En la cámara de llamadas da saltos para calentar y se sumerge en los auriculares que expulsan música a toda pastilla. ‘Finish Line’, de Skillet, una banda estadounidense de rock cristiano, es la última canción que escucha David Sánchez antes de abrirse paso en el agua. La letra enfatiza la idea de que cualquiera que trabaje con perseverancia, determinación, confianza y sin rendirse, llegará a la línea de meta, sin importar los desafíos que enfrente. Con esa creencia inquebrantable, el andaluz ha ido cumpliendo objetivos hasta asentarse en la élite y convertirse en un mariposista con instinto devorador que muerde medallas con dientes de ‘tiburón’. Un apodo que le puso Pepe Griñón, su entrenador en el Club Onubense de Deportes Adaptados, cuando vio a aquel adolescente desenvolverse eléctrico y con desparpajo en el agua.
Su primer contacto con la piscina fue a los tres años, a través de clases terapéuticas para fortalecer la espalda y corregir las desviaciones de columna por la escoliosis que sufría. Nació sin antebrazos. Al principio le aterraba zambullirse, se quedaba en el poyete sin siquiera mojarse los pies. “Hasta que un día mis padres llevaron a mi hermana Núria, dos años menor que yo, y me metí cuando la tiraron a ella. Desde entonces llevo a remojo como los garbanzos”, dice con su particular gracejo. La natación pasó a ser un estilo de vida, un deporte que le ha ayudado a conocerse y a afrontar su discapacidad.
El apoyo de su familia fue clave en su desarrollo. “En casa hay un lema: ‘Prueba y si no puedes, al menos lo habrás intentado’. Me ayudaron con inventos caseros para realizar cualquier tarea cotidiana y cuando ya los dominaba, me deshacía de ellos y buscaba otras alternativas para hacerlo cada día en el menor tiempo posible. Por ejemplo, sé abrir una lata de refresco de siete formas diferentes. Echándole ganas y con ingenio, he logrado todo lo que me he propuesto”, explica Sánchez, que de pequeño practicó fútbol, baloncesto, tenis y pádel. Pero la natación le cautivó y poco a poco fue mejorando su técnica con cursos de perfeccionamiento en el CODA.
El impulso definitivo lo encontró cuando, a los 10 años, su profesor de Educación Física le encargó que hiciera un trabajo sobre Xavi Torres, laureado deportista que flota en la historia de la natación española, ganador de 16 medallas paralímpicas. Se empapó visionando vídeos y se vio reflejado en la figura del balear. “Si él, al que le faltan más piezas que a mí, ya que no tiene piernas ni brazos, llegó a lo más alto, ¿por qué yo no?”, se preguntó. Unos años después lo tuvo como seleccionador en el Equipo AXA Promesas, con el que debutó internacionalmente en 2017 en los IWAS World Games en Vila Real de San Antonio (Portugal), con tres oros y una plata.
Allí, Xavi le dio un consejo que le marcaría. “Me felicitó por las medallas, pero me dijo que no se me subiese a la cabeza y que mantuviese los pies en el suelo, que me iba a encontrar con gente mejor y que tenía que seguir entrenando como el que más. Fue un golpe de humildad necesario. Ha sido mi jefe y también es mi compañero, ambos competimos para el Club Natación Pozuelo. Es un referente que me ha enseñado tanto dentro como fuera de la piscina. Por ejemplo, de él aprendí a rebañar un yogurt. Lo tenía jodido porque no podía aguantarlo bien, hasta que un día en una concentración vi que él lo metía en un vaso de cristal y ya no se le movía”, dice riendo.
El punto de inflexión en su carrera se produjo en 2015 en Nerva (Huelva), en su primera competición. En las gradas, miradas de condescendencia e incredulidad. Se medía a niños sin discapacidad, no tenía entrenador, no sabía tirarse de cabeza ni tampoco hacer un viraje. Salió el último desde el poyete, pero ganó el oro en 50 mariposa, prueba que le catapultaría a la cima. “Algunas personas cuchicheaban y decían que mis padres estaban locos, que me iba a ahogar ya que me faltaban los brazos. Incluso la organización del campeonato me puso trabas para participar. Salí enrabietado y cuando toqué la pared en primera posición, vi a mi madre y a mi tía llorando, la mitad del público aplaudía y la otra, la que dudaba y se reía, con la cabeza agachada. El juez principal vino a buscarme y nos dijo que no dejase de nadar, que tenía madera de campeón”, relata.
