Lampiño, con rasgos adolescentes, piernas flacas y una ilusión desbordante, José Manuel Ruiz ganó su primera medalla internacional -un bronce por equipos- en el Europeo de Hillerod (Dinamarca) en 1995. Fue el advenimiento de una carrera plagada de éxitos. Aquel joven no imaginó que a base de perseverancia, determinación y estoicidad construiría un palmarés excelso en tenis de mesa. Casi 30 años después de su debut sigue al pie del cañón y en París rematará su leyenda, convirtiéndose en el primer español en alcanzar ocho participaciones en Juegos Paralímpicos.
Una gesta solo al alcance de un superdotado para la competición como él, un maestro de la pala que ha tenido que sortear muchos obstáculos, pero que jamás ha arrojado la toalla. “El secreto ha sido la pasión, la constancia, el trabajo, el no rendirme y ponerme objetivos a corto plazo. Este logro es compartido, ya que sin todas esas personas que me han empujado en este camino, hubiese sido imposible”, recalca. De niño practicó un amplio abanico de deportes como fútbol, tenis, baloncesto, ciclismo, balonmano o judo. Nada se le resistía a Ruiz, que nació sin parte del brazo derecho, algo que no supuso ninguna cortapisa. Él tenía claro que quería ser “un gran deportista”, además de profesor de Educación Física.
Y un día quedó hechizado por la velocidad y el sonido que repiquetea la ligera pelota blanca al ser golpeada. En el Polideportivo de Guadix, que hoy lleva su nombre, descubrió que tenía un talento especial para el tenis de mesa. “Asimilaba los gestos y golpes muy rápido, pasaba más horas en el pabellón que en casa. Eso me ayudó en mi desarrollo personal y en la toma de decisiones ante cualquier desafío. Tres décadas después han demostrado que fue un acierto decantarme por esta disciplina”, asegura entre risas.
Juan Requena fue el primero que esculpió su figura en el Club ADA, aprendió en el Club La Raqueta al lado de Manuel Robles, uno de los pioneros en silla de ruedas, y dio un salto de calidad en las filas del CajaGranada, el club español más laureado. “Comenzó a entrenarme Vladimir Choubine, al que le debo mucho. Supe sacarle el máximo provecho a los recursos que me ofrecieron. Y siempre midiéndome a gente sin discapacidad, una de mis grandes victorias. Sigo jugando en División de Honor, plantando cara a los mejores palistas de España, algo que me ha ayudado a alcanzar un nivel muy alto”, dice el granadino.
Desde el bronce continental en Dinamarca en 1995 hasta el oro en el Open de Brasil en 2024, las vitrinas de Ruiz superan las 160 medallas internacionales. Casi 30 las ha conseguido en mundiales y en europeos, y de ellas, hay dos que tiene grabadas con punzón dorado. “La de París 1998, en la que fui campeón del mundo por equipos junto a Enrique Agudo, formamos un tándem espectacular. Y también el oro individual en categoría Open en el Mundial de Corea 2010. En ambas, dos tíos míos fallecieron unos meses antes de cada competición y lo pasé muy mal. Ellos me levantaron e impulsaron para ganar mis dos únicos oros mundiales”, asevera.
En su museo de logros relucen también las cinco preseas que ha conquistado en sus siete Juegos Paralímpicos. “En Atlanta 1996 era muy joven y pagué la novatada por mi inexperiencia. Aquello me pareció un parque de atracciones y estar allí fue toda una sorpresa. En Sídney 2000 llegó la consagración en la élite, había evolucionado mucho y saqué una plata individual y un bronce por equipos. Luego vino Atenas 2004, donde me invadió la frustración porque iba bien preparado, pero caí en semifinales y en el partido por el bronce. Afectó a mi juego el hecho de que poco antes de competir se me rompió mi pala y fue imposible encontrar una similar, eso lo noté”, rememora.
“Pekín 2008 fue inolvidable, un sueño cumplido, disputamos la final por equipos contra China y en la Meca de este deporte. Ganamos la plata dos días después del golpe anímico sufrido tras mi eliminación en individual en cuartos, cuando en ese momento llegaba como número uno del mundo, pero no supe gestionar las expectativas. En Londres 2012 me pesó la presión y otra vez fui cuarto, aunque nos llevamos el bronce por equipos. Río de Janeiro 2016 fue muy especial ya que tuve el honor de ser el abanderado español, siempre recordaré ese desfile por el estadio de Maracaná, culminado por una plata en la prueba de equipos. Y Tokio 2020, tras la pandemia y una lesión muy grave, con una recuperación a contrarreloj que costó sangre y sudor, mi medalla era estar allí”, relata.
