Retumbó el Estadio Acuático de Río de Janeiro cuando la joven Núria Marquès, codo a codo con la australiana Ellie Cole, una de las estrellas de la natación, sorprendió para llevarse el oro en los 400 metros libre S9 de los Juegos Paralímpicos de 2016 por apenas dos centésimas, por una uña. Fue su carta de presentación en la élite. Detrás de su dulce sonrisa, cara ingenua de adolescente y de sus ojos azules y vivaces, había fuego hambriento. Aquella victoria ha sido la más icónica en una carrera en la que ya acumula cuatro medallas paralímpicas, 15 preseas mundiales y 15 europeas. Voraz, apasionada, exigente, risueña e inconformista, quiere un nuevo oro, esta vez, en París 2024.
A pesar de llegar a lo más alto después de labrar su cuerpo y su mente cada día durante años, sigue deseando más éxitos. En la piscina es insaciable, una nadadora que siempre busca mejorar y arañar décimas al crono. En las paredes de la habitación de casa, en Castellví de Rosanés (Barcelona), luce con orgullo todas las preseas conquistadas. “Ahora vivo en el CAR de Sant Cugat y tanto mis padres como mi hermano me las cuidan genial -ríe-. Cada vez que voy paso un rato mirándolas para no olvidar lo que ha costado conseguirlas. Todas son especiales, de cada una he sacado aprendizajes y emociones que me ayudan a crecer”, asegura.
Y eso que cuando era pequeña no quería competir, solo pensaba en divertirse en el agua. “Me daba miedo medirme a niños que no conocía, salir de mi zona de confort y llamar la atención por mi discapacidad. La gente es curiosa y se fijaba en que faltaba una pierna, a ellos les chocaba y a mí me daba vergüenza al principio, fue difícil de gestionar. Pero saqué agallas, en el agua jamás me sentí inferior a nadie, estuve a la altura de los mejores y eso me transmitió confianza. A los que estaban a mi alrededor les sirvió también a ver la discapacidad desde otra perspectiva”, explica.
El Club Natación Martorell fue el que le vio dar sus primeras brazadas y donde comenzó a forjarse. Con nueve meses comenzó a chapotear. “El médico les dijo a mis padres que me ayudaría a fortalecer la espalda, ya que nací con el fémur de la pierna izquierda más corto y no crecía de la misma forma que el de la derecha. Tras varias operaciones, con nueve años me amputaron el pie para colocar una prótesis con la idea de andar mejor y para que mi columna no se torciera”, relata.
Lo asimiló con una madurez impropia para una niña de su edad. En ello fueron cruciales los valores que su familia le había inculcado: “Nunca me han sobreprotegido, me ayudaron a normalizarlo y eso me ha hecho llegar lejos en el deporte. No por tener una discapacidad se te cierra el mundo, al contrario, se te pueden abrir muchas puertas”. La piscina fue una de ellas, en el agua es donde mejor sabe desenvolverse. “Nadar me da alas y libertad”, recalca. Entrenar con niños sin discapacidad fue clave en su desarrollo para alcanzar un nivel alto cuando a los 11 años descubrió la natación adaptada.
“Sabía que me faltaba una pierna, pero no por eso iba a quedarme estancada, me esforcé para estar a la altura del resto e intentar ser mejor. No era ni la más lenta ni la más rápida, simplemente, una nadadora del montón, aunque entrenaba las mismas horas, realizaba los mismos ejercicios y lo daba todo. Ese ambiente me ayudó a tirar hacia adelante y a superar cualquier límite”, afirma. La primera vez que escuchó hablar de Juegos Paralímpicos fue durante Londres 2012. Apenas llevaba unos meses compitiendo y aunque no se lo planteaba como objetivo, sí fantaseaba con estar en la mayor cita deportiva.
“Le estoy muy agradecida a mi primer entrenador, Ricardo Blanco, porque me hizo ver el potencial que tenía, él confió en mí y me llevó al Open de Sheffield, donde pasé mi primera clasificación médica”, rememora. Desde entonces, nada le ha frenado. Comenzó a subir la montaña en 2014 en Eindhoven (Holanda) en su primer Europeo con cuatro metales, en 2015 repitió el mismo número de preseas en su estreno en un Mundial, en Glasgow. En 2016 se llevó siete medallas continentales en Funchal y tocó la cima con un oro en 400 libre y una plata en 100 espalda en los Juegos de Río de Janeiro.