Le apasionaba tanto su deporte que, durante los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro 2016 grababa las pruebas de natación y cuando por las noches llegaba a casa se pasaba hasta 12 horas delante de la televisión. “Era un friki, ahí empecé a soñar con poder ir a los siguientes Juegos”, asevera. En 2018 en Dublín dio un enorme salto de calidad cuando en su estreno en un Europeo conquistó la presea dorada en 50 mariposa S6. “Tenía 17 años y fue inolvidable. Primero gané el bronce en 200 estilos SM6, creí que era cuarto, pero habían descalificado a un rival y Xavi Torres vino corriendo por el borde de la piscina hacia mí y me cogió en el aire -ríe-. Unos días después llegó el oro en mi prueba”, recuerda.
En 2021 experimentó una metamorfosis importante bajo el paraguas de Alberto Martínez, un entrenador que supo exprimir sus virtudes y motivarle tras una etapa difícil en la que no estaba rindiendo como él esperaba. “Llegué a pensar en la retirada, pero el cambio fue brutal, bajé mis marcas y mejoré en muchos aspectos como la salida, el subacuático, la técnica de nado, la respiración o la mentalidad, ahora creo más en lo que soy capaz de hacer”, asegura. Ese verano ganó un bronce en el Europeo de Madeira y después se llevó tres diplomas y consiguió tres récords de España en su estreno paralímpico en Tokio. “Fue el debut casi perfecto, me quedé cerca de la medalla en el 50 mariposa”, subraya.
Salió reforzado de aquella experiencia ya que en 2022 subió al podio con otro bronce en el Mundial de Madeira, ciudad portuguesa en la que en abril ganó la plata en el Europeo. “Es una isla a la que le tengo mucho cariño, la piscina de Penteada en Funchal es especial, siempre me llevo una medalla de allí”, agrega. Con un extra de motivación llega a París, sus segundos Juegos Paralímpicos: “Los afronto de manera diferente a los de Tokio, ya no voy de novato, estoy más centrado y con confianza porque los tiempos están saliendo. Además, estaré acompañado de mis padres, mis dos hermanos, mi abuela y tres amigos, que sacaron las entradas el primer día que salieron a la venta, aun sabiendo que no estaba clasificado. Es un aliciente para querer darlo todo, espero brindarles un buen resultado. Tengo una ilusión increíble, estoy como un niño en el día de Reyes”.
Con humildad y consciente del reto que se le presenta, Sánchez quiere dar guerra en La Défense Arena de París a los favoritos en 50 mariposa S6 como son el colombiano Nelson Crispin, el francés Laurent Chardard o los chinos Jingang Wang y Hongguang Jia. “Sigo mordiendo y estando con los mejores. El nivel en mi categoría ha aumentado mucho, hace seis años gané el Europeo con 34.26 segundos, una marca con la que no entraría en una final en los Juegos. Eso me ha hecho entrenar duro y no descuidarme. Quiero bajar a 31 segundos, una lucha en la que llevo tres años y si lo consigo estaría satisfecho porque cumpliría mi objetivo. Pero aspiro a más, pienso en la medalla, es factible, está al alcance si tengo un día perfecto. También nadaré el 100 espalda y los 200 estilos, una prueba en la que estaré al acecho, si algún rival falla, ahí estaré dando bocados. Lo que está claro es que voy a dejarme la piel en el agua”, apostilla el ‘tiburón’ de Huelva.
DAVID SÁNCHEZ
David Sánchez Sierra (Huelva, 2001). Natación. Oro en 50 mariposa S6 y bronce en 200 estilos SM6 en el Europeo de Dublín 2018, bronce continental en Funchal 2021, bronce en el Mundial de Madeira 2022 y plata en el Europeo de Madeira 2024 en 50 mariposa S6. Disputa sus segundos Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Sociable, trabajador y alegre.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
Los auriculares para escuchar música.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
Se me da muy bien la edición de vídeos y de música.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Teletransportarme.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
A las agujas.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
Una hamburguesa.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A un bosque o a la playa, estar en plena naturaleza lejos de la civilización.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
Agua y comida infinita para no morir de inanición -ríe-, algo para escuchar música, un pasatiempo y una brújula.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un dragón.
10.- Una canción y un libro o película.
‘Finish Line’, de Skillet. Una película, ‘El único superviviente’.