Majestuosa y exacta en su medida, cuando extiende las alas su halo de poder salpica brillante todo lo que la rodea. Así es el águila real, cuya fábula narra como a los 40 años se deshace de su pico, garras y plumas para que le crezcan de nuevo y recuperar todo su poderío. Y es precisamente este mito de inspiración el que bien podría encarnar Miguel Luque en la piscina. El deporte junto a sus rivales evoluciona y él ha tenido que reinventarse una y otra vez para superar varapalos y alternarlo con éxitos. Su vuelo nunca se ha detenido, siempre sale reforzado ante las dificultades y ha sabido afilar sus habilidades para continuar cazando medallas en la natación.
Nunca falla a su cita con el podio en las grandes competiciones y a sus casi 48 años va a por una nueva presea en sus séptimos Juegos Paralímpicos. Más rápido, más fuerte. En los seis anteriores consiguió medalla en su prueba predilecta, los 50 metros braza SB3. “No hay que romper la racha, en París voy a por otra más”, afirma con seguridad. El amor que le profesa a su deporte y su incesante competitividad le permiten desafiar al tiempo. Es uno de los veteranos de la natación española que encara cada curso con energías renovadas y con la misma hambre con la que irrumpió hace más de dos décadas.
“Hay días en que lo dejaría todo, he tenido momentos en los que pensé en retirarme, pero el superarme a mí mismo y desafiar al reloj me satisface, lo llevo en la sangre. Sigo teniendo ganas e ilusión, desde pequeño soy bastante luchador e inconformista. También la libertad que me aporta el agua y la adrenalina por competir me empujan a seguir dando brazadas”, afirma. Nació con atrogriposis múltiple congénita, que le produjo una malformación e inmovilidad en las piernas. “Nunca ha supuesto un problema para llevar una vida normal. En casa me enseñaron a desenvolverme para hacer las mismas cosas que mis cuatro hermanos. La discapacidad me ayudó a desarrollar otras capacidades que me han permitido vivir grandes momentos”, comenta.
A los cinco años empezó a nadar como herramienta terapéutica para contener la degeneración, evitar dolores y mejorar su enfermedad. Con 12 descubrió el baloncesto en silla de ruedas en una de sus visitas al Hospital de San Rafael (Barcelona). Llegó a jugar en la Liga Nacional. “Me defendía bien como alero, era un jugador del montón. Lo compaginé con la piscina durante diez años, pero me decanté por la natación a raíz de Barcelona 1992. Aquel evento despertó en mí esa ambición de querer acudir a unos Juegos Paralímpicos, así que me puse las pilas y comencé a dedicarle muchas horas”, relata.
Debutó en una prueba internacional en Sheffield (Gran Bretaña) en 1999 y desde entonces ha estado encaramado en el podio, cosechando una treintena de medallas en mundiales y en europeos. Las últimas fueron en el Mundial de Manchester 2023 con una plata y un bronce, y en abril de esta temporada con otro bronce y un oro en relevos en el Campeonato de Europa. Aunque las que más brillan en sus vitrinas son las seis preseas paralímpicas en 50 braza SB3. Se estrenó en unos Juegos a lo grande, con un oro en Sídney 2000, el impulso necesario para continuar. Retuvo su corona en Atenas 2004 con otro metal dorado y sumó un bronce en relevos. En Pekín 2008 sacó el bronce “a pesar de que fue un año raro para mí por temas personales, no estuve a la altura, pero conseguí medalla”. En Londres 2012, en Río de Janeiro 2016 y en Tokio 2020 se colgó la plata.
En su camino ha atravesado etapas difíciles ya que en 2019 pasó una clasificación médica y le subieron de categoría con rivales que tienen menos discapacidad, por lo que no pudo clasificarse para un Europeo y un Mundial debido a la desigualdad que había. “Fue duro y frustrante, me hundí. Casi abandono, pero tuve la suerte de rodearme de un gran equipo, trabajamos en silencio y cuando volvieron a ponerme en la clase que me correspondía, de nuevo aparecieron los resultados. Nunca hay que tirar la toalla”, subraya.
El catalán ha ido reinventándose, buscando cobijo en las técnicas más vanguardistas para mejorar su rendimiento, como el canal de flujo hidrodinámico del Tenerife Top Training, una especie de túnel del viento bajo el agua, o el análisis biomecánico en el Centro de Alto Rendimiento de San Cugat. “Soy muy disciplinado, intentamos renovar con cosas nuevas, me adapto a los cambios para querer ser mejor y perfeccionar el estilo y la frecuencia de brazada, aspectos que marcan la diferencia para estar en el podio. Ya no soy un chaval, me cuesta más recuperar tras los entrenos, por eso ahora cuido mucho más la alimentación, el descanso o el trabajo mental”, recalca.
Una pieza fundamental para mantenerse entre los mejores del mundo es su entrenador, Joan Serra, con quien forma una dupla sin fisuras que rema en la misma dirección: “Nos compenetramos muy bien y esa es la clave del éxito. Él estudia y planifica todo, yo soy su reflejo en el agua. Me he hecho más fuerte psicológicamente gracias al equipo que tengo y que confía en mí, es el motor que me mueve a no rendirme. Sigo con gasolina para seguir dando guerra y estirar mi carrera un poco más”.
Tras meses de preparación, Luque llega a París 2024 “en mi mejor momento deportivo”. Entra así en el selecto club de deportistas españoles con siete Juegos Paralímpicos en su currículum: “Soy un privilegiado, hay mucha gente que se queda fuera de esta cita, así que supone una gran satisfacción personal. Serán especiales porque volverá el público a las gradas y tendré a familiares cerca”. Sus mayores opciones de medalla pasan por el 50 braza SB3, prueba en la que tendrá al italiano Efrem Morelli o al surcoreano Giseong Jo como principales rivales. Pero también luchará en 150 estilos SM3 y puede que participe en relevos.
“Vamos a poner toda la carne en el asador, quiero dar lo mejor de mí y cuando termine de competir, sentirme satisfecho. Puedo pelear por las medallas en esas dos pruebas individuales, me siento fuerte y sigo mejorando cada año. Los tiempos son exigentes y hay nuevos deportistas que vienen apretando, pero si soy capaz de bajar mis marcas, sé que estaré luchando por subir al podio una vez más”, apostilla Luque, un valor seguro de la natación española.
MIGUEL LUQUE
Miguel Luque Ávila (Barcelona, 1976). Natación. Oro en Sídney 2000, oro y bronce en Atenas 2004, bronce en Pekín 2008, plata en Londres 2012, en Río de Janeiro 2016 y en Tokio 2020. Medallista mundial y europeo. En París disputa sus séptimos Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Constante, caprichoso y trabajador.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
Un bañador y unas gafas.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
Estoy aprendiendo a ir en vela, no se me da mal.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Tener súper fuerza.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
A estas alturas de mi vida, a nada le tengo miedo ya -ríe-.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
La pasta o un buen plato de arroz.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A Tenerife.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
Una cantimplora.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un águila real.
10.- Una canción y un libro o película.
‘Llanto de pasión’, de Manolo García. Y una película, cualquiera de las de Sylvester Stallone como ‘Rocky’ o ‘Rambo’.