso demostró que estaba para pelear al menos por el bronce”, lamenta. Rivero ha continuado cosechando metales, platas en el Europeo y en la Copa del Mundo de 2022, un bronce continental en 2023, mientras que este año fue cuarto en el Europeo. “Siento que todavía no he llegado a mi techo, sigo mejorando. Este año estoy un punto por encima respecto al anterior en cuanto a fuerza y rapidez, he afinado mucho”, asevera.
Esta temporada se ha preparado con tres sesiones diarias de entrenamiento, dos en el agua y una en el gimnasio, entre el C.E.A.R. La Cartuja (Sevilla) en el Guadalquivir, Plentzia y Galicia. Y en los meses de invierno encontró en el esquí de fondo el complemento perfecto para la canoa, llegando a debutar internacionalmente con dos medallas -un oro y un bronce- en la Copa Continental de Oberhof (Alemania). Es tan polifacético que también se ha adentrado en el biatlón, siendo pionero en España. “Lo probé como una forma de volver a la montaña y me enganchó. Me ayuda en el piragüismo ya que regreso fuerte cada vez que vengo de esquiar. He mejorado en la técnica y me he venido arriba, tengo en mente los Juegos de Invierno de Milán-Cortina D’Ampezzo 2026. Tengo los pies en la tierra, queda mucho por hacer, pero voy a pelear, por qué no soñar con estar allí”, expresa.
Ahora mismo solo piensa en la cita de París 2024, en la batalla que se librará en el estadio náutico de Vaires-Sur-Marne. “Lo que más me preocupa es que suele hacer mucho viento, que será juez para los canoístas. Paleo con la izquierda y si sopla desde la derecha será un problema, pero estoy listo para dar guerra. He mejorado la técnica y con Sonia Molanes, mi entrenadora, hemos incidido en los últimos metros de carrera. Tengo una buena arrancada y mi mejor tramo va desde los 50 hasta los 150 metros. Esto no es matemática pura, pero si mantengo la misma fuerza y aprieto en la parte final, estaré en medallas”, comenta.
Con ambición, osadía y determinación espera navegar hasta el podio paralímpico en la capital francesa. “Habrá que estar muy centrado desde que se levanta el cepo porque cualquier error te condena. Soy realista, el oro está complicado ya que el brasileño Fernando Rufino está un peldaño por encima del resto, es difícil vencerle. Pero nunca se sabe, estaré ahí por si falla. Estoy en un grupo de palistas -con el húngaro Robert Suba, el portugués Norberto Mourao, el estadounidense Steven Haxton y el ucraniano Andrii Kryvchun- que peleará por la plata y el bronce. Tengo cualidades para conseguirlo, sería un sueño”, apostilla Higinio Rivero, un guerrero del piragüismo que nunca se hunde pase lo que pase.
HIGINIO RIVERO
Higinio Rivero Fernández (Bilbao, 1982). Piragüismo. Subcampeón del mundo en 2021, plata europea en 2022 y bronce continental en 2023. Disputa sus segundos Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Cabezota, trabajador y tenaz.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
No tengo amuletos, así que diría que la pala, sin eso estoy perdido -ríe-.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
Soy muy manitas, se me da bien arreglar cosas, abarco mucho, pero sin ser muy bueno en todo.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Volar.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
A las arañas y a la oscuridad.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
El jamón serrano.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A cualquier sitio en la naturaleza y en buena compañía.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
A mi pareja, Itxaso.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un halcón.
10.- Una canción y un libro o película.
‘No somos nada’, de La Polla Records. Una película, ‘Drácula’. Y libro, ‘Nacidos de la bruma’, una saga de Brandon Sanderson.