Durante dos décadas estuvo pedaleando con un dolor agudo y ardiente en los cuádriceps y en la cadera, como una descarga eléctrica, profunda y recalcitrante, que conllevaba también desasosiego y un estrés mental. La culpa, un atrapamiento del nervio femoral, una lesión oculta con la había aprendido a convivir, consiguiendo incluso medallas internacionales. Pablo Jaramillo no supo lo que tenía hasta 2017, cuando estuvo cerca de dejar el ciclismo. La acabó normalizando, aunque hace un año decidió operarse. “Era arriesgada y podría haberme quedado en el quirófano porque por esa zona pasa un gran paquete vascular, pero estaba sufriendo un calvario”, asegura.
A pesar de las muchas estocadas que ha acumulado en su espalda, nunca se rindió. El andaluz, un ciclista hecho a sí mismo, persistente, currante, de fuerza y raza, ha logrado liberarse de un obstáculo que mermaba su rendimiento y que le empujó a dejar las pruebas de carretera para centrarse solo en el velódromo, donde se ha labrado un buen currículum. “A mis 47 años me siento como un miura que sale a la plaza desatado”, afirma. Desde pequeño la bicicleta ha sido siempre “un veneno” para él. Nacido en Madrid, creció en las calles de La Chanca-Pescadería, un barrio obrero y pintoresco junto al puerto de Almería. En las tórridas sobremesas de verano se pegaba al televisor para ver las etapas del Tour de Francia, un imán para él, al igual que la tauromaquia, su otra pasión.
De niño estaba tan obsesionado con el arte de Cúchares que con nueve años cogió unas tijeras y un mantel rojo que había en casa y diseñó su propio capote para imitar las verónicas y chicuelinas de sus ídolos. Hasta que su madre puso el grito en el cielo: ‘De torero, nada’. “Hay similitudes, el ciclismo y el toreo es para valientes y son pocos los que triunfan”, apunta. Los ciclistas no tienen enfrente a media tonelada de bestia hostil, armada de cuernos, pero también tienen un oficio de riesgo, a menudo peligroso: “Nos jugamos la vida ante conductores irresponsables, baches, curvas, lluvia, viento… me he llevado muchos sustos. Nos levantamos pensando en lo que nos tiene preparado la carretera. Y con la única protección de un maillot, un casco, nuestra destreza y la suerte”.
La bicicleta fue su aliada y le ayudó a recuperarse psicológicamente poco después de sufrir un accidente de tráfico en 2001 en Despeñaperros, al volcar el camión que conducía y en el que transportaba melocotones. “Choqué contra un árbol y el brazo izquierdo quedó destrozado. Pasé por varias operaciones, el hombro con la cabeza de húmero afectado, el antebrazo con injerto de piel y los nervios cubital y radial dañados. Tengo la mano en garra, por lo que no puedo cerrarla. Pero tuve suerte de conservar la extremidad, al final el cuerpo es sabio y se adapta”, explica.
Jaramillo se adentró en el ciclismo adaptado y se colgó su primera medalla, un bronce en la contrarreloj del Campeonato de España en Valencia en 2003. Tuvo que esperar hasta 2007 para debutar con la selección española. Desde entonces, ha disputado 14 mundiales en los que ha sacado seis metales, todos en la pista: plata en el kilómetro en categoría C5 y bronce por equipos en Manchester 2009, bronces en el kilómetro en Montichiari (Italia) 2011 y Apeldoorn (Holanda) 2015, plata en Los Ángeles 2017 y bronce en velocidad en Glasgow 2023.
Para llegar a la élite, al almeriense le ha tocado torear en plazas de todo tipo. “Hasta en tres ocasiones vi pasar por delante el tren de unos Juegos Paralímpicos. Era duro, porque tuve opciones reales, sobre todo, para Pekín 2008, ya que mis números eran mejores que los de algunos compañeros. Me lo había merecido, pero el anterior seleccionador, Bernat del Pino, era muy manipulable y tenía a sus favoritos. En 2009 fui subcampeón del mundo y me correspondía una ayuda de material nuevo, pero me dieron una bici usada que ni siquiera era de mi talla. Así era imposible dar un salto, aunque nunca tiré la toalla, siempre confié en mí”, recalca.