Peligró su participación en Japón tras sufrir la rotura del tendón de Aquiles de su pierna derecha a tan solo cinco meses de la cita: “Con lo duro que fue clasificarme, todo ese esfuerzo y trabajo casi se derrumba. Me agarré a una luz de esperanza y llegué”. A su vuelta, sopesó la idea de aparcar la alta competición, pero la celebración del Mundial de 2022 en Granada le insufló de energía. “Al no sacar resultados por la lesión, me quedé sin becas y perdí toda ayuda, incluso la asistencia médica, me sentí huérfano y abandonado por parte del Comité Paralímpico Español. Sus dirigentes te ven como un número más, les da igual tu trayectoria, es muy triste”, lamenta Ruiz.
“Encontré refugio en mis patrocinadores y en la RFETM, que me concedió el mayor regalo posible, el Mundial en mi ciudad, en casa. Vivirlo junto a mi familia, compañeros, amigos y niños de las escuelas de tenis de mesa fue increíble, un legado que quedará para siempre. David Corral, director deportivo de la federación, me propuso el reto de clasificarme para París 2024. A pesar de las adversidades, superar la lesión y la falta de apoyos del CPE, que confiaran en mí me dio alas para apretar los dientes y luchar por ese objetivo. Algunos me daban ya por acabado, soy consciente de que la línea de meta está más cerca, pero a mí no me van a retirar, no voy a arrastrarme por las pistas, el día que ya no sea competitivo daré un paso al lado y lo dejaré”, expresa.
A sus 46 años añadirá otro hito en su carrera, ya que en la capital francesa se convertirá en el español en activo con más Juegos Paralímpicos. “Es un orgullo, estar en ocho ediciones no es sencillo, es una recompensa a tantos años manteniendo una regularidad y también al trabajo del grupo de profesionales que me rodea y lucha conmigo cada día. Me encuentro muy bien física y mentalmente, esa etapa de aprendizaje con la lesión me ha hecho saborear cada entrenamiento. He cuidado detalles como la alimentación, el descanso, la recuperación o el aspecto psicológico, ya que todo suma para estar con los mejores. Estoy en un momento bueno a tenor de los resultados que he tenido en estos últimos años, me veo capaz de pelear con los jugadores más destacados del ranking mundial en clase 10”, comenta.
El palista accitano, que también jugará el dobles clase MD18 junto al ibicenco Alejandro Díaz, aterriza en París con la motivación de “aquel joven que acudió a Atlanta 1996, sin miedo y sin presión por tener que hacer un buen resultado. Quiero saborear cada minuto allí, arropado por mi gente, por mi mujer Kristyna y mis hijas, Adriana y Jimena. Eso sí, no voy de paseo ni a hacer turismo por la ciudad, cuando me ponga delante de la mesa en el primer partido saldrá ese animal competitivo que llevo dentro. Intentaré imponer mi experiencia y luchar por dar mi mejor versión, no renuncio a las medallas, puedo estar en el podio. Lo importante es quedarme satisfecho tras haberlo darlo todo. No sé si serán mis últimos Juegos, me siento joven, aunque el DNI diga otra cosa, todavía puedo mejorar en ciertos aspectos y mientras mantenga la ilusión por entrenar, no descarto prepararme para Los Ángeles 2028. Pase lo que pase, que me quiten lo bailao”, apostilla José Manuel Ruiz, un jugador legendario.
JOSÉ MANUEL RUIZ
José Manuel Ruiz Reyes (Granada, 1978). Tenis de mesa. Plata individual y bronce por equipos en Sídney 2000, plata por equipos en Pekín 2008, bronce por equipos en Londres 2012 y plata por equipos en Río de Janeiro 2016. En París será el primer español en disputar ocho Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Perseverante, pasional y actitudinal.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
Las gomas elásticas para calentar antes de los partidos y algún detalle que me suelen hacer mi mujer y mis hijas para que lo tenga presente.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
Durante el confinamiento por la pandemia descubrí que tenía talento en la cocina -ríe-. Y también memorizar resultados, puntos o jugadas de partidos de hace muchos años. No sé si eso es talento u obsesión por mi deporte -ríe-.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Tener el don de la ubicuidad, el poder multiplicarme para estar a la vez en varios sitios, porque es difícil compaginar trabajo y deporte.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
Miedo a que un familiar o ser querido sufra por algo.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
La pasta.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A Guadix.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
Una almohada -ríe-.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un pájaro.
10.- Una canción y un libro o película.
‘Viva la vida’, de Coldplay. Y un libro, ‘El oso, el tigre y el dragón’, de Andrés Pascual y Ecequiel Barricart.