Apenas llevaba unos meses clavando la pala en el agua cuando Adrián Castaño se presentó a su primer Campeonato de España. La emoción flameaba tras sus ojos y el corazón le repiqueteaba en el pecho, cuando el viento afilado que soplaba en el embalse del Pontillón do Castro en Verducido (Pontevedra), zarandeó su embarcación a placer y le hizo volcar en dos ocasiones. “No llegué ni a salir -ríe-. Fue un debut amargo, aquello me marcó, me hizo aprender para querer ser mejor cada día”, dice. Hizo acopio de toda su fuerza de voluntad y se enderezó como un coloso que emerge de las profundidades para convertirse, con dosis de persistencia, en un referente del piragüismo español.
En 2012, un año después de aquel estreno accidentado, ganó el primer oro nacional en Trasona (Asturias). Desde entonces, no hay quien le arrebate el trono en kayak KL1. E incluso ha rascado medallas en KL2, una categoría superior en la que se mide a rivales con menor discapacidad. Ahora, a sus 29 años disputará en París sus segundos Juegos Paralímpicos. “Es una recompensa volver a estar entre los mejores. Quiero entrar en la final”, ha recalcado. El billete lo consiguió el pasado verano en el Mundial de Duisburgo (Alemania) y todavía sigue en una nube: “Es muy difícil clasificarse, ha costado mucho esfuerzo, sudor y lágrimas”.
Su porfía ante la adversidad y entrega para sacarle todo el jugo a los intensos entrenamientos tuvieron su premio. “Esto no estaba ni en mis mejores sueños”, afirma el balear, que de niño quiso ser torero “porque me encantaba ver el programa del Grand Prix cuando salía la vaquilla”, dice riendo. Cuando nació, los médicos les dijeron a sus padres que su hijo nunca caminaría, que la silla de ruedas sería su compañera de vida.
La razón, la artrogriposis múltiple congénita que padece, dolencia que afecta a las extremidades superiores e inferiores y que limita el movimiento articular. “Aquellos doctores se equivocaron, no conocían la fortaleza y la constancia de mis padres, gracias a ellos conseguí andar. Me desplazaba arrastrándome por el suelo hasta que un día, con poco más de dos años, me levanté y di mis primeros pasos. He llevado una vida normal a pesar de las limitaciones. Con un mayor esfuerzo pude hacer cosas igual que otros niños. Por ejemplo, en el colegio nunca me adaptaron ejercicios en Educación Física, aunque me costase, no quería ayuda”, relata orgulloso.
Hasta los 17 años el hospital fue su segunda casa, pasó por el quirófano en 20 ocasiones, la primera con solo tres meses. “La última vez me operó el doctor Pedro Cavadas. Ya no necesito más intervenciones, gracias al deporte he mejorado muchísimo en movilidad”, subraya. Su mejor rehabilitación la encontró en disciplinas como el taekwondo, el tenis o la natación. “Llegué a disputar un Campeonato de España con Baleares, lograr la mínima para esa competición fue otra victoria para mí. La piscina me ayudó a progresar muscularmente y a moverme con más soltura, el ejercicio físico se convirtió en algo indispensable para aliviar mi discapacidad”, narra.
El piragüismo apareció en el camino de Castaño durante un viaje de estudios a los Pirineos con 13 años. “Montamos a caballo, manejé un quad, pero lo que me atrapó fue la piragua. No había remado nunca y estaba súper perdido, parecía un pato mareado, no atinaba con la pala. Pero la sensación de libertad que me dio, en medio de la naturaleza, fue indescriptible. Al regresar a casa les dije a mis padres que quería apuntarme a un curso y la condición que me pusieron fue que tenía que aprobar todas las asignaturas en el colegio. No era mal estudiante, pero me costaba, así que aquello supuso un gran estímulo y saqué mis mejores notas”, recuerda.
Ese verano hizo sus primeros pinitos en la escuela de Calanova y poco después llamó a las puertas del Real Club Náutico de Palma. “Me acogieron con los brazos abiertos, me cuidaron desde el primer momento y me pusieron todos los medios a mi alcance para dedicarme a este deporte”, comenta. Con vistas a la Catedral de Santa María y Castillo de Bellver, el mallorquín comenzó a forjarse bajo las órdenes de Ismael Uali, también coordinador técnico de la selección española. “Es mi descubridor, un segundo padre para mí, me ha ayudado a mejorar mi rendimiento deportivo. Me ha enseñado todo lo que sé del piragüismo, me ha transmitido su pasión y ganas”, apunta.
Internacionalmente, Castaño solo cuenta con una medalla en la modalidad de sprint 200 metros, un bronce en el Europeo de 2013 en Montemor-O-Velho. Y también en Portugal, ganó en 2022 una plata en el Mundial de maratón. “Aquel bronce es muy especial, lo tengo expuesto en casa y fue lo que me motivó a seguir. Me encantaría conseguir otro metal, pero están muy caros, en mi categoría el nivel ha crecido y es muy difícil por la competitividad que hay. Los rivales que suelen quedar arriba me sacan distancia, pero espero estar en el podio en un futuro, todavía joven, tengo margen de mejora”, explica.
Se quedó a las puertas de Río de Janeiro 2016, pero no claudicó y se puso a trabajar con el objetivo de ir a Tokio 2020. Sobre la bocina, en una Copa del Mundo celebrada en Szeged (Hungría), alcanzó la última plaza que quedaba: “Lloré porque la travesía había sido dura, con la pandemia de la Covid-19 de por medio. Fue un sueño cumplido, una experiencia inolvidable. En lo deportivo me fui satisfecho, quedándome a las puertas de la final. Aunque me fui con una espinita ya que esos Juegos no tuvieron público”.
El pasaporte a París 2024 lo selló con un año de antelación. “Fue un alivio, pude respirar porque sabía que tenía todo un año para preparar la cita con más tranquilidad. Detrás hay mucho sacrificio, trabajo en la sombra, entrenamientos que no salen y constancia. Pese a los obstáculos, nunca me rindo. La discapacidad no es ningún límite, sino barreras que tienes que superar cada día”, destaca. Tras quedar noveno en el Mundial y sexto en el Europeo, ambas pruebas celebradas en Szeged (Hungría), llega a los Juegos Paralímpicos más fuerte y con más seguridad tras haber mejorado en la técnica y en los ritmos de paleo.
“Soy consciente de que me mediré a rivales que juegan en otra liga porque muscularmente están más desarrollados, la mayoría tienen una discapacidad provocada por un accidente y le afecta menos a la hora de remar, pero no es una excusa. Las medallas se moverán entre 45 y 46 segundos, mientras que yo vengo haciendo entre 51 y 53, aunque me gustaría bajar la barrera de los 50 segundos. Voy con ilusión, sin presión, con ganas de disfrutar cada momento y de hacer un buen papel. Soy realista y no vendo humos, la medalla no está a mi alcance. Pero sí puedo pelear para colarme en la final, eso para mí sería un éxito, volver a casa con un diploma paralímpico”, concluye el balear.
ADRIÁN CASTAÑO
Adrián Castaño Forteza (Palma de Mallorca, 1994). Piragüismo. Bronce europeo. En París disputa sus segundos Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Alegre, divertido y trabajador.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
El móvil para estar conectado con mi familia.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
No, no tengo ningún talento.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Volar.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
A nada le tengo miedo.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
La paella que hace mi padre.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A cualquier rincón de Mallorca, mi ciudad.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
Comida para sobrevivir -ríe-.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un pez.
10.- Una canción y un libro o película.
‘Quédate’, de Quevedo. Y una película, ‘Avatar’.