A ras de suelo, tumbado sobre una handbike de cuarta mano que le parecía “un cacharro extraño”, Sergio Garrote recuperó la libertad que le había robado la tetraplejia provocada por un accidente laboral. En su primera carrera quedó último, pero poco importaba, acababa de descubrir su gen competitivo. En 2015, durante el Campeonato de España en Ciudad Real, la rotura de un tornillo de una rueda le sacó del asfalto, salió volando y acabó, magullado y llorando de impotencia, en mitad de un campo de amapolas. Aquella experiencia le marcó. Ha sido la única vez que el barcelonés no ha subido a un podio en casi diez años de carrera. Campeón paralímpico, del mundo y de Europa. Más de 90 medallas. Lo ha ganado todo, pero no ha saciado aún su sed de triunfo. Su siguiente reto, el oro en los Juegos de París 2024.
La perseverancia, el compromiso, la disciplina y el sacrificio le han convertido en una estrella, en el mejor handbiker español de la historia. Vive entregado al ciclismo, deporte del que se empapaba siendo un crío frente al televisor en las sobremesas de verano para seguir con entusiasmo cada etapa del Tour de Francia o La Vuelta a España. Contagiado por las gestas de su ídolo Miguel Induráin, “un súper hombre, un revulsivo que nos metió el veneno por la bicicleta”, en su BH naranja y con freno contrapedal, salía disparado cada tarde junto a su hermano Javi por las calles de Viladecans (Barcelona).
Como muchos niños de su pueblo, también creció en un campo de béisbol, se le daba bien batear, pero lo que más le apasionaba era la adrenalina que sentía sobre las dos ruedas. “De pequeño soñaba con subir los puertos de montaña más míticos del Tour”, rememora. Cada domingo rodaba por la carretera con sus amigos, hasta los 21 años, cuando su vida se paralizó tras sufrir un accidente laboral y que le originó una grave lesión medular.
“No puedo mover las piernas y en los brazos me quedaron secuelas. Todo lo que había construido se me vino abajo, estaba ante un futuro lleno de incertidumbres. Tuve que hacer borrón y cuenta nueva. Al principio fue muy duro, era incapaz de coordinar movimientos o simplemente de llevarme la cuchara a la boca”, relata. Le costó tiempo digerir su nuevo escenario, incluso se deshizo de sus bicicletas para no sufrir. “Verlas en casa me hacía daño, así que mi hermano las cambió, junto a una moto que tenía, por una videoconsola que tampoco pude utilizar porque mis dedos no tenían destreza ni fuerza”, dice entre risas.
Decidió pasar el duelo refugiado en los libros, llegando a estudiar hasta tercero de Medicina. “Sabía que no iba a ser médico, así que cuando me sentí satisfecho con lo aprendido, lo dejé y me matriculé en criminología”, explica. Apenas le dio tiempo a absorber conocimientos de su nueva carrera porque en 2014 quedó prendado de la handbike, su aliada para combatir la tetraplejia. “Las sensaciones al probarla por primera vez fueron desagradables ya que sufrí muscularmente, pero al mismo tiempo, me pareció fascinante, me devolvió la paz y la felicidad. Esos años de lesión cobraron sentido”, recalca.
Con los pedales en las manos debutó en Castelldefels en un Europeo en 2014. Acabó último, pero aquella prueba le espoleó a querer ser el mejor. Inauguró su palmarés con una plata en una Copa de Europa en Fossano (Italia) en 2015 y al año siguiente en su estreno en Copa del Mundo sacó dos platas en Bilbao. Su personalidad optimista e indómita ya le auguraba un horizonte cargado de éxitos. Desde su debut ha ido devorando una medalla tras otra, liderando el ranking en su categoría, H2, desde 2019. A sus 45 años, el barcelonés cuenta con un palmarés envidiable: un oro y un bronce paralímpico, 13 metales en mundiales, 34 en Copa del Mundo y cuatro preseas en europeos.
“Cada una tiene un hueco en mi corazón y todas han construido el camino para llegar a la más icónica, el oro paralímpico”, apunta. En Tokio 2020, con el monte Fuji de testigo, se proclamó campeón de la contrarreloj y se llevó un bronce en la ruta. En la temporada siguiente se focalizó en un nuevo desafío, el maillot arcoíris que le había sido esquivo hasta el 2022, cuando en Baie-Comeau (Canadá) se lo pudo enfundar: “Era ya una obsesión, lo tuve cerca en varias ocasiones y cuando lo conseguí fue un alivio, pude respirar tranquilo porque nadie me lo podía arrebatar, tenía ya todos los títulos a los que podía optar en ciclismo”.