“Aquel oro fue un punto de inflexión en mi carrera, digamos que entré en la élite. He visto esa carrera más de 40 veces, está grabada en mi memoria. Llegaba con buenas expectativas, pero no estaba entre las tres primeras. Salió una prueba clavada, rebajé en diez segundos mi marca y fue un premio para mi familia y todo el equipo”, apunta. No se relajó, apenas tenía 17 años, quería continuar dando dentelladas en el agua. “Los deportistas de alto rendimiento nunca nos saciamos, siempre tratamos de mejorar día a día, de buscar nuestros límites, de pulir detalles para alcanzar nuestro máximo, algo que, todavía no he hecho”, confiesa.
Entregada con feroz entusiasmo al deporte, coleccionó más metales en mundiales y en europeos, y se plantó en sus segundos Juegos, Tokio 2020, donde logró una plata en 100 espalda S9 y un bronce en 200 estilos SM9. Su categoría ha elevado el nivel con la aparición de nuevas rivales, pero Núria se ha mantenido en la atalaya, siendo campeona del mundo y de Europa. Le gustan los desafíos, se crece cuanto más difícil se lo ponen. Ahora llega a sus terceros Juegos Paralímpicos, con 25 años, “más madura y con los objetivos claros para llegar a dónde quiero. He tenido que sacrificar cosas, pero me apasiona este deporte, es una etapa de mi vida que quiero saborear porque esto es algo pasajero y llegará un día en el que no podré alargarlo”.
Este año decidió focalizarse en la natación y aparcó sus estudios de Fisioterapia en la Universidad Autónoma de Barcelona, “solo me quedan unas prácticas para acabar, aunque como no puedo estarme quieta, estuve estudiando inglés”. En el CAR de Sant Cugat, con Jaume Marcé como entrenador, se ha sometido a una preparación exhausta, con triples sesiones en el agua y en el gimnasio, introduciendo las carreras a pie en la parte de cardio: “No había corrido nunca con una prótesis y estoy aprendiendo. Hay que darle estímulos distintos al cuerpo y a la mente. La temporada ha ido muy bien, he tenido bajones, he sufrido en el agua, pero le he puesto constancia y he disfrutado, eso es clave para llegar a tope. Estoy con ganas de demostrar lo trabajado en estos años”.
En la piscina de La Défense Arena estará arropada por familiares y amigos, a los que tratará de “brindarles alguna medalla. Es muy especial tenerles cerca, sentir su apoyo. En Río no era consciente de lo que significaban unos Juegos, los de Tokio fueron muy difíciles a nivel psicológico por la pandemia, y los de París serán un espectáculo. Voy con expectativas altas, quiero hacerlo mejor que en los dos anteriores”.
En el Europeo de abril subió tres veces al podio: plata en 100 libre y oros en 100 espalda y en 200 estilos, las dos pruebas en las que más opciones de preseas. “Nadaré otras que me servirán para soltar nervios y enchufarme en la competición. Pero me enfoco en esas dos, en las que estoy más preparada para pelear por el podio. Cada vez que me lanzo al agua es para ganar, me encantaría conseguir un oro, voy a por las medallas. Nada es imposible”, sentencia la polivalente nadadora que siempre, pase lo que pase, enarbola una de las frases más célebres de Charles Chaplin: “Nunca olvides de sonreír porque el día que no sonrías, será un día perdido”.
NÚRIA MARQUÈS
Núria Marquès Soto (Barcelona, 1999). Natación. Oro en 400 libre y plata en 100 espalda en Río de Janeiro 2016, plata en 100 espalda y bronce en 200 estilos en Tokio 2020. Tiene 15 medallas mundiales y 15 europeas. Disputa sus terceros Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Constante, emocional y disciplinada.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
Las gafas, el gorro y el bañador.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
Mi talento es nadar. También me gusta cantar, no delante de la gente, aunque mi madre dice que canto bien, pero claro, soy su hija -ríe-.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Volar.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
No le tengo miedo a nada.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
Sé que para ser deportista no está bien, pero el chocolate -ríe-.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A la playa, a una cala en la Costa Brava. Suelo ir los fines de semana, el mar me tranquiliza mucho.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
Agua, algo de comer y un bikini.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un delfín.
10.- Una canción y un libro o película.
‘Rude Boy’, de Rihanna. El libro, ‘Psicología del éxito’, de Mario Luna.