En 2012 pasó por el quirófano, pero de nada sirvió, aquella dolencia que venía arrastrando desde sus inicios seguía latente, por lo que se centró definitivamente en la pista: “Prefería un esfuerzo más alto en pruebas cortas. Con los años ya no aguantaba más de una hora pedaleando, la lesión fue creciendo, estrangulando más el nervio y los dolores eran tremendos, estaba muy limitado y mentalmente hundido, pero no quería desaprovechar las oportunidades que me daba el nuevo seleccionador, Félix García Casas, siempre confió en mí”. El doctor Diego Benítez dio con la tecla en 2017, tenía el nervio femoral atrapado y, aunque no pudo ser operado, mejoró con infiltraciones y antiinflamatorios.
Un punto de inflexión llegó en 2020, cuando el técnico español confeccionó un nuevo tridente para la velocidad por equipos, formado por Alfonso Cabello, Ricardo Ten y Jaramillo. En Milton (Canadá), sin haber entrenado juntos, se metieron en la final, aunque un error en el relevo les costó la descalificación. Aprendió de ello y un año más tarde, en Tokio, vio recompensada su perseverancia con un billete para los Juegos Paralímpicos, donde ganó un bronce. “Allí cerré el círculo, era lo único que me faltaba para completar mi carrera. Fue inolvidable vivir ese momento junto a mis compañeros, a los que les pedí que me dejasen ponerles las medallas en el podio. La mía se la regalé a mi hermano. De hecho, todas las que he ganado se las he dado a familiares o amigos. La única que tengo en casa es la que conseguí en Valencia en 2003, que me abrió las puertas de este mundo”, subraya.
A pesar de sus problemas físicos, el almeriense decidió estirar su trayectoria y el pasado año volvió a saborear un metal mundialista al lograr el bronce por equipos en Glasgow. “Hice mi mejor vuelta de siempre y cuando regresé a casa cogí el toro por los cuernos y contacté con Manuel Leyes, cirujano de referencia, por sus manos han pasado numerosas estrellas del deporte. Le dije que me quedaban pocas balas y que, si él me solucionaba lo que tenía, llegaría a los Juegos como un avión. En septiembre me operó y me sentí liberado. Por fin puedo entrenar sin dolor, hago más de 200 kilómetros, subo puertos, voy rápido, me paso entre cinco y seis horas encima de la bicicleta. He esquivado muchas cornadas y durante años me invadió la tristeza, pero ahora disfruto y soy más competitivo”, dice con una sonrisa.
A pesar de que España se quedó sin medalla en el último Mundial celebrado en Río de Janeiro en marzo, está entre las favoritas para luchar por el podio en los Juegos de París. “Las expectativas son muy altas, no hay que lanzar campanas al vuelo, pero si hacemos los deberes, tenemos el nivel para estar entre los tres mejores equipos. Intento no cargarme la mochila de presión y de tanto fracaso como he tenido, pero quiero descargar toda la rabia contenida y partir las bielas de la bici. En cuanto apriete el botón voy a vaciarme en la pista, me siento como el novillero al que le dan la alternativa”, asevera.
Jaramillo luchará por las orejas y el rabo en una plaza de primera, el velódromo de Saint-Quentin-en-Yvelines. Aunque el oro y la plata parecen “inalcanzables” porque China y Gran Bretaña están un peldaño por encima del resto, no descartan dar la sorpresa. Lo lógico sería que se disputen el bronce con Francia o Australia, que ya les sorprendió este año. “Como arrancador está Ricardo, un portento; la segunda vuelta la doy yo y confío en darle un relevo rápido a Alfonso, que es una locomotora para rematar y llevarnos la medalla si ejecutamos bien todo. Los australianos están fuertes y a los franceses ya les hemos vencido en tres ocasiones, así que nos tienen ganas. La presión la tienen ellos, son los anfitriones, compiten ante su público, un reto que nos motiva e ilusiona”, apostilla.
PABLO JARAMILLO
Pablo Jaramillo Gallardo (Madrid, 1977). Ciclismo. Bronce en la velocidad por equipos en Tokio 2020. Tiene seis medallas mundiales. Disputa en París sus segundos Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Descarado, persistente e informal.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
La crema hidratante para el culo -ríe-.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
Restaurando motos. Compro aquellas que están hechas polvo y las arreglo, se me da bien.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Viajar en el tiempo.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
A volver a sufrir en un hospital como cuando tuve el accidente.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
Cualquier comida de cuchareo de mi madre o de mi abuela.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A cualquier sitio con la moto.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
A una mujer -ríe-.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un león o tiburón blanco.
10.- Una canción y un libro o película.
Cualquier canción de Pink Floyd. Un libro, ‘La estupidez de los más listos’, de Jim Nightingale. Y una película, ‘La milla verde’.