Un oro mundial que revalidó también el año pasado en Glasgow, confirmando que es el ‘rey’ de la contrarreloj. Y eso que solo un mes antes estalló, sufrió un gran bloqueo mental. “Recurrí a especialistas que me ayudaron a salir adelante porque estaba destrozado psicológicamente. Y obtuve unos resultados magníficos en la carretera. Nunca hay que relajarse ni acomodarse porque te desbancan rápido. Continuamente estoy renovándome e invirtiendo más en mi forma física. Pese a ganarlo todo, me mueve esa sensación única que genera la victoria. Vivo y trabajo para el presente, siendo consciente de que llegará el día que esto se acabe. Cuando no pueda generar una medalla lo dejaré porque no tengo capacidad para soportarlo”, expresa.
Aún no piensa en ello, todavía tiene el tanque cargado de gasolina e ilusión. Fusionado con la handbike, a la que mima con un cuidado meticuloso, Garrote se siente capaz de encarar cualquier reto, por más azaroso que sea el trayecto. Enrolado en el equipo Protour Cycling Academy, dirigido por Alberto Losada y con Oriol Llesuy como entrenador, esta temporada ha ganado tres oros y una plata en dos Copas del Mundo que han supuesto un plus de confianza para los Juegos Paralímpicos: “Estoy muy bien a nivel físico y me he preparado mentalmente para que no me embriague toda la parafernalia que rodea a un evento así. Quiero disfrutar cada segundo”.
A París llega tras prepararse en altura, en los Pirineos -desde abril llevaba viviendo en La Molina-, con «expectativa cero, que me permite trabajar con más seguridad y me olvido de todo lo demás, de lo que esperan de mí, porque no puedes controlarlo. Eso me sirvió de herramienta en el último Mundial”. Apunta al doblete dorado en la contrarreloj y en la ruta. En los últimos años acabó con el duopolio que mantenían en categoría H2 el italiano Luca Mazzone y el norteamericano William Groulx, y ahora tiene como principal rival al francés Florian Jouanny. “Su aparición es una motivación extra, es un gran corredor. Al ser los Juegos en su país, la presión añadida la tiene él. Mi religión es luchar siempre por lo máximo, compito para ganar, no concibo otra cosa cuando me pongo el maillot de España. En la crono tengo más opciones, habrá que sudar para llevarse el oro. Y en la ruta sé que puedo estar en la pelea por la victoria, tendré que gestionarlo bien y saber sufrir”, finaliza Sergio Garrote, un ciclista voraz, comprometido, valiente y con una ambición inagotable.
SERGIO GARROTE
Sergio Garrote Muñoz (Barcelona, 1979). Ciclismo. Oro en contrarreloj y bronce en ruta en handbike H2 en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020. Bicampeón del mundo y de Europa. Cuenta con 34 medallas en Copa del Mundo. Disputa en París sus segundos Juegos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Disciplinado, trabajador y con alta capacidad de sacrificio.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
Soy creyente y llevo una medalla de la Virgen de Montserrat y otra de la Virgen de Guadalupe. Me encomiendo a ellas cuando salgo a la carretera para que me protejan.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
El ciclismo -ríe-. Lo tenía escondido y no lo descubrí hasta 13 años después de mi accidente.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
El de cerrar y abrir los ojos y poder trasladarme a cualquier punto del planeta.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
Tengo miedo a cruzarme con algún despistado en la carretera cuando entreno y que me pueda suceder algo.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
La crema de avellanas, me encanta. No la consumo todo el año, pero cuando puedo, meto en el bote una buena cucharada de vez en cuando y para la boca -ríe-. Y también los refrescos de naranja.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A la montaña de Montserrat, es un lugar mágico con un entorno maravilloso. Y también me gusta perderme por las calles de Barcelona.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
A mi familia.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un delfín.
10.- Una canción y un libro o película.
‘Unstoppable’, de Sia. Y un libro, ‘Equipos con futuro’, de Álvaro Medina y Joan Capdevila.